DOLORES QUE VIENEN DE NINGÚN SITIO
Los (miembros) fantasmas existen: algo puede doler incluso después de amputado
Una de los fenómenos que aún hoy siguen intrigando a los neurocientíficos es el dolor de partes del cuerpo que ya no están, que han sido amputadas. Los miembros, los dientes o los ojos fantasmas han formado parte de nuestro mundo desde hace mucho, pero hasta hace relativamente poco no descubrimos que eran algo más que historias de fantasmas
Publicidad
Hace muchos años las mansiones enormes llenas de criadas y mayordomos tenían un curioso sistema de comunicación: en cada habitación había un tirador que estaba conectado a una campana mediante una larga cuerda detrás de las paredes. Las campanas estaban en la zona del servicio, cada una con un cartelito que indicaba la estancia desde la que había sido tocada.
Aunque parece algo complejo, era un método sencillo y rápido de evitar estar dando voces en los grandes y decadentes palacios aristocráticos. Series como Downton Abbey se pueden ver en todo su esplendor.
Pero había un problema: los niños pequeños. Siempre había un jovenzuelo que aprendía que, si tiraba de la cuerda en algún punto intermedio, podían tener al servicio dando vueltas por la casa durante todo el día.
Esta es la metáfora clásica que usamos para hablar del dolor del 'miembro fantasma', el dolor de un miembro que ha sido amputado. Se trataría de una habitación que hace sonar la campana, pero a la que no podemos acceder. Y es que entre un 50% y un 80% de las personas que han perdido alguna parte de su cuerpo (poco importa si es un brazo o un ojo) siente esa parte de cuerpo, aunque no esté ahí realmente.
A veces, es un hormigueo; otras veces -la mayor parte, de hecho-, es una sensación dolorosa. La explicación, con todas sus distancias sanitarias y conceptuales, es muy parecida a las campañas del servicio de los palacios de antaño. Cuando llega al cerebro una señal procedente de unos nervios concretos se asocia a la zona que estaba enervada, aunque ya no exista.
Al fin y al cabo, ¿qué es más probable, que uno de los señores esté tocando la campana desde esa habitación o que algún niño esté jugando con nosotros?
Dolor y probabilidad
De hecho, esa atribución por probabilidad ocurre incluso cuando no hemos sufrido ninguna amputación. Es conocido que el infarto de miocardio se manifiesta como dolor del brazo porque nuestro sistema nervioso sabe que lo más probable es que ese dolor en ese haz venga del brazo y no del corazón.
En este peculiar tema no sólo intervienen problemas de 'cableado periférico', sino que también lo hacen las zonas del cerebro que representan cada parte del cuerpo en el sistema nervioso central y su excitabilidad o sensibilidad. Vamos, que se trata de un tema tan fascinante como extraño.
Y lo era aún más cuando no teníamos ni una idea remota de qué estaba pasando: aunque si buscamos bien podemos encontrar referencias en la medicina clásica, como tal el miembro fantasma sólo aparece en la literatura científica a partir de la segunda mitad del siglo XIX con los trabajos de Weir Mitchell y Albert Pitres en la Guerra Civil americana.
Durante décadas, el miembro fantasma fue considerado o bien una superstición o bien un problema psiquiátrico, un efecto de lo que hoy llamaríamos síndrome de estrés post-traumático. Y la consecuencia más directa era que, por si fuera poco la pérdida de una parte del cuerpo, las personas afectadas acababan con el estigma social del problema mental.
Alicia a través del espejo
Por más que se le dio vueltas, aquello no solo no tenía sentido, sino que no tenía solución. Tuvieron que esperar muchos años hasta que, a finales de la década de los noventa, varios psicólogos (y especialmente Ramachandran) empezaran a tratar el dolor con un espejo. Sí, con un espejo.
El tratamiento consiste en interponer un espejo entre el brazo amputado y el brazo sano de tal forma que el paciente sólo veía el brazo sano y su reflejo donde se suponía que debía estar el amputado. A continuación, se le pedía mover ambos brazos de la misma forma (en este caso apretando el puño y expandiendo la mano de forma simultánea). Sorprendentemente, el dolor del brazo desaparecía casi de inmediato.
Ramachandran explicaba que al hacer esto resolvían el problema del miembro fantasma justo al contrario de como se solía hacer: lo habitual era dejar claro al amputado que no tenía miembro (como si hiciera falta explicárselo porque, claro, cómo iba a saberlo él que es a quien le faltaba). Ahora, con un truco de prestidigitación, 'mostraban' al cerebro que todo funcionaba bien. Ese feedback era lo único que necesitaba para saber que, por decirlo con la metáfora del principio, no había nadie en la habitación y esa campana que sonaba era los chiquillos del palacio jugando entre ellos.
Parece tan sencillo que es imposible que funcione, pero a veces lo sencillo es lo más revolucionario.
Publicidad