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UNA ESTAMPA BUCÓLICA PARA OLVIDAR EL HORROR

Okunoshima: de laboratorio mortal a paraíso repleto de conejos

Los conejos que una vez fueron víctimas de la experimentación de las armas químicas que Japón usó contra China se han apoderado de una pequeña isla situada en la prefectura de Hiroshima.

Uno de las docenas de conejos silvestres que habitan en  la isla

Uno de las docenas de conejos silvestres que habitan en la isla protenorageha en Flickr bajo licencia CC

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La isla japonesa de Okunoshima es conocida como la Isla de los Conejos (Usaji Jima) porque los turistas que la visitan son recibidos por una estampida mansa de estos animalitos, que parece que han olvidado su rol habitual de presa.

Esto sucede sobre todo si les llevan comida, como la turista Yu Yu Lam, cuyo vídeo se convirtió en viral y puso a esta pequeña isla en el mapa para el resto del mundo. Y usamos la expresión “poner en el mapa” porque antes de la Segunda Mundial esta isla desapareció deliberadamente de toda vista cartográfica.

Okunoshima tiene un pasado terrible, ya que alojó la planta de fabricación de gas venenoso que acabó con la vida de más de 80.000 chinos entre 1937 y 1945, aunque el museo que se levanta ahora para recordar esta tragedia sea menos conocido que por la multitudinaria presencia de lagamorfos.

Hasta la guerra ruso-japonesa de principios del siglo XX la isla era un terreno cultivable. Durante esa contienda se fortificó para asegurarla como lugar estratégico, aunque solamente vivían en ella tres familias de pescadores.

En 1925 se comenzó a construir la planta para fabricar municiones químicas, aprovechando que el Protocolo de Ginebra del mismo año solamente prohibía utilizarlas, no desarrollarlas y almacenarlas. También porque, dos años atrás, un terremoto dejó inutilizada la plata que estaba en la región de Tokio.

El gobierno japonés creyó que era mejor situarla en una zona menos densamente poblada y más cercana a la zona militar de Hiroshima, tristemente conocida porque allí fue donde las tripas del Enola Gay descargaron la primera bomba atómica de la historia.

Japón, verdugo y víctima

Los habitantes que había en la Isla de los Conejos aceptaron el nuevo cometido del terreno... puesto que no fueron informados de los planes secretos del gobierno. Ni ellos ni los más de 6.500 trabajadores que pasaron por allí, según el periodista Eric Johnston. Muchos de ellos sufrieron terribles consecuencias en su salud, tal como se muestra en el Museo del Gas Venenoso, erigido en 1988, que también les recuerda en la actualidad.

Los que trabajaban allí no sabían lo que se estaba gestando, a pesar de tener que hacerlo con trajes especiales, a lo Walter White en 'Breaking Bad'.

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(Foto: E.Johnston / Japan Times)

Además, en la planta cobraban mejor sueldo que en empleos anteriores, aunque solamente conocían los gases que fabricaban por sus colores. Amarillo para el gas mostaza, como el utilizado en el genocidio kurdo por Sadam Hussein, y rojo para el “gas del estornudo”. Éste último provocaba tal cantidad de estornudos que los pulmones acababan por no absorber más oxígeno. Hoy en día siguen apareciendo proyectiles sin explotar en China.

En esa época también había conejos que habitaban la isla, que fueron utilizados para la experimentación. Antes de que terminara la Guerra Mundial toda la documentación se destruyó, al igual que los animales que vivían allí. Los aliados hicieron el resto acabando con la planta y el material químico, pero nunca se ha llevado a cabo una desintoxicación completa de la isla, según cuenta Business Insider. No obstante, las ruinas de la fábrica permanecen selladas para que nadie pueda acceder a ella.

Los conejos silvestres que viven allí pueden ser descendientes de los que sufrieron el horror químico y que fueron exterminados al cerrar la planta. Otra historia sobre su procedencia cuenta que son descendientes de varias parejas de conejos que fueron llevadas allí en en 1971 por un grupo de escolares y que ellos solamente se dedicaron a lo que mejor saben hacer: procrear. Todo en un lugar donde están prohibidos perros, gatos u otros posibles predadores.

Si los romanos llamaron a la península ibérica 'Hispania', que significa “tierra abundante de conejos”, no pondrían ningún reparo en llamar 'Isla Conejo' a este rincón que albergó una terrible historia y hoy es pasto de conejos y de estampas virales en la red.

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