¡ACHÍS!
¿Por qué algunas personas sufren más catarros que otras?
Las células de las vías respiratorias no pueden estar a todo: si tienen que luchar contra otros agentes, como el humo del tabaco, no pueden emplearse al 100% en acabar con los virus causantes de los resfriados.
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Más de la mitad de la población de nuestro país admite sufrir uno o dos catarros o gripes al año y uno de cada cinco españoles se resfría tres o más veces anualmente. Acatarrarse no es el fin de del mundo, ni puede compararse a una molesta gripe, pero esta enfermedad, la más extendida del planeta, puede poner las cosas difíciles a quien la padece durante más de una semana.
Para algunas personas, sin embargo, los resfriados pueden sonar a leyenda urbana, al igual que sus síntomas: nariz atascada, dolor de garganta, tos y ojos irritados. Como mucho, sufren un moqueo transitorio ocasionado por los cambios de temperatura. Lejos de haberse convertido en superhombres y supermujeres resistentes a los cientos de virus causantes de esta infección, su cuerpo cuenta con las condiciones necesarias para combatirlos.
Una de las claves está en las células del tracto respiratorio. Según ha demostrado un equipo de investigadores de la Universidad de Yale, estas pueden responder de maneras muy distintas ante la presencia de los rinovirus, los principales causantes del resfriado común. Las conclusiones de su estudio, publicado recientemente en la revista Cell Reports, explican en gran medida por qué ciertas personas parecen inmunes a los dichosos resfriados.
Una barrera contra los intrusos
Cuando los virus penetran en la nariz, las células epiteliales reaccionan para eliminarlos antes de que estos puedan replicarse y producir los síntomas. Pero no siempre lo consiguen. Para descubrir por qué las de ciertas personas no son lo suficientemente efectivas, los científicos estudiaron en el laboratorio el comportamiento de este tipo de células procedentes de las fosas nasales y los pulmones de donantes sanos.
Con este objetivo, provocaron la activación de dos tipos de mecanismos de defensa diferentes: uno que sirve para protegernos de agentes como los rinovirus y otro utilizado para combatir el estrés oxidativo, los daños celulares que provocan tanto los virus como otros irritantes como el humo del tabaco.
Los investigadores encontraron que, por un lado, la respuesta dependía del lugar de origen de las células. Mientras que las procedentes de las fosas nasales presentaban mayor capacidad para defenderse de los virus, las obtenidas de pulmones y bronquios eran mejores combatiendo el estrés oxidativo.
Además, sus experimentos han demostrado que existe una relación de compensación entre ambos mecanismos de defensa. En otras palabras, el cuerpo no puede estar en todo al mismo tiempo: si se está esforzando para poner en marcha una de estas estrategias, la otra se verá debilitada. Esto significa que, si el organismo está luchando contra agentes externos como el humo del tabaco, nos protegerá peor de invasores como los rinovirus.
“Las vías respiratorias lo hacen bastante bien si encuentran un solo estresor cada vez. Sin embargo, si se enfrentan a dos diferentes, se produce una compensación”, ha explicado la investigadora Ellen Foxman, coautora del trabajo. “Cuando las vías respiratorias tienen que lidiar con otro tipo de estrés, pueden adaptarse, pero el coste es que aumenta la susceptibilidad a la infección por rinovirus”, ha asegurado.
Los hallazgos de Foxman y el resto del equipo explicarían por qué los fumadores tienden a sufrir más resfriados que los no fumadores. El humo del tabaco y los contaminantes presentes en al aire se unen así a la lista de factores que allanan el camino a los agentes que causan los catarros, como los cambios de temperatura (debilitan el sistema inmune) o la falta de higiene (lavarse las manos es una medida de prevención crucial).
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