MONOS Y PERROS, LOS MÁS AFECTADOS POR LA ALOPECIA ANIMAL
Solo estos animales pueden quedarse calvos como los humanos
Los perros salchicha y los galgos ingleses son muy susceptibles de perder el pelo a causa de infecciones por hongos, mientras que una especie de macacos sufre una condición muy similar a la alopecia de las personas.
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La calvicie es, para algunos humanos, una condición ineludible que va escrita en los genes. Un destino que la medicina ha tratado de combatir (o, al menos, retardar) desde tiempos inmemoriales, con pastillas, ungüentos crecepelo o sofisticados trasplantes capilares.
El pelo es uno de los rasgos que definen a los mamíferos; incluso los delfines y las ballenas tienen algo de vello. Lo que les ocurre a las personas, casi siempre hombres, no es que el cabello se caiga masivamente, sino que se vuelve cada vez más corto y fino hasta que se hace microscópico, como si acabara de nacer.
No estamos solos: algunos primates se tiran del pelo hasta arrancárselo, dejando importantes calvas en su contrincante. Y los osos de anteojos o andinos pueden sufrir una alopecia acompañada por fuertes picores. Para esta última, sin embargo, existe tratamiento, pues se trata de un proceso autoinmune similar a los eczemas y no de una condición genética.
Solo dos especies de animales sufren una calvicie permanente similar a la humana: el macaco rabón y dos razas de perros, los teckel (o perros salchicha) y el lebrel o galgo inglés.
El resto pueden perder pelo de diferentes maneras: puede ser consecuencia de un rascado demasiado impetuoso, el resultado de infecciones de hongos o de ácaros parásitos o el efecto de una inflamación que destruye los folículos pilosos. En los erizos, por ejemplo, los ácaros se alimentan en torno a la base de las espinas, provocando la apertura del folículo y, por tanto, la caída de las púas.
Sin embargo, la calvicie no es tan común entre los animales silvestres como en los humanos. Para nosotros no se trata de una cuestión de vida o muerte, pero muchas especies dependen de su pelaje para ocultarse ante los depredadores o para conservar el calor y por eso la evolución les ha dotado de un genoma a prueba de alopecia.
El caso de los animales domésticos
Algunas especies domésticas tienen peor suerte. Los mecanismos empleados por los humanos para seleccionar ciertos tipos o razas pueden modificar los genes encargados de mantener intacta su pelambrera. Una de las principales causas de su pérdida son las alteraciones hormonales, pues los folículos pilosos están estrechamente relacionados con la glándula tiroides. Se trata de un tipo de cambios químicos al que son muy susceptibles tanto los teckel como los galgos ingleses.
Otras razas caninas, como el xoloitzcuintle (un perro mexicano prácticamente calvo) o el mítico crestado chino (que lleva el cuerpo desnudo, pero mantiene una frondosa melena), son seleccionadas específicamente para que pierdan el pelo a causa de una enfermedad genética conocida como displasia folicular. Los gatos esfinge, sin embargo, no pueden ser añadidos a la lista de animales calvos, pues en realidad están recubiertos por un vello muy fino.
A los macacos rabones, por su parte, les afecta una condición muy similar a la alopecia humana. La diferencia es que, en su caso, aparece por igual en individuos de sexo femenino y masculino. Precisamente este parecido con las personas ha convertido a esta especie en uno de los modelos animales más utilizados para probar fármacos crecepelo.
Unos parientes de estos últimos, los macacos rhesus, son muy aficionados, no se sabe muy bien por qué, a tirarse del pelo unos a otros. Pero, según un estudio publicado en el ‘American Journal of Primatology’ no es la única causa de que presenten zonas sin pelo, sino que su pérdida está asociada a factores como la falta de luz solar, de recursos que sí tienen en su hábitat natural, como hierba y polvo, y a los cambios estacionales.
Este tipo de monos, junto con otros primates y los humanos, también sufre una enfermedad conocida como alopecia areata causada por el propio sistema inmune del organismo, que destruye los folículos y provoca la pérdida de pelo en áreas localizadas del cuerpo. A diferencia de las personas, estas especies, al menos, no sufren crisis de imagen cuando ven mermado su abrigo natural.
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