LA PARADOJA DEL ASCENSOR
Parece que va a llover y otras historias de ascensor
Estoy casi segura de que todos han estado más de una vez esperando un ascensor junto a un extraño y han mirado al suelo o han terminado hablando del calor que hace para la época en la que estaban. Pero, ¿se han parado a observar cuántas veces el ascensor llega desde arriba y cuántas veces desde abajo? ¿Han notado algo extraño?
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Si algo bueno tiene todo este panorama berlanguiano que vivimos en nuestro amado país es que en las conversaciones en las esperas en la puerta del ascensor, o dentro del mismo, pueden versar sobre temas distintos a las inclemencias o bonanzas del clima en la ciudad.
En otro tiempo, en otro lugar, existieron dos físicos, George Gamow y su colega Marvin Stern, que, como no tendrían infanta enamorada ni extesoreros enchironados de los que rajar, se dedicaron a observar la frecuencia con la que el ascensor llegaba a su planta (cuando alguno de ellos lo llamaba) desde las plantas superiores y/o de las plantas inferiores.
Concretamente, Gamow, que tenía su despacho en la 2ª planta del edificio y que subía frecuentemente a trabajar con Stern, en la 6ª planta, observó que cuando llamaba al ascensor la mayoría de las veces éste venía de las plantas de arriba. ¿Qué pasa? ¿Los construyen en la azotea y los mandan para abajo? ¿No sería más lógico que viniera aproximadamente la mitad de las veces de abajo y la otra mitad de arriba?
Pero es que su amigo Stern, cuando bajaba a trabajar con Gamow o a pedirle un boli y llamaba al ascensor, observaba que la mayoría de las veces venía de abajo y muy pocas de las plantas de arriba. ¿Qué pasa? ¿Los construyen en el sótano y los tiran para arriba?
Cierto día los dos comentaron este hecho aparentemente paradójico y llegaron a la conclusión de que, probablemente, los construían en la 4ª planta y desde allí los lanzaban para arriba y para abajo. Sí, esto fue un chiste. Eran físicos, no tertulianos saca-conclusiones sin rigor que dominan nuestras parrillas televisivas.
Pues bien, este hecho, que era cierto, que cuando se llama al ascensor desde las primeras plantas del edificio este viene con más frecuencia bajando y al revés, que cuando se llama desde las últimas plantas este viene con más frecuencia desde abajo, no es en absoluto paradójico desde el punto de vista de la probabilidad, aunque puede que desde la intuición sí.
Trataremos de pensar en probabilidades y olvidar, por un momento, la intuición: si suponemos que los ascensores se mueven de forma uniforme a lo largo del edificio y estamos en la 2ª planta de un edificio de siete, como aquel en el que trabajaban Gamow y Stern, tenemos más plantas por arriba que por abajo, con lo cual, la probabilidad de que el ascensor esté en una planta superior cuando lo llamamos es más alta que la probabilidad de que esté en una planta por debajo nuestra. Y al revés.
Vamos, que, resumiendo, pensar que al llamar un ascensor desde una planta no intermedia del bloque la probabilidad de que venga de arriba (o de abajo) es del 50%, es tan riguroso como pensar que la probabilidad de que llueva mañana es del 50% porque o llueve o no llueve. Esto último también era un intento de chiste, lo digo por si algún tertuliano lo va a usar alguna vez...
Y hablando de chistes, y para terminar, uno de nuestros físicos del ascensor, Gamow, es uno de los protagonistas también de una anécdota bastante conocida en el mundo científico y que, en mi opinión, es muy simpática. Se las cuento por si quieren contarla en un ascensor.
El señor Gamow era el director de tesis de Ralph Alpher. Uno de los trabajos que publicaron sobre los resultados de la tesis de Alpher fue sobre cosmología física en el que sugerían que en el Big Bang se creó helio, hidrógeno y otros metales más pesados en determinadas proporciones. Este artículo contradecía las teorías existentes sobre este hecho, pero resultó ser coherente con las teorías que ahora se manejan. Esto no es lo gracioso, pero es emocionante, ¿no?
Pues bien, como los autores del trabajo eran Alpher y Gamow, sonaba un poco como Alfa y Gamma, la primera y la tercera letra del alfabeto griego, pero les faltaba una Beta en medio para que sonara Alfa-Beta-Gamma... Pues nada, convencieron a otro físico eminente, Hans Bethe, para que figurase en el artículo a pesar de no haber hecho nada, simplemente por el gusto de oír lo del Alpher-Bethe-Gamow que recordaba a Alfa-Beta-Gamma. Por esto, aunque el nombre original del trabajo es 'The Origin of Chemical Elements', se le conoce como el αβγ paper.
El propio Gamow contó más tarde que cuando sus hipótesis sobre el origen de estos elementos químicos no se terminaban de demostrar, Bethe consideró seriamente cambiarse el apellido por Zacharias...
Bueno, no me dirán que no les he dado tema con que entretenerse frente a la puerta del ascensor. Esta es mi planta. Yo me bajo aquí.
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