SUPERAR EL CÁNCER CON TESÓN
Terry Fox, el hombre que desafió al cáncer corriendo
Hay historias que conmueven desde la empatía y otras que sobrecogen por el derroche inhumano de motivación y fuerza de voluntad. Probablemente, la de Terry Fox, —el Forrest Gump canadiense— haga ambas cosas.
Publicidad
No hay palabras para describir esta epopeya trágica, la batalla de un hombre contra su enfermedad, contra el tiempo y la distancia. Un ejemplo de cuando la ciencia pierde ante la tenacidad, tozudez y solidaridad de un joven agarrado a la vida y que corrió 5.373 kilómetros en 143 días recaudando más de 600 millones de dólares para la causa.
Si no conoces su historia, prepara grandes dosis de admiración y un paquete de kleenex. Probablemente los necesites.
Existe una clave en la semblanza de este muchacho canadiense de Winnipeg que se descubre en las decenas de documentales, películas y entrevistas familiares hechas tras convertirse en héroe nacional y que explica el éxito de su hazaña. Terry era un competidor admirable. Practicó innumerables deportes desde niño. Nació para ser una leyenda del baloncesto y fue una leyenda del atletismo, un superdeportista que no quería ni perder al pitch_and_putt que jugaba habitualmente cuando era pequeño con su padre. Que no quería perder ni al irreversible osteosarcoma metastásico que padecía.
Todo era absolutamente normal en la vida de Terry hasta la mañana del 12 de noviembre de 1976. Con 18 años, estrelló su coche contra una camioneta tras una leve distracción. El susto fue mayúsculo, los daños personales mínimos. Aunque el automóvil fue siniestro total, él no sufrió rasguño alguno. Tan solo un hematoma en su rodilla derecha. Nada que no le impidiera acabar la temporada de baloncesto en el Mary Hill Junior High School.
Pero solo unos meses más tardes el dolor era ya insoportable. Terry decidió acudir al hospital en busca del fatídico diagnóstico: Osteosarcoma. Un agresivo cáncer de huesos que se suele manifestar cerca de las rodillas. Tenía el 15% de opciones de supervivencia en los próximos dos años.
A partir de aquí comienza la leyenda. Imagina cómo reaccionarías tú ante un shock tan brutal en la flor de tu vida. Te ponen fecha de caducidad con tan solo 18 años. Imagina qué harías tras sufrir la amputación de una pierna y severas sesiones de quimioterapia con una prometedora carrera deportiva por delante. Imagina lloros, egoísmo, decaimiento, tristeza, depresión, culpabilidad, ¿Por qué a mí?... Ahora aprende de los ‘pasos’ que dio ‘La Leyenda’.
"No creo que esto sea injusto. Es simplemente cáncer. No soy el único, esto le pasa constantemente a la gente. No soy nada especial. Mi enfermedad tan sólo intensifica lo que hago. Le da más sentido. Va a inspirar a más personas. Me gustaría que la gente se diese cuenta de que cualquier cosa es posible si se intenta, los sueños son posibles si lo intentas”.-Terry Fox
Terry quedó conmovido y conmocionado por las decenas de crueles historias de niños que vivía en el hospital donde recibía el duro tratamiento. Sentía rabia, culpabilidad e impotencia. Las historias habían fluido y cambiaban constantemente de figurantes desde mucho antes de su diagnóstico sin ser conscientes de ellas. Pero el dolor era siempre el mismo. El destino se las puso ahora delante y le permitió ser protagonista para intentar evitar tanta indiferencia.
.
Tenía que hacer algo. Le sobraban ganas y le faltaba tiempo. Tan solo un año después de su diagnóstico y gracias a los avances médicos su esperanza de vida subió al 50%. Terry era un amante del deporte y de la ciencia.
En plenas sesiones de quimioterapia se incorporó al equipo nacional de baloncesto en silla de ruedas. Su pasión por la educación física aplicada a la salud le llevó a estudiar kinesiología en la Universidad Simon Fraser y a valorar el increíble trabajo de los médicos que le atendían. Pero no era suficiente. Terry quería correr la maratón. La corrió en 1979. Pero tampoco fue suficiente. Quería acabar con su cáncer y el de miles de personas. Decidió correr más.
"Si todos los canadienses diéramos un dólar, tendríamos 22 millones para la investigación del cáncer, no hay ninguna razón por la que esto no sea posible. ¡No hay razón!"
Dicho y hecho.. se lo pediría uno por uno, si fuese necesario. El 12 de abril de 1980 Terry comenzó a correr del Atlántico al Pacífico con una sola pierna, dos botellas de agua de recuerdo, su mejor amigo y una camioneta de apoyo.
Las tormentas y la nieve de los primeros días de esos 8.300 kilómetros no eran nada comparados con la absoluta indiferencia que provocaban. La idea era pedir ese dólar en cada pueblo que cruzase, en cada ciudad que descansara, en cada parque donde pararse a hacer las curas diarias de quistes y rozaduras de su maltrecho muñón. Era el Maratón de la Esperanza.
Conforme quemaba kilómetros —un maratón diario sin descanso— iba despertando la curiosidad de vecinos y medios. Por la mañana corría, por la tarde descansaba y daba conferencias o entrevistas y pedía dinero. Punto de inflexión fue el discurso que dio a las afueras de Ottawa. O las 10.000 personas que le recibieron en Toronto al grito de.. ‘Keep going, don’t give up, you can do it!’
El 31 de agosto una tos seca interrumpía su respiración y el maratón diario. Lo que parecía un simple resfriado le llevó directo al hospital. Al día siguiente daba una rueda de prensa que conmocionó al mundo y donde anunció que el cáncer regresaba para extenderse a sus pulmones y él abandonaba cuando llevaba más de la mitad del recorrido planeado.
Murió unos meses más tarde. Hoy en día se celebran más de 4.000 carreras en todo el mundo en su nombre. Desde entonces su fundación ha recaudado más de 600 millones para la investigación contra el cáncer. Aproximadamente, la mitad de lo que se ha invertido en toda España desde entonces.
Increíble... ¿verdad?
Publicidad