LA REBELDÍA JUVENIL MASCULINA ES UNA MANIFESTACIÓN DE ARROJO EMPRESARIAL
El adolescente gamberro suele ser de adulto buen emprendedor
Los jóvenes que muestran conductas antisociales durante la adolescencia tienen mayor tendencia a convertirse en empresarios en su madurez.
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¿Recuerda cómo era el rebelde de su clase cuando iba al instituto? ¿Ese chico que respondía a los profesores, que hacía pellas, que fumaba en los baños y que copiaba en los exámenes? Pues tenía madera de emprendedor. Es una noción que han manejado desde hace tiempo tanto psicólogos como economistas, pero la teoría empieza a cristalizar. Como dijo Abraham Zaleznick, profesor de la Escuela de Negocios de Harvard: “Si queremos entender al emprendedor, debemos fijarnos en el delincuente juvenil”.
Para comprobar esta teoría, investigadores alemanes y suecos pusieron una lupa sobre 1.000 niños... hasta que se hicieron cuarentones. Recopilaron datos exhaustivos sobre comportamiento escolar, calificaciones, relaciones en clase, castigos paternos, faltas en la escuela, condiciones socioeconómicas, inteligencia... Todo un retrato de los chavales a medida que iban creciendo. Y una vez cumplieron entre 43 y 47 años, les entrevistaron para ver cómo les había tratado la vida.
Los adolescentes que habían tenido un comportamiento antisocial, los gamberros de la clase, eran ahora los emprendedores. En la actualidad, ya entrados en los 40, presentaban una mayor tendencia a haber montado negocios o dirigían empresas aquellos que de críos que mostraron una alta tendencia a romper las reglas en el cole, a enfrentarse a los padres y a desobedecer sus órdenes, los que hacían trampas para aprobar, los que coqueteaban con las drogas y el juego, los que hacían novillos y cometían pequeños hurtos en las tiendas.
“Los datos sugieren que el comportamiento de los adolescentes que se rebelan contra las normas socialmente aceptadas no conduce necesariamente a que sean criminales en su edad adulta. Al contrario, puede ser la base para un emprendimiento productivo y socialmente aceptable”, resume el líder del estudio, el doctor Martin Obschonka, de la Universidad de Jena, que contó con la ayuda de la Universidad de Estocolmo.
Para el estudio se cruzaron los datos de la muestra de 1.000 suecos analizados para comprobar si esta conducta antisocial tenía continuidad en la madurez. En absoluto. De hecho, los adolescentes gamberros no destacan por cometer ilegalidades una vez se hacen mayores, ya que tenían la misma media de infracciones que los demás. "Sobre la base de los datos, se puede asegurar que el promedio de los empresarios no cometieron más delitos al llegar a la madurez que los no emprendedores", explica Obschonka. Y añade: "Del mismo modo, tampoco encontramos diferencias en relación a actitudes antisociales".
Desde la perspectiva del empresario que monta un negocio, la noción de riesgo es básica. Son esas personas capaces de tomar caminos arriesgados, cercanos a esa noción de inconformismo. Según los investigadores es este coraje para explorar lo prohibido lo que comienza a manifestarse durante la adolescencia con ese afán por romper reglas. El riesgo de hacer cosas prohibidas, más que estar en contra de las normas, es lo que define la personalidad de estos chavales.
Parece claro que la rebeldía adolescente marca el camino para el riesgo empresarial. Y a partir de aquí, los matices.
Ni chicas, ni rebeldes de boquilla ni auténticos delincuentes
Los investigadores descubrieron que únicamente los jóvenes que cometían actos de rebeldía, que hacían cosas prohibidas, tenían ese gen emprendedor. Los rebeldes de boquilla, los que mantenían un discurso contrario a las jerarquías pero no se la jugaban, no alcanzan niveles llamativos de emprendimiento al llegar a la edad adulta.
Además, los investigadores no encontraron esta misma relación en el caso de las chicas: únicamente entre los varones se da este salto de la adolescencia inconformista a la madurez empresarial.
Es importante destacar que los que terminaron siendo empresarios se dedicaban en su adolescencia a gamberradas moderadas como las que se enumeraron antes; los delincuentes juveniles, aquellos que cometían delitos y auténticas fechorías no siguieron el camino de los negocios.
“En resumen”, reza el estudio, “tenemos dos caras de la misma moneda: el espíritu empresarial de un lado y del otro las tendencias antisociales en edades tempranas en los varones. Sin embargo, los datos también apuntan que estos empresarios se adaptan sin problemas a las reglas de la sociedad en la edad adulta”.
A juzgar por los investigadores, esta relación explicaría una aparente paradoja: que muchos famosos empresarios que se convierten en referentes sociales tengan un pasado complicado e incluso tormentoso con algún que otro fichero policial o un historial de expulsiones de colegios.
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