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LOS ORÍGENES DE NUESTROS GUSTOS

¿Qué comería un niño si le diéramos libertad absoluta para escoger?

Acostumbramos a pensar que un niño, sin la asistencia y consejo de sus padres, se alimentaría exclusivamente de caprichos gastronómicos, como las gominolas. Pero ¿de verdad sólo comerían alimentos insanos o su dieta sería algo más equilibrada? ¿Qué alimentos serían, en cualquier caso, sus preferidos? Un experimento clásico trató de resolver estas preguntas en 1926.

Un niño comiendo

Un niño comiendoPixabay

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Los niños prefieren las chucherías a las coles de Bruselas (y no sólo ellos) o un plato de pasta a uno de ensalada. Son ideas tan arraigadas en nosotros que si nos preguntan si a un bebé le diéramos libertad absoluta para escoger su dieta, responderíamos categóricamente que su dieta sería, como mínimo, desequilibrada.

Sin embargo, la doctora Clara Marie Davis quiso responder a esa pregunta realizando el que se considera el experimento más influyente hasta ahora sobre las filias y fobias humanas en la alimentación. El experimento se llevó a cabo en el Hospital Monte Sianí de Cleveland, en el año 1926.

En aquella época, a diferencia de ésta, la postura médica ortodoxa sostenía que se debían complacer los caprichos de los niños para evitar que se volvieran "maniáticos". Así pues, lo que quería demostrar el estudio era que satisfacer dichos caprichos no era necesariamente bueno, y que por tanto imponer una dieta sana a los niños no era necesariamente malo.

Así pues, tras reunir a unos cuantos bebés de entre seis y los once meses, algunos de los cuales era huérfanos internados en instituciones, les sometió a una dieta en el que reinaba el libre albedrío tras ofrecerles hasta 34 alimentos diferentes (entre ellos estaban desde leche hasta hígado, pasando por patatas y bacalao). Todo el menú se ofrecía chafado, molido o picado a fin de que fueran fáciles de consumir.

Los gustos (naturales) de los bebés

Las conclusiones del estudio generaron un largo debate sobre gustos congénitos y gustos adquiridos, sobre fobias y filias, que incluso hoy en día todavía está muy vigente... porque los resultados fueron desconcertantes. A pesar de lo que pudiéramos haber sospechado, todos los bebés -salvo tres- probaron alegremente todos los alimentos, incluso el tuétano y los nabos. Entre las excepciones, dos que no se atrevieron a probar la lechuga y otro que parecía sentir asco por las espinacas.

Transcurridos los primeros días, los gustos se fueron perfilando con más claridad, ya que algunos niños empezaron a preferir unos alimentos sobre otros. Pero ¿todos empezaron a preferir los mismos? No. De hecho, se creó un patrón de filias y fobias único en cada niño porque no había un patrón único. Lo más llamativo, sin embargo, es que los niños se alimentaban de una forma razonablemente equilibrada.

La media de distribución de calorías entre aquellos niños fue de un 17% de proteínas, un 35% de lípidos y un 48% de carbohidratos, algo que podemos considerar bastante sano. Además, en función de sus carencias, los niños parecían preferir determinados alimentos. Por ejemplo, cuatro que sufrían raquitismo se curaron por sí solos consumiendo un aporte suficiente de vitamina D y calcio. Cuando un niño estaba resfriado, comía mayormente zanahorias, remolachas y ternera.

Los resultados fueron ciertamente singulares, aunque nunca se pudo analizar de forma exhaustivamente todo el corpus del experimento. De hecho, tras el fallecimiento de Davis en 1959, todas las cajas que albergaban los datos en bruto fueron tiradas a la basura. Actualmente sería muy difícil llevar a cabo un experimento de similares características para refrendar los resultados, dadas las actuales dudas éticas que plantea tener a niños encerrados en un laboratorio durante meses u años permitiendo que se alimenten -quizá peor que el monstruo de las galletas-.

Tal vez el diseño del experimento de Davis adolezca de no pocos errores metodológicos, como el grupo de alimentos escogidos (la mayor parte suponían una dieta saludable), porque cabe cuestionarse si los resultados hubieran sido los mismos si entre los alimentos hubiera varios ejemplos de bollería -por ejemplo-.

Con todo, aquel experimento único en su especie abrió la veda a muchos otros, poniendo en entredicho las posturas dominantes de los pediatras y poniendo de manifiesto una vez más que la alimentación y todos los elementos que intervienen en ella son complejos y esquivos.

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