CUANDO EL CEREBRO VA POR LIBRE
Por qué a veces metes la leche en el armario y las galletas en la nevera
Solo imaginar que vamos a realizar una acción puede llevarnos a hacerla realidad inconscientemente. Por eso, si por casualidad recreas la imagen mental de poner un objeto en el lugar equivocado, puedes acabar colocándolo donde no corresponde sin darte cuenta.
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El café soluble a la nevera, la leche en el armario y las galletas vete tú a saber. Seguro que alguna vez has vivido la extraña experiencia de darte cuenta de que has colocado un objeto en el lugar que menos le corresponde o de que has pronunciado una palabra que para nada encaja con la frase que estabas diciendo. Como si tu cuerpo y cerebro se hubieran compinchado para actuar por su cuenta, solo eres consciente de lo sucedido cuando ya es demasiado tarde.
Este tipo de situaciones, que suelen considerarse no intencionadas, se deben al modo en que funciona el cerebro humano. Las personas controlan las acciones que van a realizar a través de imágenes mentales que las recrean en su cabeza.
Es por eso que, aunque lo hagan sin darse cuenta, formar en su mente una idea errónea de su próximo movimiento puede hacer que lo ejecuten involuntariamente, a pesar de que no se corresponda con lo que querrían hacer de haberlo pensado dos veces.
Este curioso fenómeno, que quien más quien menos ha vivido alguna vez en sus carnes, es el objeto de estudio de una investigación publicada recientemente en el Journal of Experimental Psychology y elaborada por un equipo de científicos de la Universidad de Plymouth (Gran Bretaña).
En el trabajo, los autores han conseguido demostrar por primera vez que es posible hacer que las personas hagan movimientos involuntariamente si se les incita a crear imágenes mentales suficientemente intensas de esa acción.
Cuando tu cerebro va por libre
Para analizar el fenómeno, los investigadores llevaron a cabo un experimento con varias decenas de voluntarios. Les pidieron que imaginaran cómo sus dedos golpeaban una superficie siguiendo un patrón marcado por un metrónomo, mientras permanecían completamente quietos.
Durante la prueba, además, proyectaban imágenes que mostraban tanto el mismo movimiento que ellos realizaban en su mente como otro distinto, indicándoles que las ignoraran y siguieran a lo suyo (si podían).
Esto fue suficiente para que los participantes no pudieran mantener quietos sus dedos, aunque se lo hubieran pedido así. En ocasiones, los movían siguiendo los patrones que veían en la pantalla, sobre todo cuando coincidían con los indicados por los científicos, ya que los reforzaban.
Así fue como estos científicos pudieron observar que, si conseguían crear una imagen suficientemente fuerte de una acción en la mente de los voluntarios, estos acababan llevándola a cabo inconscientemente.
Los resultados de este estudio refrendan la conocida comoteoría ideomotora de la acción, un concepto de la psicología que plantea que la simple idea de un movimiento es un antecedente suficientemente fuerte para que se produzca su ejecución. “Los hallazgos suponen un paso más en el conocimiento de cómo los humanos controlan sus acciones y por qué algunas veces fallan”, explica James Colton, líder del estudio.
Según este investigador británico, su trabajo representa una prueba de que “nuestras acciones siguen todo aquello que imaginemos”. Como consecuencia de ello, si esa recreación mental es la correcta, actuaremos según nuestra intención.
Sin embargo, si accidentalmente imaginamos algo distinto — algo que ocurre a menudo cuando hacemos varias cosas a la vez o tenemos la cabeza ocupada en otros menesteres— acabaremos actuando como no pretendíamos, entendiéndolo como algo involuntario.
Este curioso fenómeno podría tener resultados negativos cuando nuestras equivocaciones son graves o se producen en situaciones peligrosas o comprometidas. Afortunadamente, meter la leche en la nevera o decir algo inapropiado tiene arreglo y puede resultar, incluso, un accidente de lo más gracioso.
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