ES MÁS ÚTIL DE LO QUE CREÍAMOS
¿Por qué tendemos a infantilizar nuestro lenguaje para hablar con un bebé?
Todos los adultos solemos cambiar inconscientemente el tono de voz al dirigirnos a un bebé. Detrás de este sencillo acto se esconde algo mucho más complejo de lo que parece y que, además, es de gran ayuda para los pequeños.
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Posiblemente en alguna ocasión te has dirigido a un niño pequeño y automáticamente has infantilizado tu forma de hablar, utilizando palabras prácticamente incomprensibles y un tono algo cantarín. Y puede que también haya habido alguien presente que te haya recriminado el hecho de dirigirte de esa forma hacia el bebé, diciéndote que si le hablas de ese modo 'no aprenderá a hacerlo correctamente'.
Durante largo tiempo se ha tenido el convencimiento que el hecho de hablar a un niño con diminutivos e infantilizando nuestro tono y gestos no era algo útil para el desarrollo del pequeño y, por tanto, que lo que hacía era entorpecer su aprendizaje porque iban desarrollándose a raíz de imitar lo que decíamos y hacíamos los adultos.
Se recriminaba el uso de diminutivos para referirnos a ciertas cosas -por ejemplo llamar 'bibi' al biberón o preguntarle si quiere 'aba' en lugar de agua-, debido a que los peques acababan adquiriendo ese vocabulario como válido, y después sería muy difícil corregir esa forma de hablar.
Pero esas recriminaciones, aunque tienen su parte de razón, no son totalmente correcta. Tras muchos estudios y años invertidos en diferentes investigaciones, la ciencia ha logrado demostrar que esa peculiar forma infantilizada de dirigirnos a nuestros peques es algo que puede llegar a ser muy beneficioso para ellos, sobre todo cuando esa forma infantilizada de hablar a los bebés viene por parte de alguien cercano.
Una 'huella digital'
Así, si la madre, padre, abuelos o tíos de la criatura le hablan en ese tono infantilizado, esa cadencia se convierte en algo característico y exclusivo de cada individuo. Y eso, según los investigadores, ayuda al pequeño a identificar fácilmente a su correspondiente progenitor o a esos otros adultos que suelen interactuar con ellos.
Podríamos decir que ese tono determinado que ponemos al dirigirnos al peque es como una 'huella digital' -o vocal- propia, la cual saben detectar y diferenciar automáticamente.
De esa forma, si cogemos a varias personas, les indicamos que pongan un determinado tono y que digan las mismas palabras, el bebé automáticamente podrá identificar quién de los presentes es verdaderamente de su entorno íntimo o familiar y, sobre todo, sabrá con exactitud quién es su madre o padre.
Por poner un ejemplo práctico: una bandolina y un violín son dos instrumentos de cuerda, pero si escuchamos sólo su sonido seriamos capaces de distinguir a cuál corresponde cada uno -e incuso con otros muchos más instrumentos similares-. Esa es la diferenciación, aplicada a la voz humana, que es capaz de detectar un bebé por poco tiempo que tenga.
Es algo universal
Se ha podido demostrar en un estudio dirigido por Elise A. Piazza, investigadora postdoctoral del Instituto de Neurociencia de Princeton, que las madres cambian automáticamente el tono al hablar a un niño o a un adulto, y lo hacen sin ser conscientes. Todas ellas, hablantes de diferentes idiomas, fueron grabadas y sus palabras se analizaron informáticamente.
Para la prueba se les pidió que leyeran o explicaran un cuento a sus pequeños, pero que lo hicieran utilizando su tono de voz normal y sin infantilizar. De tanto en tanto eran interrumpidas por uno de los investigadores que les formulaban alguna pregunta.
En las grabaciones se pudo detectar cómo, casi de forma inapreciable, esas madres iban modificando su tono y forma de hablar si se estaban dirigiendo al bebé o al adulto. Lo curioso es que absolutamente todas utilizaron el mismo patrón de comunicación infantil, por lo que el equipo de investigadores de la Universidad de Princeton determinó que existe un mismo modelo de lenguaje común y universal que es utilizado indistintamente por todas las madres del planeta con sus hijos, sea cual fuere su idioma o nacionalidad.
En definitiva, ese peculiar modo de infantilizar nuestro lenguaje para dirigirnos a un bebé cumple una importante función dentro de su aprendizaje, proporcionándole confianza al poder detectar a quién corresponde la voz. Además, esa forma de hablar ayuda, entre otras muchas ventajas, a segmentar mentalmente las palabras en sílabas, siendo mucho más fácil su aprendizaje.
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