SOMOS SELECTIVAMENTE SOCIABLES
¿Por qué nos gusta tener miles de amigos en redes sociales pero nos incomoda hablar con desconocidos?
Nos encanta tener innumerables amigos a través de nuestras redes sociales, interactuar con ellos e incluso contarles intimidades, a pesar de que a la gran mayoría sólo los conocemos virtualmente… sin embargo nos es sumamente difícil entablar una conversación con nuestro desconocido compañero de asiento en un trasporte público. ¿El motivo?
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Ser activamente sociables nos hace sentirnos bien, aumenta nuestros niveles de serotonina y mejora notablemente nuestra salud. De ello están convencidos los especialistas, quienes publican estudios en los que aseguran que nuestra felicidad y estado de ánimo está estrechamente relacionados con el contacto social que mantengamos con otras personas.
Con la aparición de las redes sociales en la última década nuestra capacidad de relación con otras personas se ha disparado, ocupando en ello un tiempo similar al que dedicamos al trabajo o descanso. Y es que el conversar e interactuar con otras personas a través de las redes se ha convertido en la actividad de ocio en la que invertimos más horas: un alto porcentaje de personas usan su tiempo libre exclusivamente para sociabilizar.
Pero, paradójicamente, a pesar de ser altamente sociables hay un hecho que solemos realizar continuamente: ignorar y no dar conversación a personas desconocidas que tenemos junto a nosotros durante un trayecto en transporte público e incluso en el ascensor, donde muchos dan al botón de cerrar las puertas rápidamente para no tener que viajar con desconocidos.
Sin embargo los especialistas en psicología y conductas sociales se empeñan en animarnos a que perdamos el miedo o vergüenza a entablar conversaciones con desconocidos, debido a que se ha demostrado que una charla de varios minutos al día con alguien extraño acabará proporcionándonos felicidad.
La 'felicidad' de hablar con alguien
Así lo han determinado varios estudios en los que se dividía a los voluntarios en tres grupos y a cada uno de ellos se les pidió que desarrollaran un rol a la hora de subir a un trasporte púbico: el primero conversar con un desconocido, el segundo colocarse en una zona aislada y sin mantener contacto y el tercero comportarse como habitualmente hacía.
De los tres grupos, tras rellenar un cuestionario con preguntas relacionadas con la experiencia que habían tenido, fueron los individuos del primer grupo quienes más satisfechos y felices dijeron sentirse.
El problema es que no se sabe a ciencia cierta qué es lo que nos lleva a ser altamente sociables a través de las redes y sin embargo incomodarnos el hecho de que alguien desconocido entable una conversación con nosotros.
En redes no funciona igual
Algunas hipótesis señalan que esa capacidad de sociabilizar en un cara a cara ha disminuido debido a que ese contacto en persona nos obliga a ser totalmente sinceros, mirar a los ojos y mostrarnos tal y como somos; todo lo contrario de lo que ocurre con las redes sociales en las que un gran número de usuarios adornan o alteran ligeramente parte de las cosas que explican -ya sea de algo que han hecho o sobre ellos mismos-.
Un estudio de la Universidad de Chicago indica que parte de la culpa de no relacionarnos con desconocidos es por el sencillo motivo de que, de forma incosciente, damos por hecho que esa persona tampoco tiene interés alguno en relacionarse con nosotros y que posiblemente podría llegar a incomodarle el que nos dirigiéramos a ella.
En cualquier caso, no siempre ni todos somos insociables con desconocidos con los que viajamos. De eso saben muchos aquellos que utilizan un transporte de los llamados de 'economía colaborativa' en los que una de las normas es dar conversación a la persona que conduce durante el trayecto.
Eso sí, en gran medida nos sentimos cómodos con esos desconocidos porque hemos tenido la posibilidad de escoger con quién queremos realizar el viaje, y además lo hemos hecho a través de una aplicación en la que previamente nos ha permitido visualizar el perfil social de esos otros viajeros. Así que son desconocidos, pero un poco menos.
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