PICOTEA EN LOS ÁRBOLES MÁS DE DIEZ MIL VECES AL DÍA
La curiosa razón por la que los pájaros carpintero no sufren daños cerebrales
La naturaleza ha dotado a estas aves, de las que existen más de 200 especies diferentes, de una morfología capaz de aguantar y amortiguar el continuado impacto de sus picos contra los troncos de los árboles. Esto ha hecho que los investigadores se fijen en la anatomía de la cabeza del pájaro carpintero con la intención de mejorar la seguridad y robustez de los cascos.
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Varios son los motivos por el que un pájaro carpintero –'Picidae' es su nombre científico- picotea continuamente contra el tronco de un árbol. Una de ellas es alimentarse, debido a que bajo las cortezas de los árboles hay numerosas larvas de insectos, uno de los bocados favoritos de estos pájaros. También utilizan su peculiar tamborileo para comunicarse, sobre todo en época en la que deben emparejarse, usándolo a modo de llamar la atención de una hembra.
En este último caso, la hembra acudirá a la llamada del pájaro macho y se encontrará que ha realizado –a base de picotazos- el que será el lugar donde aparearse, para después convertirse en el nido donde serán depositados los huevos. Todo un trabajo que requiere varias semanas de dedicación exclusiva.
Para conseguir un agujero lo suficientemente grande para tal fin –alrededor de 15 centímetros de diámetro y 20 de profundidad-, golpean la madera entre 15 y 20 veces por segundo, como si del percutor de un taladro se tratara. Eso sí, cabe tener en cuenta que no taladran continuadamente, sino que lo hacen en ráfagas de cuatro o cinco segundos, descansando otro tiempo similar.
Se calcula que la media de picotazos que da un pájaro carpintero sobre un tronco es aproximadamente de diez mil golpes diarios, pero en las etapas de mayor productividad se podría incluso doblar esa cantidad.
Y ya no sólo sorprende la cantidad de veces que golpean la madera con el pico, sino la velocidad con la que se realiza, calculándose en una media de 6 metros por segundo y una fuerza de deceleración de entre 1.000 y 1.500 veces la de la gravedad.
Teniendo en cuenta estas características, si eso lo hiciera un ser humano o cualquier otro animal sufrirían severos daños cerebrales. Eso, sin embargo, no les sucede a los pájaros carpinteros porque la morfología de su cabeza está preparada para soportarlo: su cerebro está rodeado de una serie de pequeñas cámaras de aire cuya función es amortiguar al máximo cada uno de los impactos que recibe la cabeza y mantener a salvo su cerebro, el cual sólo representa entre el uno y el dos por ciento del peso total del animal –dependiendo del tamaño de la especie Picidae al que pertenezca-.
Además de esa 'cámara de aire' cerebral, en su supervivencia también tienen mucho que ver las placas óseas con el que está formado el cráneo, que son esponjosas y con uniones extremadamente flexibles. También hay que tener cuenta su hueso hioides, el mismo que en los hombres realiza la función de alojar la nuez y que en los pájaros carpintero –gracias a su alargada forma- sale desde el pico y envuelve el cerebro del animal como si de un cinturón de seguridad se tratara.
Evidentemente la forma del pico es determinante. Su dureza –gracias a estar compuesto por granitos de queratina- y su forma puntiaguda –en el que el la parte superior es algo más larga que la inferior- hacen que tras cada ráfaga de picotazos pueda absorber eficientemente la fuerza de los impactos.
Finalmente no hay que olvidar tampoco la postura que adopta a la hora de agarrarse al tronco, mantener el equilibrio y golpear. La forma de sus patas y disposición de sus dedos son determinantes para un perfecto agarre que le impida caer durante las sacudidas.
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