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LA TEORÍA DE LA SUPERFICIE COMPARTIDA

¿Es posible una ciudad sin semáforos?

Una teoría desgrana qué sucedería ante la ausencia de señalización vial. En lugar de conducción agresiva, el respeto por los otros y la precaución haría que los peatones retomaran el protagonismo de las calles. Y hay un antecedente en Holanda.

Historia del semáforo automático

Historia del semáforo automático Agencias

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Imagina que una mañana como otra cualquiera coges el coche para ir al trabajo y te das cuenta que han desaparecido los semáforos de todo el trayecto. Imagina que, además, no hay rastro de toda la señalización vertical u horizontal de la vía. Imagina también que tu coche comparte calzada con bicicletas, caballos, peatones e incluso mascotas o animales sueltos¿Cúal sería tu reacción?

Después de la sorpresa inicial tus sistemas de alerta se pondrían en marcha. Tienes una reunión muy importante y no puedes faltar a la cita, así que la opción de renunciar al trayecto está descartada. Lo que normalmente es un itinerario rutinario que casi haces con los ojos cerrados se convierte en una aventura nueva para tu cerebro. La sobredosis de alerta y precaución haría funcionar al sistema de espacio compartido con el resto de ciudadanos prescindiendo de los dispositivos de control convencionales. Todo el mundo quiere llegar a su trabajo, y lo que ayer era una competición por acelerar en los semáforos o llegar el primero se convierte en empatía con tus semejantes por mero instinto de supervivencia ¿Cómo?

La falta de rutina y de norma hacen florecer el sentido común para compartir preferencias y prioridades. Si se te cruza un perro o un niño simplemente le dejarás pasar de forma natural y sin increparle. No acelerarás en un espacio libre porque no sabes lo que puede salir tras la esquina. La velocidad disminuirá considerablemente hasta encontrar la comodidad a las necesidades y riesgos de un recorrido inhóspito. Con este sistema de jerarquización natural del tejido urbano se da más valor al más débil. Es decir, las calles se vuelcan, se diseñan y se mueven al ritmo del verdadero protagonista: el peatón.

La separación tradicional entre coches, peatones y otros usuarios mediante normativa adormece el verdadero potencial de tus sistemas de control para compartir espacios con otros ciudadanos. También favorece la agresividad irracional del que se siente invadido y legitimado por esa norma: "¡Mira por dónde vas! ¿Dónde te han regalado el carné?"

La autorregulación de un colectivo ponderado es posible y más recomendable para niveles no demasiado saturados de circulación y en zonas eminentemente residenciales. Es el principio en el que se basa la implantación de la rotondas en sistemas básicos del tejido urbano.

Ese día llegarás más tarde al trabajo pero seguro mucho más despierto.

La teoría de la calzada compartida

La teoría de la superficie compartida se basa en un principio básico de relación social. A menos normas, mayor responsabilidad. Hay muchos ejemplos en la historia del urbanismo de su estudio e implantación. El más famoso es el el del ingeniero holandés Hans Monderman. Diseñador del proyecto "Living Street" originado a partir de una iniciativa ciudadana y que ha generado el ‘woonerf’ holandés, o espacio de socialización. Hoy en día todas las ciudades europeas están importado este sistema para sus núcleos residenciales o cascos históricos. Es el futuro.

El 'woonerf' intenta recuperar la calle como territorio de relación social. Los vehículos motorizados desplazaron al peatón y se comieron la calle en el fragor de la Segunda Revolución Industrial. El sistema pone obstáculos artificiales al coche para que pierda ese status disminuyendo su velocidad y aumentando la atención de su conductor. Desaparecen los bordillos, aumenta la vegetación y el mobiliario urbano diseñado para la comodidad del peatón. No hay corredores para los vehículos. No hay señalética, ni semáforos.

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