PASAJEROS INESPERADOS
Así son las bacterias invisibles que viajan con nosotros en el Metro
Los vagones de metro transportan en su interior comunidades de microorganismos con cientos de especies distintas.
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Miles de usuarios en cuestión de minutos, kilómetros y kilómetros recorridos a diario y una higiene desigual: ese vagón del metro al que nos subimos a diario ha visto mucho mundo y, lo que es más importante, ha sido manoseado por muchos usuarios que, agarrados a su barra para no caer en una frenada, han dejado una huella invisible de su paso por el servicio de transporte público.
Así lo ha demostrado un reciente estudio llevado a cabo por un grupo de investigadores de la Universidad de Hong Kong para el que primero se buscaron voluntarios que accedieran a entrar en el metro de Hong Kong con las manos limpias, para pasar media hora viajando en uno de sus vagones y, por último, pusieran la piel de sus manos a disposición de la ciencia para analizar qué cambios había sufrido tras 30 minutos en contacto con esas barras que pasan por las manos de medio Hong Kong.
Al analizar las manos de los participantes en el estudio, los investigadores encontraron que la mayoría de los microbios recogidos eran bacterias comunes de la piel, mientras que los organismos no bacterianos más abundantes en el estudio fueron levaduras.
Además, la investigación permitió comprobar que no todos esos microbios sobreviven a una dura jornada en el metro: si bien en los pasajeros de la hora punta de la mañana se encontraron hasta 140 especies distintas, en la última hora del metro muchas de esas especies se habían esfumado, y esta singular población del metro se había visto reducida a solo 48 especies distintas.
Además, la comunidad microbiana conformada en cada una de las líneas del transporte público era diferente: su composición venía determinada por el punto geográfico en el que empieza cada línea de tren. De hecho, la composición de estas comunidades microbianas bien podría servir para dibujar un insólito mapa de una ciudad con metro.
En el caso de este estudio, por ejemplo, se detectaron bacterias con resistencia a los antibióticos médicos en las líneas de tren del norte de Hong Kong al comienzo del día, aunque fueron capaces de dispersarse por el resto de líneas al acabar la jornada. Además, los investigadores también detectaron bacterias resistentes a la tetraciclina procedentes de la alimentación de los cerdos.
En definitiva, todo eso que no vemos en el metro está, y de qué manera: una sola jornada a bordo de un vagón sería suficiente para vivir el nacimiento, reproducción (e incluso muerte) de toda una comunidad de pequeños e imperceptibles organismos. Aunque, en realidad, mejor no pensar cuántas especies distintas puede haber en esa barra a la que nos agarramos día tras día.
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