TecnoXplora » CienciaXplora » Divulgación

PUBLICIDAD ENGAÑOSA (Y PELIGROSA)

Medicamentos 'magufos' que decían curar con radiactividad

Supositorios, cremas y aguas con radio pusieron en riesgo la vida de los consumidores en las primeras décadas del siglo XX. Los fabricantes de estos falsos remedios afirmaban que su secreto era la radiactividad y se comercializaban a pesar de la falta de evidencia científica sobre sus efectos.

Medicamentos antiguos

Medicamentos antiguos Pixabay

Publicidad

Después de que Marie y Pierre Curie descubrieran el radio en 1898, comenzaron a llegar al mercado distintos productos que afirmaban tener propiedades curativas gracias a la radiactividad. Sin ningún tipo de base científica, estos falsos medicamentos prometían curar todo tipo de dolencias, desde la artritis al dolor crónico, y tenían muchas posibilidades de envenenar a los que se convertían en consumidores habituales.

Amparados en la falta de regulación y promocionados por charlatanes que predicaban sus virtudes curativas, estos falsos remedios fueron utilizados para engañar a muchos incautos que confiaron en la publicidad que se hacía de ellos.

De esta forma, a partir de 1910, el empleo de dosis bajas de radio se anunciaba como solución para el tratamiento de la anemia, el reumatismo, la gota o la sífilis, y desde 1920 y hasta bien entrada la década de los '30, pastas de dientes, cremas para la cara y aguas con distintas propiedades también afirmaban que la radiactividad era la base de su funcionamiento.

Uno de los productos más conocidos, y también el que hizo que los cimientos del negocio se tambaleasen, fue Radithor. Según la publicidad que la rodeaba, este agua destilada a la que se añadía una porción de radio tenía efectos positivos sobre más de 400 enfermedades. Pero eso no era todo: también poseía propiedades afrodisíacas.

Radithor

Uno de sus clientes más satisfechos, al menos hasta que el propio producto le quitó la vida, fue Eben McBurney Byers. Este deportista estadounidense, jugador de golf, comenzó a tomar grandes dosis de Radithor en 1927 después de sufrir un accidente que le provocó un dolor crónico en el brazo. Convencido de que mejoraba, llegó a ingerir hasta tres botellas al día.

Cuando abandonó el tratamiento con el agua destilada en 1930 había acumulado una cantidad de radio tan letal en sus huesos que comenzó a perder la mandíbula. Para entonces su cráneo también comenzaba a tener agujeros. Murió el 31 de marzo de 1932 y el doctor que realizó su autopsia determinó que la causa había sido un envenenamiento por radio.

Debido a su perfil público, su muerte fue muy comentada. El ‘Wall Street Journal’ llegó a convertirle en protagonista bajo el titular “El agua con radio funcionó hasta que se le cayó la mandíbula”. Pero su muerte no era la primera señal de alarma: a finales de la década de los '20 trabajadoras que pintaban esferas fluorescentes de relojes desarrollaron osteosarcoma debido a su contacto con la pintura radiactiva.

Sin embargo, nada de esto no impidió que siguieran comercializándose productos con distintas cantidades de este elemento químico. Fue la muerte de McBurney Byers la que atrajo más atención sobre el envenenamiento por radiación y la que terminó impulsando las leyes que aumentaron el poder de la FDA, la Agencia de Alimentos y Medicamentos estadounidense, en cuanto a la aprobación de productos.

Tho-Radia-IMG 1228.JPG

Otros productos radiactivos

Aunque Radithor fue uno de los productos más conocidos, no fue el único que puso en peligro a los consumidores con falsas promesas de curación o mejora de ciertos males. Doramad era una pasta de dientes cuya radiactividad ayudaba, supuestamente, a blanquear los dientes; Revigator era una jarra ideada para ser rellenada de agua y desprender radón con el objetivo de mantener la salud de la familia, y la Tho-Radia era una crema para la cara que proporcionaba juventud.

Por su parte, ‘The Cosmos Bag’ era una bolsa de tela rellena de algodón que contenía una pequeña cantidad de minerales radiactivos y que prometía curar la reumatitis y la artritis, como los supositorios Vita Radium, un remedio para hacerle frente a la impotencia masculina.

Soluciones para los ojos, lana radiactiva, cigarrillos, cerveza, crema para las manos que prometía limpiar y curar sin irritar la piel, e incluso condones con radiactividad son sólo algunos más de una larga lista de productos disparatados que han sido recopilados por el Oak Ridge Institute for Science and Education (ORISE) de Estados Unidos.

Esta enumeración, recogida cuando los peligros de la radiactividad ya son globalmente conocidos, recuerda una época en la que la falta de regulación puso en peligro a la población y en la que los charlatanes hicieron dinero con curas y métodos que sólo perjudicaban a los pacientes e interesados.

Publicidad