atribuimos el sudor a las temperaturas veraniegas y al alcohol, pero no
¿Por qué sudamos cuando nos hinchamos a comer carne?
Domingo de barbacoa con amigos… y atribuimos el sudor que nos entra a las temperaturas veraniegas y al alcohol que acompaña a la parrillada. Pero no. Si fuera una mariscada en las mismas circunstancias, no sentiríamos esa oleada de calor.
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En el imaginario colectivo recordamos a Joey en Friends sudando ante un plato de carne o las competiciones de Crónicas Carnívoras y el protagonista secándose la cara con esfuerzo. Incluso la cadena de restaurantes Arby’s sorteaba el pasado invierno una línea de ropa -literalmente un chándal con impresión fotográfica de lonchas de jamón y panceta- entre los seguidores que se dieran un festín carnívoro y lo subieran a sus redes sociales. ¿Es real el fenómeno del #meatsweats o “sudores de carne” que se popularizó en Estados Unidos en los años 90?
Aunque todavía no existen estudios científicos que justifiquen esta sudoración excesiva ante el consumo de carne, sí es cierto que se ha relacionado la digestión con la respuesta metabólica del organismo.
Esto explica el mecanismo fisiológico de ingerir un alimento, digerirlo y absorber los nutrientes, y la energía que consumimos para hacerlo, conocida como “acción dinámica específica de los alimentos” (ADE), que mide la diferencia entre el metabolismo basal de una persona antes y después de comer.
Curiosamente, el ser humano tiene una tasa metabólica derivada de la digestión de solo el 25%, mientras que a los peces les cuesta un 136% y a las serpientes un 687% de su energía… sobre todo cuando comen animales por encima de su capacidad.
Se calcula que consumir proteínas implica un gasto energético de 30%, mientras que los lípidos solo implican un 14% y los glúcidos un 5%. ¿De dónde viene la diferencia? Posiblemente de las enzimas de las proteínas, que requieren más esfuerzo para metabolizarse.
Incluso la diferencia en el tipo de carne, su textura o dificultad para ser masticada y digerida influirá en el desgaste energético.
“Dependiendo de la dureza de la carne y su complejidad, es necesario masticarla más o menos antes de tragarla”, explica Keya Mukherjee, de la Universidad de Texas, a LiveScience.
“Las proteínas son moléculas extremadamente complejas y requieren mucha más energía que las grasas o los carbohidratos para ser metabolizadas. Si consumes mucha proteína en tu dieta y no comes mucho más, tu cuerpo producirá mucha energía y calor. Y eso podría a su vez provocar sudoración”.
Así que, aunque no existe estudio científico que lo confirme ni justifique… la próxima vez que dejes de ir al gimnasio por una barbacoa puedes argumentar que en realidad estás consumiendo energía y sudando mientras comes carne.
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