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Y POR QUÉ SON CONTAGIOSOS

Por qué bostezamos (y otros animales también lo hacen)

La próxima vez que veas a alguien bostezar a tu lado no deduzcas de manera precipitada que se aburre soberanamente, ni tampoco que se cae de sueño. Investigaciones neurocientíficas recientes revelan que el bostezo cumple una finalidad muy distinta, y que si abrimos la boca profunda y escandalosamente es para aspirar aire fresco y ayudar a enfriar nuestra sesera cuando el cerebro se calienta en exceso.

Un niño bostezando

Un niño bostezando cernicalo-e en Flickr bajo licencia CC

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Ni sueño, ni hambre, ni nada por el estilo. Una investigación ha demostrado que bostezar es un mecanismo que regula la temperatura de nuestra mollera cuando está demasiado caliente.

Esta función de termorregulación que el experto en comportamiento animal Jorg Massen y sus colegas de la Universidad de Viena (Austria) han atribuido al bostezo explicaría por qué cuando nos estresamos por algo que está a punto de suceder (y que nos preocupa) es habitual abrir las fauces como leones. Y también aclara por qué bostezamos justo antes de dormir, ya que se ha demostrado que reducir la temperatura corporal y cerebral ayuda a conciliar el sueño.

Por otro lado, Massen demostró que las personas abren la boca incontroladamente cuando la temperatura ambiental ronda los 20ºC. En estas condiciones, explica el investigador, el bostezo "propicia el intercambio de calor con el aire al inhalar profundamente, a la vez aumenta el flujo sanguíneo al cerebro por el estiramiento de la mandíbula, lo que también favorece que la temperatura en el interior de la cabeza descienda". Sin embargo, cuando llega el asfixiante verano y el termómetro supera los 37 grados centígrados apenas bostezamos, lo cual tiene una explicación muy sencilla desde el punto de vista científico: es inútil intentar enfriar el cerebro introduciendo una bocanada del aire cuando hace más calor fuera que dentro de nuestro organismo.

Esto también explicaría el llamado bostezo contagioso, que no es otra cosa que el fenómeno por el que la mitad de los adultos bostezan cuando ven a otro ser humano abrir la boca. De acuerdo con los estudios llevados a cabo por Massen, que la temperatura cerebral baje aumenta la eficiencia mental. Y si el comportamiento se extiende a todo un grupo de personas se incrementan sus niveles de alerta y vigilancia, algo que pudo suponer una gran ventaja para la supervivencia de nuestros antepasados humanos cazadores-recolectores.

Es más, el bostezo contagioso es algo que compartimos con la mayoría de nuestros primos simios. Científicos italianos han demostrado, por ejemplo, que entre los bonobos el bostezo es más contagioso entre parientes y amigos que entre extraños. "La capacidad de contagiar la apertura de la boca podría ser una forma de comunicación inconsciente en los grupos sociales, que les ayuda a coordinarse", deducían los investigadores en la revista científica PLOS ONE.

En los humanos la probabilidad de contagio del bostezo no solo depende de la cercanía afectiva de quien bosteza. Aunque es cierto que abrimos más la boca si antes hemos visto este gesto en un amigo, un familiar o nuestra pareja, también la edad influye. A partir de la adolescencia, cuanto más años cumplimos menos frecuente es que el bostezo tenga el efecto de una plaga. En contraste, los niños menores de cuatro años solo bostezan espontáneamente y no por imitación, ya que es a partir de ese momento cuando se desarrolla la empatía o capacidad de ponerse en el lugar de los demás para "conectar" emocionalmente.

Otro dato curioso a tener en cuenta es que a los perros también se les contagia el bostezo humano, sobre todo si a quien se le abre la boca es a su dueño, según ha demostrado un reciente estudio de la Universidad de Tokio. Un argumento más para adjudicar a los canes el título de " mejores amigos del hombre".

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