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SEGÚN CÓMO HABLEMOS LO DEFINIMOS DE UNA FORMA DISTINTA

El tiempo es más relativo de lo que creíamos: depende hasta del idioma que hablemos

¿Hasta qué punto el idioma que hablamos modela nuestra interpretación del mundo? Dos psicólogos han intentado responder a esa pregunta partiendo de un concepto teóricamente universal: el tiempo.

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La lingüística está dividida. La visión universalista considera que los conceptos abstractos son universales, cualquiera que sea el idioma que hables (o, mejor dicho, cualquiera que sea el idioma en que pienses). La tesis relativista, por el contrario, sostiene que nuestra lengua altera de manera decisiva la percepción que tenemos de esos conceptos abstractos: para los lingüistas relativistas nada es universal, ni siquiera el tiempo.

¿Quién tiene razón? ¿Es posible demostrar una de las dos teorías, hay alguna forma de someterlo a prueba experimental? Un par de psicólogos, convencidos de que tiene que haberla, realizaron una serie de experimentos al respecto cuyos resultados se publicaron hace unos días en 'Journal of Experimental Psychology'.

En ellos seleccionaron dos grupos de sujetos, uno de ellos hablaba español y el otro, sueco. A todos se les mostró una línea que creía tres centímetros cada tres segundos y otra que crecía seis centímetros cada tres segundos. Una, por tanto, crecía mucho más que la otra, pero ambas en idénticos intervalos de tiempo.

La tarea de los sujetos consistía simplemente en calcular cada cuánto tiempo crecía esas líneas, y los resultados divergían: los hispanohablantes concluyeron fácilmente que ambas líneas crecía cada tres segundos, mientras que los suecos consideraron que la línea que más crecía lo hacía cada cuatro o cinco segundos.

Según los investigadores esto se debe a las distintas maneras en que los hablantes de uno y otro idioma se refieren al tiempo. En sueco, el tiempo se expresa fundamentalmente en términos de distancia (un minuto es largo o corto), mientras que en español, sin embargo, existe también el concepto volumétrico del tiempo (tienes "mucho tiempo" o "poco tiempo", puedes tener la semana vacía, llena o "hasta arriba").

Si tradujéramos esos conceptos a términos gráficos, un sueco concebiría el tiempo como una línea por la que avanza inexorablemente, mientras que, para un hispanohablante también podría tener la forma de un cubo que se va llenando (o vaciando). Los investigadores consideran que esta diferencia explica las dificultades de los suecos a la hora de enfrentarse a su experimento: al mostrar dos líneas que crecen tamaños distintos durante el mismo tiempo, los suecos creen que pasan distintas cantidades de tiempo.

Esto, sin embargo, no quiere decir los hispanohablantes concibamos del tiempo de manera más precisa: sólo quiere decir que nos equivocamos de distinta manera.

En un segundo experimento, los investigadores sustituyeron las líneas crecientes por compartimentos que se iban llenando cada cierto tiempo; la misión de los sujetos consistía ahora en calcular cada cuánto tiempo se llenaban. Esta vez los suecos no tuvieron ningún problema, mientras que los hispanohablantes empezaron a errar a medida que el contenedor se iba llenando: cuanto más lleno estaba el compartimento, más tiempo creían que tardaba en llenarse... exactamente el mismo tipo de error que cometían los suecos con el experimento de las líneas.

Los psicólogos repitieron ambos experimentos con personas bilingües y también con hablantes (no bilingües) de ambos idiomas, suecos e hispanohablantes, a quienes no se les dio ninguna explicación verbal. En esos casos la diferencia entre los dos grupos fue mucho menor.

Los investigadores sospechan que, más allá del lenguaje, los humanos concebimos el paso del tiempo como una distancia física. Eso es, en cierto modo, lo que nos dice la experiencia y la intuición: cuando más lejos está el lugar al que vamos, más tardamos en llegar. Es el idioma (algunos idiomas) los que nos apartan de ese sesgo introduciéndonos uno distinto, así que la tesis relativista parece imponerse... por ahora.

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