ESPECIAL SAN VALENTÍN... ANIMAL
Cinco técnicas de seducción animal
Llega San Valentín y te vas a hinchar a ver artículos sobre el amor entre humanos. Pero es que los animales también ligan, a su manera...
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Las estratagemas de los animales a la hora de ligar no tienen nada que envidiarles a las de los más hábiles donjuanes humanos. Estas son algunas de las técnicas de seducción identificadas por los biólogos en aves, mamíferos y reptiles.
Canciones de amor
Cuando quieren impresionar a una fémina, los ratones no buscan el trozo de queso más suculento para ofrecérselo sino que optan por dedicarle una serenata. Y sus tonadas, inaudibles para los humanos por estar en el rango de los ultrasonidos, son tan complejas como las de las aves cantoras, según un estudio de la Universidad de Duke en EEUU del que se hacía eco la revista 'Frontiers of Behavioral Neuroscience'.
Las canciones son más complicadas cuando el olor de la orina de una hembra les alerta de que está cerca, y más simples y largas cuando localizan a la “chica” y llega el momento de concluir el cortejo, lo que indica que las canciones varían según el contexto. ¿Y ellas cómo reaccionan? Pues cantando también. Como si de un musical romántico se tratara, las féminas también responden con una melodía, según demostraron en 2015 Joshua P. Neunuebel y sus colegas del Instituto de Medicina Howard Hughes.
Chalet con jardín
"Díselo con flores” es una táctica humana que también ponen en práctica las aves, en concreto los pájaros pergoleros, oriundos de Papúa y Nueva Guinea. Estas aves son capaces de sembrar y cultivar diferentes plantas con flores llamativas en torno a su nido solo con el fin de conquistar a las hembras.
Y sus nidos tampoco son cualquier cosa: parece que a los pergoleros lo que les funciona a la hora de ligar es ser unos esmerados decoradores, por lo que no escatiman en colocar adornos (frutas coloridas, ramas y a veces incluso monedas, trozos de cristal, plásticos...) a una sofisticada “choza” en la que, si tiene éxito, acabará retozando con su conquista.
Maquíllate, maquíllate
El maquillaje tampoco es exclusivo de los humanos ya que los flamencos también se 'pintan' para resultar más atractivos. Eso sí, siempre recurren a cosméticos naturales, concretamente al aceite de unas glándulas próximas a su cola, las glándulas uropigiales, que deben su pigmentación a los carotenoides que obtienen estas aves a partir de los crustáceos de su dieta.
Y lo cierto es que cuanto más intenso es el color rosa que confieren a sus plumas untándolas con este maquillaje, más ligan. Un estudio de la Estación Biológica de Doñana revelaba, además, que los flamencos se maquillan más en el mes febrero, durante el apogeo de la temporada de apareamiento, mientras que palidecen un poco de mayo a septiembre, cuando tienen que cuidar a los polluelos en sus nidos y no disponen de tanto tiempo para acicalarse.
Orina
El concepto de romanticismo que tienen los puercoespines sí difiere mucho del humano. Para averiguar si una chica tiene interés en mantener relaciones sexuales prescinden del flirteo y, sencillamente, orinan sobre la posible candidata lanzándoles un chorro a gran velocidad que puede llegar de una rama a otra de un árbol. Si la hembra está receptiva al apareamiento, caerá rendida a sus brazos.
Adornos estrambóticos
Si entre los humanos los piercing y los tatuajes están a la orden del día, para la foca capuchina del Ártico no hay nada tan sexy como hinchar la extraña protuberancia nasal que tiene sobre el hocico para atraer a su pareja, como si de un balón inflable se tratara.
Algo similar hace el rabihocardo magnífico, un ave pariente de los pelícanos que tiene un enorme saco de color rojo en su garganta que infla durante el cortejo hasta alcanzar un 40% más de su volumen: los machos con sacos más grandes y de color más intenso tienen más opciones de procrear.
Por su parte, el macho de lagarto jamaicano 'anolis lineatopus' cuenta con un pliegue a modo de papada en la garganta que es traslúcido y que muestra todo su colorido cuando lo atraviesa la luz, de modo que el animal parece brillar en medio del bosque. Una estrategia, dicen los expertos, que le asegura no pasar desapercibido.
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