EL ÉBOLA AMENAZA CON PRESENTARSE EN EL PATIO DE NUESTRA CASA
Cinco lecciones de la gripe A para la alarma por el Ébola
En tiempos de la comunicación inmediata, el pánico se transmite mucho más rápido que los virus (y el apocalipsis hace vender muchos periódicos)
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En el año 2009 se declaró una alerta roja global por culpa de una nueva y en apariencia terrible enfermedad que, durante 12 meses, capitalizó toda la atención mediática. El primer brote se localizó en México, aunque pronto saltó a Estados Unidos y a Canadá. Fue bautizada como gripe A.
Apenas tres meses después de su descubrimiento, la Organización Mundial de la Salud decretó un nivel de alerta por pandemia 6, lo que supone que el virus se está propagando de persona a persona en varios países alejados entre sí. Se publicitaron una serie de medidas de prevención, sospechosamente cercanas a eso llamado sentido común, como lavarse las manos “bien” o taparse la nariz y la boca al estornudar.
Al mismo tiempo, dos neologismos aterrizaban en los medios de comunicación: Tamiflú y Relenza. Se trataba de los antivíricos recomendados por la OMS, producidos por las farmacéuticas Hoffmann-La Roche y GSK. Los únicos, según la OMS, efectivos contra la gripe A. Los Estados del mundo rico, presas del pánico y la urgencia, los compraron a toneladas. España llegó a tener 15 millones de tratamientos bajo custodia militar (10 millones que ya tenía más 5 que se compraron por si acaso).
La crisis completa, desde el descubrimiento de los primeros casos en México hasta la declaración del estado pospandémico, duró apenas un año y costó la vida a unas 19.000 personas. Para establecer una comparación justa, sepa que la gripe estacional provoca entre 250.000 y medio millón de muertos anuales.
La actual crisis del Ébola no tiene nada que ver con todo aquello, es cierto. Se trata de una enfermedad identificada desde mediados de los 70, en África, y su tasa de letalidad es mucho más alta que la de la gripe A. Y sin embargo, es curioso, a Occidente nunca le ha preocupado gran cosa esta enfermedad (y por Occidente entienda la OMS, las farmacéuticas, los medios de comunicación, usted y yo). Hasta hoy, claro.
Porque hoy, por primera vez, el Ébola amenaza con presentarse en el patio de nuestra casa. Desde este punto de vista, la crisis de 2009 sí puede servirnos como referencia en algunos aspectos. Hay, al menos, cinco lecciones que podemos y probablemente debamos extraer de la gestión internacional de la gripe A que convendría tener presentes estos días.
Lección 1: Qué es (y qué no es) una pandemia
En 2009 fueron muchos quienes identificaron pandemia con “enfermedad global”. Fue un error, culpa quizá del griego ('pan' significa 'todo'), o de las prisas, o de la pura ignorancia.
Lo cierto es que una enfermedad epidémica no necesita infectar al planeta entero para ser considerada una pandemia. Ni a la mitad. Ni a un cuarto. Basta con que se extienda por una zona geográfica extensa. La gripe A fue, en efecto, una pandemia. El Ébola, por ahora, no lo es.
Lección 2: Di lo que sabes, no lo que crees saber
Cuando el mundo entero te está mirando es fundamental ser riguroso, especialmente si eres la máxima autoridad al respecto.
La gripe A fue gripe A solo después de ser “gripe porcina”. Cuando se supo que los cerdos no tenían nada que ver con el virus y se intentó rectificar, el planeta entero ya había asociado la enfermedad a la carne de estos animales. A la industria cárnica, como te imaginarás, no le hizo mucha gracia. Fue un error absurdo provocado por el impulso de hablar antes de tener algo que decir.
Lección 3: El pesimismo no siempre es la mejor opción
La crisis de la gripe A demostró que, en tiempos de la comunicación inmediata, el pánico se transmite mucho más rápido que los virus.
La OMS, los Estados y los medios fueron los principales responsables de generar (en los dos primeros casos) y transmitir (en el tercero) un estado de alerta global que, cinco años después, resulta casi esperpéntico. La gripe A no fue el apocalipsis, y tampoco lo será el Ébola (por más que el apocalipsis, todo lo sabemos, venda periódicos).
Lección 4: La industria del miedo existe
La OMS configuró un panel de expertos para la gestión de la crisis. Esos hombres y mujeres fueron los responsables de elevar el nivel de alerta y recomendar el uso de Tamiflú y Relenza. Los Estados gastaron en esos fármacos 4.900 millones de euros en apenas un años. Más tarde se descubrió que algunos de esos expertos tenían intereses económicos en las empresas productoras de los antivíricos.
En el mejor de los casos, la OMS fue poco transparente; en el peor, fue corrupta. Elija usted su opción favorita.
Lección 5: Informa (bien)
Imagina que, cada día, tu informativo preferido abriese con el número de muertos de hoy por gripe común. Con reporteros en la puerta de los hospitales, con declaraciones de sus familiares, con la cifra de fallecidos en lo que llevamos de año pasando por la parte inferior de la pantalla una y otra vez. Esto fue exactamente lo que ocurrió con la gripe A. Y eso ha ocurrido ya en nuestro país con la única víctima española de Ébola.
Y, sin embargo, es cierto, el Ébola no tiene nada que ver con la gripe A. Al menos, por ahora, mientras el grueso de los fallecidos se concentre en África. Pero quizá mañana aparezcan tres o cuatro casos en Estados Unidos, quizá la OMS decida elevar entonces el nivel de alerta (porque, a estos efectos, tres o cuatro estadounidenses equivalen a decenas de miles de africanos) y quizá ese remedio experimental del que todos hablan sea por fin efectivo y, por tanto, rentable.
Ese día, que quizá sea mañana, no vendrá mal tener en cuenta las lecciones aprendidas gracias a la gripe A.
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