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SENSACIÓN DE PELIGRO DESMESURADA

¿Todo son desgracias? Esa sensación de que el mundo se acaba no es sólo cosa tuya

Huracanes, terremotos, inundaciones… Si bien es cierto que ocurren desgracias y catástrofes, la abundante información que recibimos sobre estos fenómenos puede hacernos pensar que son más frecuentes de lo normal.

Ciudad de México envuelta en el caos

Ciudad de México envuelta en el caosEFE

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Durante las últimas semanas las catástrofes han copado los titulares en los medios. Al huracán Irma y su arrasadora fuerza se le ha unido recientemente el devastador terremoto que sacudió hace sólo unos días el centro y sur de México provocando más de trescientos muertos.

Desafortunadamente, las desgracias e injusticias son el pan de cada día de los habitantes del planeta, en especial de aquellos más desfavorecidos. Pero cuando desastres naturales como los anteriores se agolpan en una misma época, sumándose a otras adversidades de menor calibre, hay quien comienza a preguntarse (con razón) si no serán ciertas las profecías que vaticinan un fin del mundo inminente.

Sin embargo, la ciencia y la estadística acuden al rescate para poner los pies en la tierra a los más agoreros. Si atendemos a la psicología y echamos un vistazo al pasado, es posible encontrar motivos de peso para pensar que a los humanos aún les quedan muchos años sobre el planeta.

La cabeza manda

La sensación de que el mundo se termina no es nueva, pero hasta los años '70 nadie se había parado a pensar que podía tratarse de una impresión, una apreciación subjetiva que, en muchas ocasiones, es sólo una sensación a la que se le da más peso que a los datos objetivos.

Fue el experto en comunicación George Gerbner quien propuso una teoría al respecto en sus estudios sobre la influencia de la televisión en la sociedad. Denominó al fenómenosíndrome del mundo cruel basándose en la creencia de los estadounidenses de la época de que el mundo se estaba convirtiendo en un lugar más peligroso, incluso cuando la estadística desmentía esa idea.

En otras palabras: por mucho que los datos digan una cosa, si la percepción que tenemos es otra distinta, será difícil que cambiemos de idea. Esto ocurre, por ejemplo, en el caso de la percepción del riesgo de sufrir un accidente aéreo o uno de coche. Muchas personas temen a los viajes en avión por miedo a un posible accidente, mientras que se montan en un automóvil tan tranquilos. Sin embargo, las probabilidades de morir en un avión son de una entre 9.737 y las de fallecer en un coche, una entre 237.

Imagen de un huracán
Imagen de un huracán | Cayobo I Flickr

Con los desastres pasa algo parecido. Diferentes estudios han confirmado que la prevalencia de los fenómenos naturales extremos y devastadores ha aumentado, pero no se ha producido un crecimiento exagerado. Aunque tengamos la sensación de que cada uno de ellos es una catástrofe, el incremento de su frecuencia se mantiene constante.

“Es muy importante nuestra percepción de cómo de habitual es un suceso”, asegura la investigadora Catherine Bradshaw, coautora de un trabajo sobre esta temática. Los datos pueden demostrar cierta información, pero si las personas creen algo distinto los pensamientos de miedo pueden sustituir a los racionales.

El papel de la memoria

El hecho de que parezca que las catástrofes y los accidentes de avión son muy frecuentes se debe a un sesgo cognitivo conocido como heurística de la disponibilidad. Se trata de un mecanismo mental por el que determinamos inconscientemente la probabilidad de que suceda un acontecimiento basándonos en cómo y cuán a menudo lo recordamos.

A principios de los '90 los psicólogos descubrieron que los recuerdos más fáciles de evocar son aquellos más extraños o que llevan asociado un mayor peso emocional. Es por eso que resulta más sencillo traer a la mente imágenes de calles inundadas o edificios destruidos que sobre panoramas más agradables.

Las escenas de la destrucción producida por Irma o por el reciente terremoto no sólo han ocupado las portadas de los periódicos, sino que también han inundado las redes sociales. Así, podrían parecer casi los únicos sucesos importantes que han ocurrido últimamente, cuando los fenómenos extremos relacionados con el clima afectan a millones de personas cada año.

Según la heurística de la disponibilidad, estos desastres nos parecen apocalípticos porque captan toda nuestra atención, a pesar de que los datos demuestran que son predecibles (Irma se formó en la temporada de huracanes) y raros (son poco comunes las tormentas y lo seísmos tan potentes, y menos en esas zonas).

La teoría del síndrome del mundo cruel no niega que exista la destrucción y la desgracia, solo sugiere que quizá el mundo no sea tan peligroso como muchas veces pensamos y que, por tanto, conviene calibrar bien nuestros miedos de acuerdo con los datos y la experiencia.

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