¿QUÉ CONVIERTE A UN ANIMAL EN INTELIGENTE?
Animales que saben bailar y otras formas de demostrar inteligencia
Los humanos tendemos a creer que somos los únicos seres inteligentes que habitan el planeta, pero no es así. Muchos compañeros de hábitat comparten características como la comunicación, la construcción social o el empleo de herramientas.
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¿Qué distingue al ser humano del resto de especies animales que pueblan la Tierra? Somos bípedos, hablamos, nos agrupamos socialmente, construimos elementos artificiales para facilitarnos la vida, resolvemos problemas complejos y actuamos de forma profundamente antinatural en muchos aspectos.
Pero nada de eso es exclusivo.
Si bien es cierto que no hay demasiados animales bípedos, todos se comunican de alguna forma por sencilla que sea, casi todos interactúan con sus semejantes y forman grupos para afrontar mejor desafíos, unos cuantos son capaces de usar herramientas -incluso construirlas, aunque sea de forma muy elemental-, afrontan retos complejos e, incluso, van en contra de la naturaleza. Porque sólo se puede entender como algo antinatural el consumir sustancias nocivas, exponerse a grave riesgo o ser el mayor depredador del planeta incluso cuando dicha conducta no responde a necesidades alimenticias o de supervivencia. Hasta con sus propios descendientes.
Ni siquiera en lo peor los humanos tenemos la exclusiva. De hecho, hasta la política existe en el reino animal.
Ejemplos de animales inteligentes hay por doquier: desde la curiosa forma en la que los perros callejeros moscovitas usan a los humanos y sus creaciones para sobrevivir hasta los cuervos que manejan las leyes de la física, y eso por no citar a nuestros congéneres primates y sus extraordinarias capacidades.
Hay animales que son tradicionalmente contados entre los inteligentes, como los delfines, a quienes los humanos usamos incluso para las tareas más despreciables a las que nos dedicamos: la guerra, y otros, como asnos o perros, cuyo desarrollo intelectual se ha visto afectado por su relación con los humanos.
Pero aún hoy los animales siguen sorprendiendo, con especies que se consideraba que no tenían grandes habilidades mentales y que, sin embargo, sí las tienen. Es el caso de las cabras, que aprenden rápidamente a resolver puzzles mecánicos y, además, son capaces de recordar cómo se solucionaban una vez han sido puestas en contacto con ellos. Y todo ello en un porcentaje de casos muy alto y en poco tiempo. Siempre hay, claro, algún ejemplar que suspende la convocatoria, incluso quienes intentan resolver el puzzle embistiéndolo, que no deja de ser una opción, pero no es la mejor manera de conseguir graduarse.
Una de las habilidades complejas que creíamos que distinguían a los humanos de otras especies animales era algo mucho más pacífico: la música. No la posibilidad de producirla, porque muchas especies se comunican con sonidos rítmicos y algunos de nuestros instrumentos musicales se basan en los sonidos de animales -el trino de los pájaros, por ejemplo-, sino la capacidad de bailar. Pero bailar de verdad, es decir, moverse de forma rítmica como respuesta a unos sonidos determinados, encajando los movimientos del sujeto a los de la melodía, y que esa conducta sea espontánea -es decir, no aprendida ni imitada- e inmediata.
Con esas reglas los investigadores no habían encontrado especie alguna capaz de hacer eso, pero en estas apareció YouTube y, con él, hordas de humanos encantados de colgar miles de vídeos de animales bailando. En realidad sólo unos pocos cumplen las normas descritas y corresponden, según se sabe hasta la fecha, a dos únicas especies además de los humanos: muchos tipos de loros y los elefantes asiáticos.
Toda esta línea de investigación fue posible gracias a un ejemplar de cacatúa llamado Snowball que fue llevado por sus dueños a un refugio para loros porque no podían dedicarle el tiempo suficiente. Junto a él entregaron un CD de los BackStreet Boys ya que al animal le encantaba bailar con una canción en concreto
El éxito del vídeo en la Red hizo que un investigador contactara con la responsable del centro y entre ambos comprobaron que efectivamente estaban ante el primer ejemplar no humano conocido con capacidad de bailar. Lo demostraron exponiéndole a una veintena de versiones de la misma canción, sólo que variando la velocidad y el ritmo, y comprobando que respondía satisfactoriamente. No clavó el ritmo -de hecho, sólo acertó en uno de cada cuatro movimientos- pero consideraron que dicho ratio de acierto no era fruto del azar, sino simplemente de falta de ritmo.
Una vez comprobado eso, y usando miles de vídeos de decenas de especies, fueron cribando a los 'falsos' bailarines de los reales, y llegaron a la conclusión de que, además de loros y humanos, también los elefantes asiáticos tienen esta capacidad. Sólo ellos, nada de primates ¿Por qué? Eso aún no se sabe, pero están con la partitura de la investigación.
Quizá a ti clavar uno de cada cuatro pasos te parezca poca cosa. Eso es porque no me has visto bailar a mí.
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