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CAFEÍNA, MEDICINA Y ESTRÉS

Cuatro cosas en las que te pareces a una abeja

Adoran la cafeína, se automedican cuando enferman, vacunan a sus bebés y sufren estrés. No nos referimos a los humanos, sino a las abejas, unos insectos sociales que tienen mucho más en común con las personas de lo que cabría imaginar a simple vista.

Una abeja bebe agua

Se encuentra entre hierbas kozorog.ru/

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A priori no te pareces a una abeja. Pero si indagas un poco hay algunas similitudes entre lo que tú haces y lo que ellas hacen.

Ellas también se automedican

Cuando el intestino de un abejorro (del género Bombus) enferma porque un parásito lo invade, este insecto se automedica con el néctar y el polen de ciertas flores, según un estudio que publicaba la revista 'Ecology'.

Este género de abejas, con un papel esencial en la agricultura y en la polinización de plantas, habría encontrado así una forma de sobrevivir a enfermedades que, hasta hace poco, amenazaban con mermar su población.

Las moléculas que usan para curarse son iridoides, unas sustancias presentes en muchas de las plantas que consideramos medicinales que cumplen la finalidad de defender a la planta frente a muchos microorganismos y, por su amargor, las hace menos apetecibles para los animales herbívoros que las rondan.

Ellas también empiezan el día con cafeína

¿Te gusta empezar el día con una dosis concentrada de cafeína? A las abejas también. La única diferencia es que ellas cambian la aromática taza de café por un néctar bien cargado de cafeína, como se podía leer hace poco en 'Current Biology'.

De hecho, si se les da a elegir entre un néctar con cafeína y otro descafeinado, estos insectos siempre se decantan por el primero. ¿Por qué esta apetencia? Sencillamente porque bajo la influencia de la cafeína, las abejas 'dopadas' aprenden y recuerdan mejor.

Ellas también vacunan a sus vástagos

En la colmena nadie puede saltarse la campaña de vacunación. ¿Pero cómo inmunizan estos insectos a sus vástagos? Después de quince años intentando resolver el misterio, científicos estadounidenses, finlandeses y noruegos han dado con la tecla: con una vacuna en la comida.

Cuando las abejas obreras que recolectan polen y néctar fabrican la jalea real pueden depositar accidentalmente en este brebaje microbios procedentes del mundo exterior. Los microorganismos se almacenan en un órgano de la reina similar al hígado, compuesto por grasas, donde una proteína llamada vitelogenina absorbe fragmentos de bacterias y las transmite por la sangre a los huevos. El efecto es el mismo que el de una vacuna: se fortalece el sistema inmune de los futuros bebés.

Ellas también se estresan

Cuando se someten a una situación estresante, las abejas cambian su comportamiento y su fisiología de un modo similar a como lo haría una persona. Es más, una investigación publicada en 'Current Biology' ha revelado que el estrés hace que las abejas muestren actitudes pesimistas, se esperen lo peor y tiendan a ver el vaso medio vacío.

A esto hay que sumarle que, en una colmena, el estrés puede tener consecuencias desastrosas. De hecho podría ser la causa de un problema grave a nivel mundial, el denominado trastorno del colapso de colonias (CCD), que hace que las abejas obreras de una colmena desaparezcan bruscamente y dejen de polinizar los cultivos sin que haya una causa aparente para su huida.

Un estudio publicado en PNAS sugiere que en situaciones estresantes de falta de alimentos o enfermedades, la presión a la que se somete a las abejas jóvenes para que salgan a buscar comida precozmente puede causar estragos y provocar la muerte temprana de muchas de ellas y alterar el equilibrio social.

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