ANIMALES QUE VIVEN CON LUZ CONTINUAMENTE
Cómo afectan las luces nocturnas a la fauna
Los animales han aprendido a vivir con una eterna luna llena en forma de ciudades permanentemente iluminadas. Y eso ha afectado a su cuerpo y a su comportamiento, y seguramente también al nuestro.
Publicidad
Los ecologistas han levantado la voz de alarma: las luces artificiales permanentemente encendidas de las urbes y las carreteras no solo nos impiden ver las estrellas, sino que además la contaminación lumínica que provocan está afectando seriamente a las aves.
Este cambio se hace patente en las ciudades con los ruidosos mirlos (Turdus merula), que debido a las farolas, las luces del tráfico y la iluminación nocturna de las casas han experimentado un aumento de la testosterona y, en consecuencia, maduran más rápido, se reproducen a edades más tempranas y empiezan a cantar más temprano. Además, adelantan la época de cría en comparación con los mirlos rurales.
Es la conclusión a la que han llegado Jesko Partecke y sus compañeros del Instituto Max Planck de Ornitología de Alemania, que aseguran que la omnipresencia de las luces artificiales altera los ciclos del día y la noche de los pájaros y les impide determinar en qué estación se encuentran, dado que el número de horas de oscuridad deja de ser un referente para distinguir la primavera del invierno.
Y es que con menos melatonina u hormona del sueño en sus cuerpos (que se sintetiza cuando oscurece), los pájaros interpretan que las noches son cortas durante todo el año. A esto se suma que, con las luces artificiales, las aves pueden seguir cazando incluso de madrugada y disponen de energía adicional que podría explicar algunos de los cambios que experimenta su metabolismo.
Otra transformación evidente que han observado los científicos es que los mirlos urbanitas son menos curiosos y más precavidos, y también migran cada vez menos en invierno. Como dice Travis Longcore, director del Grupo por la Fauna y Flora en Medios Urbanos, las luces artificiales han hecho que los animales de todo el globo vivan en permanente luna llena.
Las aves migratorias son las más afectadas. El brillo de las luces las distrae y las desorienta, haciendo que se desvíen de sus rutas. Algunas ciudades como Chicago lo solventan con programas de "luces fuera", en los que la iluminación de los edificio más altos de la ciudad se atenúa durante los periodos migratorios. Y los expertos demandan crear "corredores oscuros" en los cinco continentes.
El ciclo de reproducción de los lemures también se está viendo alterado a causa de las luces artificiales en ciertas zonas. Así, mientras en condiciones normales estos primates son sexualmente activos en verano pero no en invierno, la omnipresencia de luz artificial los vuelve activos durante la estación fría.
Los murciélagos tampoco escapan al impacto negativo de la contaminación lumínica. Y dado que su papel en la dispersión de semillas en los bosques tropicales de Costa Rica es clave, el riesgo de que estos bosques no se regeneren es alto, según un trabajo que publicaba hace poco la revista Journal of Applied Ecology.
Otro dato preocupante es que, además de afectar a los hábitos de los animales, la exposición a las luces nocturnas, y en especial a las luces LED de color azul que usan muchas urbes, altera la producción hormonal, el índice de masa corporal y los niveles de melatonina de tal modo que podría fomentar el crecimiento de tumores en todas las especies, incluyendo por supuesto el ser humano, según se hacía público en el 21 Congreso Internacional de Zoología, celebrado en Israel. Una amenaza más para la biodiversidad que conviene tener en cuenta.
Publicidad