INVESTIGACIÓN SOBRE DIABETES
¿Te meterías 6.000 calorías diarias por la ciencia?
Los voluntarios que participaron en este estudio científico sí lo hicieron: se prestaron a ingerir más del doble de las calorías diarias recomendadas para contribuir a una investigación sobre diabetes. Su dieta incluía pizza y hamburguesas por doquier.
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De primero, hamburguesa con doble de queso. De segundo, pizza; de postre, un buen pedazo de tarta de chocolate. Un menú apetitoso, ¿verdad? Ahora imagina que tuvieras que comer este tipo de platos tan calóricos durante varios días, desafiando a la báscula, poniendo en riesgo tu forma física y, claro está, tu salud.
Un grupo de personas han aceptado las condiciones del insano contrato en favor de la ciencia y del bien común. Se trata de los participantes en un estudio científico que buscaba analizar la relación entre la obesidad y el desarrollo de diabetes tipo 2.
Los investigadores, de las universidades de Temple y Stratford, ambas en Estados Unidos, necesitaban basarse en los casos de personas que ganaran mucho peso, así que decidieron recrear la situación por su cuenta.
Si la ingesta diaria recomendada para un adulto varón es de unas 2.000 calorías, los atrevidos voluntarios –seis hombres− tenían que tomar más del doble: 6.000 al día durante una semana. La dieta incluía abundantes raciones de pizza y hamburguesas. Gustarles, les gustó.
Un gusto para el paladar, un riesgo para la salud
El aporte calórico coincide con el que toman algunos deportistas de élite, pero no era el caso. El sexteto no podía hacer actividad física: se pasaron todo el experimento postrados en la cama de un hospital mientras los científicos les mantenían monitorizados para registrar los posibles cambios en su cuerpo.
La inactividad, las grasas y los cuantiosos azúcares hicieron su efecto. Al cabo de una semana, los voluntarios habían ganado alrededor de 3,5 kilos. No obstante, las consecuencias empezaron a notarse mucho antes.
En dos días, todos ellos habían desarrollado resistencia a la insulina (la hormona que regula los niveles de glucosa en sangre). No se habían vuelto diabéticos, pero su cuerpo había reaccionado ante el exceso de azúcar como lo habría hecho el de un verdadero enfermo ante una dosis normal. Esta condición les sirvió a los expertos para estudiar las causas del trastorno metabólico y su evolución.
Pese a que algunas teorías señalan al incremento de los niveles de ácidos grasos como posibles causantes de la resistencia a la insulina, ninguno de los participantes mostró anomalías en este sentido.
Sin embargo, los análisis de orina diarios revelaron otro cambio: los individuos estaban excretando grandes cantidades de compuestos lipídicos oxidados. El síntoma es consecuencia del estrés oxidativo en las células, un estado de desequilibrio en las membranas con efectos tóxicos. Las biopsias de los tejidos grasos de los participantes revelaron los signos de este proceso que provoca daño celular.
Los investigadores creen que el estrés oxidativo, consecuencia de la ingesta anormal de calorías, altera la estructura de una proteína encargada de eliminar la glucosa del torrente sanguíneo. Así, la insulina enviaría la misma señal para regular su concentración, pero la orden nunca llegaría a ejecutarse.
Seguramente los voluntarios tuvieron que esmerarse para perder los kilos ganados durante esa semana, pero al menos contribuyeron a una buena causa: el hallazgo podría servir para diseñar nuevos tratamientos contra la diabetes. No todo el mundo tiene una excusa tan buena para ponerse ciego a pizza y chocolate.
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