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SE TRANSMITEN MÁS RÁPIDO

Por qué algunas variantes del SARS-CoV-2 escapan al sistema inmune

Un reciente estudio confirma que ciertas mutaciones en el coronavirus impiden que las células del sistema inmune puedan reconocerlo.

Un cambio en el ADN del SARS-CoV-2 impide que las defensas del cuerpo puedan destruirlo

Un cambio en el ADN del SARS-CoV-2 impide que las defensas del cuerpo puedan destruirlo Visuals3Dde / Pixabay

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Los virus mutan constantemente de manera natural. Cuando se multiplican masivamente en las células infectadas, su material genético sufre modificaciones; cambios en las piezas del puzle que forma su ADN. Como resultado de estas alteraciones, surgen variantes de la partícula vírica original.

Algunas veces, los cambios aportan ventajas al virus, como una mayor transmisibilidad o resistencia al sistema inmune. Entonces, permanecen y se propagan. Este mecanismo evolutivo está detrás de la expansión masiva de ciertos descendientes del SARS-CoV-2 como los detectados en Brasil, Reino Unido y Sudáfrica.

Diferentes estudios publicados en los últimos meses sugieren que algunas de estas variantes del virus se transmiten más rápidamente que la original y que son capaces de evadir el ataque del sistema inmune humano.

Un reciente trabajo publicado en Science y firmado por investigadores de la Universidad de Pittsburgh ha revelado algunas nuevas e importantes pistas sobre cómo el SARS-CoV-2 desarrolla esa preocupante habilidad de escapar a las defensas del organismo.

Invisibles a los anticuerpos

Uno de los cambios observados en el material genético de las variantes británica y sudafricana (también conocidas como B.1.1.7 y 501Y.V2, respectivamente) es la eliminación de algunas partes del ADN en la proteína de la espícula o glicoproteína S, la parte del virus que sirve a las células inmunitarias para reconocer y destruir al invasor.

Como un delincuente que cambia de cara para evadir a la policía, al borrar estos fragmentos, el SARS-CoV-2 consigue pasar inadvertido. Los agentes del sistema inmune no pueden unirse a la proteína de la espícula modificada y, por tanto, son incapaces de atacar al intruso.

Esquema de la estructura de un coronavirus. En rosa, las proteínas de espícula
Esquema de la estructura de un coronavirus. En rosa, las proteínas de espícula | Scientificanimations / Wikimedia Commons

El coronavirus tiene un mecanismo que le permite reconocer los errores en el ADN que ocurren al multiplicarse. Su objetivo, en realidad, es evitar las mutaciones, porque no siempre son beneficiosas. Pero, como explica el reciente estudio, el sistema no funciona para las modificaciones que implican la eliminación de material genético. Por eso, las variantes han conservado esta alteración y la ventaja que les aporta.

Estudiando al enemigo

Los investigadores llevan meses estudiando variantes del SARS-CoV-2 procedentes de todo el mundo y creando bases de datos que guardan todas sus mutaciones. Detectaron por primera vez esta eliminación de material genético que permite al virus evadir al sistema inmune en muestras de un paciente inmunodeprimido.

El enfermo tuvo al coronavirus en su cuerpo durante 74 días, tiempo que sirvió al intruso para evolucionar mientras interaccionaba con las células del sistema inmune y desarrollar así el cambio que le permite escapar.

A partir de ese momento (el proyecto comenzó en el verano de 2020), los científicos empezaron a ver cómo esta mutación se repetía. Entre las muestras analizadas estaba la ahora denominada variante británica, que por entonces ni siquiera tenía nombre ni mucho menos había iniciado su expansión mundial.

Afortunadamente, los expertos han comprobado que pueden diseñarse tratamientos basados en anticuerpos para destruir al virus a pesar de la modificación. Además, todavía no conocen exactamente hasta que punto el virus puede evadir al sistema inmune.

Aunque los hallazgos sugieren que el SARS-CoV-2 será capaz de escapar a las actuales vacunas (ha ocurrido con la de AstraZeneca en Sudáfrica) y terapias, es imposible saber cuándo dejarán de protegernos.

“Va a llegar un punto en el que tendremos que empezar a reformular las vacunas, o al menos considerar la idea”, concluye Kevin McCarthy, profesor de Genética Molecular y autor principal del estudio. Vigilar sus cambios es la única forma de encontrar estrategias para contraatacar.

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