¿Qué es realmente la homeopatía?

La homeopatía es una de las llamadas terapias alternativas. Es la más popular de todas y también la más rentable. Fue desarrollada a finales del siglo XVIII por un médico y químico alemán llamado Samuel Hahnemann, que enunció sus dos principios básicos. El primero de ellos afirma que “lo similar cura lo similar”. Es decir, que aquello que causa un síntoma puede también aliviarlo en una dosis lo suficientemente pequeña. El segundo sostiene que cuanto más diluida está una sustancia en agua más poder curativo tiene.

Los productos homeopáticos se siguen fabricando hoy en base a estos dos principios. Se diluye una planta medicinal en agua una y otra vez hasta que no queda una sola molécula de dicha planta. Luego se impregna una pastilla de azúcar o una crema en ese agua y ya tenemos un remedio homeopático.

Todo esto plantea una pregunta obvia: si no queda ni una molécula de la planta medicinal en el agua (ni, por tanto, en la pastilla o en la crema)… ¿cómo puede curar?

Esa incógnita ha acompañado a la homeopatía durante buena parte de su historia, hasta que un médico francés propuso una respuesta en los años 80 del siglo pasado. Se llamaba Jacques Benveniste, y dijo que la homeopatía cura gracias a que el agua es capaz de “recordar” las sustancias con las que ha estado en contacto. A esa cualidad la llamó “memoria del agua”.

Los experimentos científicos, por su parte, echan por tierra todos los presupuestos de la homeopatía. Jamás se ha demostrado que “lo similar cure lo similar”, jamás se ha demostrado que una sustancia muy diluida sea más potente, y jamás se ha demostrado que el agua tenga memoria. De ahí que la homeopatía sea una medicina alternativa y no una medicina: porque nunca en sus más de doscientos años de existencia ha podido demostrar que sea efectiva.

Ningún producto homeopático ha superado jamás un examen clínico, que son las pruebas que deben pasar los medicamentos antes de ser puestos a la venta. No existe ni un solo estudio científico que haya demostrado que un producto homeopático tenga una efectividad superior al placebo.

La prueba más concluyente de la ineficiencia de la homeopatía se encuentra en los llamados “test de doble ciego”. Su mecánica es muy sencilla. Se toman dos grupos de pacientes. A uno de ellos se le administra el medicamento que está siendo testado. Al otro, un placebo con la misma forma. Ni los sujetos que toman las pastillas ni los médicos que se las suministran saben cuál es el fármaco y cuál el placebo. Para que un medicamente pueda ser puesto a la venta debe superar este test, demostrando así que su efectividad es superior al placebo. Pues bien, la homeopatía no ha superado esta prueba jamás.

En otras palabras: los efectos de la homeopatía son indistinguibles del placebo. De ahí que carezcan de efectos secundarios… de mismo modo que carecen de efectos secundarios los caramelos.

La regularización que ha puesto en marcha el Gobierno no tiene nada que ver con la efectividad de la homeopatía. Lo único que pretende es establecer un marco legal para garantizar que los productos homeopáticos cumplen una serie de controles de calidad y seguridad. Se trata, en definitiva, de que las empresas productoras de homeopatía pasen por caja y paguen una tasa al Gobierno.

Mientras, cientos de miles de personas en todo el mundo consumen homeopatía. Y les funciona. Eso, sin embargo, no demuestra que cure. En palabras del cómico australiano Tim Minchin: “¿Sabes cómo llaman a la medicina alternativa cuando se demuestra que funciona? Medicina.”