FALTA DE EMPATÍA ES UNA DE LAS CLAVES, PERO HAY MÁS
¿Por qué algunas personas no pueden parar de mentir?
Las personas narcisistas o sociópatas pueden tener un desorden neuronal que les impida sentir empatía por las personas. También es posible que los mentirosos no sean capaces de controlar su verborrea y mientan sin maldad.
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Están las llamadas mentiras piadosas y luego las personas que mienten de forma compulsiva, sobre sí mismos o sobre otras personas. ¿Mucho descaro o algún tipo de trastorno? La ciencia y la psicología pueden dar una explicación a esta rara situación.
En la última edición del ‘Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders’ se trata la problemática de los mentirosos patológicos como un desorden más. De hecho, se estudia como un síntoma de problemas como psicopatía o narcisismo.
De acuerdo a la psiquiatra Judith Orloff, “viene de un defecto en el ‘cableado’ neurológico” que afecta a la empatía y la compasión. Según explica Orloff, narcisistas, sociópatas y psicópatas tienen un desorden que les impide ser tan empáticos como deberían ser.
Así, como a estas personas no les importan las otras que les rodean, mentir (algo que puede afectar a los sentimientos de aquellas), tampoco parece preocuparles. Y esa mentira tampoco les afecta del mismo modo: “Cuando mienten no les daña de la misma manera que nos dañaría a nosotros”, dice Orloff.
Además, no siempre hay que ver maldad en sus actos. Muchas veces no son conscientes de que están mintiendo, pero si lo son, puede ser un gran problema para las personas muy sensibles, que al detectar la falsedad se preguntarían qué está pasando y afectaría a su estado de ánimo.
La situación empeora si intentan corregir a la persona narcisista y esta sigue insistiendo en su versión haciéndole dudar. “No puedes cimentar tu base alrededor de ellos”, advierte Orloff. Si alguien es un mentiroso patológico difícilmente pedirá disculpas por su comportamiento. Lo ideal es alejarse de estas personas.
Otros psicólogos creen que se debe a un carácter irreflexivo de estos individuos, que les impide detenerse un momento para decir la verdad. Así, cuando el embuste surge, se suelta sin más, y no necesariamente es por maldad. En estos casos, habría que enseñar a controlar los impulsos y deseos.
Las mentiras comienzan a partir de los tres o cuatro años, ya con el cerebro y el lenguaje muy desarrollados, lo suficiente como para querer ocultar algo. A partir de ahí no paramos, algunas personas con mucha asiduidad o de forma patológica.
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