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ANÁLISIS SOBRE LOS ESTUDIOS SOBRE EL DOLOR HUMANO

La ciencia usa siempre ratones macho en sus ensayos (y eso afecta a la salud de las mujeres)

Un análisis sobre los estudios sobre el dolor humano deja una conclusión reveladora: en las investigaciones, la inmensa mayoría de los ratones utilizados son macho. Y ello afecta al estudio de las dolencias femeninas.

Ratones machos para experimentos

Ratones machos para experimentos tartaucitron en Flickr bajo licencia CC

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Lo resumió muy bien la periodista Erica Check Hayden en 2010: “El paciente más común con dolor crónico es una mujer de 55 años, mientras que el objeto de estudio preferido para buscar causas y soluciones es un ratón macho”.

Si los mecanismos del dolor fueran similares en machos y hembras podría no parecer un problema, pero no es el caso.

Las hormonas sexuales influyen en la forma en la que el cerebro procesa el dolor.

Por ejemplo, un estudio publicado en 2015 demostró que, en el caso de la hipersensibilidad al dolor, no son las mismas células inmunes las que median en la médula espinal de roedores machos y hembras.

Aunque los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos abogan por usar roedores de ambos sexos en los estudios preclínicos, el investigador canadiense Jeffrey Mogil muestra que la realidad es muy distinta en un artículo publicado en 'Nature'.

O, al menos, en el campo del estudio del dolor.

De las 71 investigaciones publicadas por la revista 'Pain' que utilizaron ratones en 2015, en 56 usaron solamente ratones machos, en seis sólo hembras, en seis no se especificó el sexo de los animales y sólo en tres habían trabajado con ratones de ambos sexos.

Esto supone sólo el 5% del total, por lo que Mogil, director del laboratorio de genética del dolor de la universidad de McGill (Montreal), se dispuso a preguntar por las causas de este abandono femenino en los experimentos.

Los motivos de la “discriminación”

La primera razón que encontró entre sus colegas es que temen incorporar ratones hembra a los estudios por la variabilidad que producen los niveles fluctuantes de las hormonas femeninas, que pueden alterar la lectura de los resultados.

Pero Mogil ya rebatió este argumento con un estudio publicado en 2005, demostrando que la introducción de hembras en las muestras no conlleva diferencias significativas.

Sobre todo, porque  los propios machos tienen su propia fuente de variabilidad, que son las jerarquías que con su lucha hace que haya dominantes y sumisos.

El segundo motivo que le dieron suena más a excusa barata, ya que algunos científicos decían que eran reacios a incluir ratones hembra porque pensaban que, entonces, era necesario duplicar el tamaño de los grupos.

Mogil sostiene que la duplicación no es imprescindible, simplemente con que haya un 50% de cada sexo y aumentar la muestra sólo acorde a la variabilidad y la necesidad del estudio.

Además, es una forma de enriquecer el estudio con las diferencias de género.

La tercera (y la más fuerte) razón de las reticencias tiene que ver con el proceso de aprobación y publicación del estudio. Temen que los revisores requieran a los investigadores que utilizan un estudio que involucra a ambos sexos que rehagan su experiencia según cada fase del ciclo hormonal de las hembras (ciclo estral).

Esto se puede rebatir, según el autor, afirmando que no se pide a los científicos que analizan los resultados de roedores masculinos que vigilen los también fluctuantes niveles de testosterona.

Mientras se superan estos obstáculos, afirma Vigil, “estamos fallando en nuestro trabajo si llevamos a cabo las investigaciones sólo con ratones macho, que producen resultados que pueden ser usados sólo para los hombres”, estrapolando esto a los trabajos sobre el dolor, en los que cree que la diferencia de sexo es una variable biológica real.

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