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UN ERROR QUE SUFREN LINCES O ÁGUILAS IMPERIALES

El hombre que casi extingue el conejo de Europa y se colgó una medalla por ello

A Paul Felix Armand-Delille le dieron, a petición de los campesinos franceses, una medalla con su rostro en la cara y un conejo muerto en la cruz. Un dudoso honor a tenor de los resultados de su experimento suicida.

Un ejemplar de conejo silvestre

Un ejemplar de conejo silvestre jcapaldi en Flickr bajo licencia CC

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Durante toda la historia una de las preocupaciones de los campesinos han sido las plagas de conejo común, que con su vorágine reproductora arrasaban tierras de cultivo. En los años cincuenta, después de la segunda Gran Guerra, el panorama era desolador en toda Europa.

Esta también fue una de las preocupaciones de muchos científicos europeos, que no hallaban una forma de controlar tanta población.

De hecho, en la segunda mitad del siglo XIX se introdujeron seis parejas de conejos europeos en Nueva Gales del Sur, sin saber que esa imprudencia provocaría que casi un siglo después la población aumentara hasta los 600 millones de ejemplares, al no existir depredadores naturales.

Los conejos habían devastado millones de hectáreas de cultivo, dejando también sin recursos a la fauna local. El daño para la economía local era proporcional a la dificultad para acabar con ellos.

En aquellos días Armand-Delille, que había sido un héroe en Francia por sus estudios bacteriológicos, disfrutaba de la naturaleza durante su jubilación. El investigador, que conocía de primera mano los problemas de los agricultores con estos pequeños roedores, había destacado especialmente  por sus aportaciones en investigaciones sobre la malaria durante la Gran Guerra.

Delille había leído acerca de la introducción en Australia de una enfermedad que afecta únicamente a conejos, llamada mixomatosis. Porque allí el problema había sido descomunal. Entonces se introdujo en mosquitos el virus que causaba mixomatosis, que diezmó la población en dos años hasta dejarla en 200 millones de ejemplares.

width=Imagen: Médicos inoculando el virus en Australia. Fuente: Wikimedia Commons

¿A grandes males, grandes remedios?

Al profesor francés, apartado en su lugar de retiro rodeado de viñedos, se le ocurrió la 'brillante idea' de en 1952 inocular la enfermedad en dos conejos sanos que soltó en un área cultivable en una finca cercana. Delille consideró que serviría para una prueba controlable y sin riesgo epidemiológico.

Gregorio Doval describe en 'Errores, lapsus y gazapos de la historia' las terribles consecuencias de su imprudencia. Cuatro meses después había brotes de mixomatosis por todo el país. Por si fuera poco, el experimento incluía una cepa más fuerte del virus.

La transmisión es tan rápida porque se hace a través de pulgas, garrapatas y mosquitos. Los conejos se quedan paulatinamente sin vista; por la apatía pierden las ganas de comer y desarrollan fiebre.

Un año después casi la mitad de conejos de Francia había muerto, pero la enfermedad ya había llegado a todos los países vecinos. Cuatro años más tarde hay informes de caza del país galo que muestran que la población había disminuido hasta un 95%.

El profesor se llevó una fuerte multa de cinco mil francos y, poco después, la famosa medalla con el conejo muerto, ya que se había convertido en el héroe de los campesinos.

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Golpe a la dieta de águilas, linces y zorros

Para los trabajadores del campo el fallo garrafal de Delille supuso un alivio para sus cosechas, pero la multitud de depredadores que tiene el conejo sufrió inmediatamente la escasez de alimento.

En España la población de águila imperial y del lince ibérico se ha reducido tanto hasta llegar a estar al borde de la extinción. En el caso de los linces porque están especializados en cazar conejos y son incapaces de cazar otras presas.

En los años ochenta otra enfermedad, la hemorragia vírica, redujo de nuevo drásticamente la población de conejos. Existen vacunas para los conejos domésticos, pero con los años los ejemplares silvestres han desarrollado una inmunidad alta. Sin embargo, siguen surgiendo nuevas cepas que provocan muchas muertes al año.

Un estudio en España, realizado por el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos, analizó la situación de los depredadores en el país. El consumo se redujo del 71,8 al 26,2% en tejones, que mostraron una gran capacidad de adaptación. Pero los linces ibéricos siguieron basando su alimentación en conejos en un 75%, por lo que no cambiaron sus hábitos.

El daño que ha provocado en la fauna es complicado que pueda subsanarse, por lo que la balanza de valoración hacia el hombre que casi erradica los conejos se inclina más hacia la palabra villano que a héroe.

A nosotros el científico francés casi nos priva de disfrutar de los saltos de los conejos por el campo, una de las escenas más bonitas y accesibles de la naturaleza. Pero a águilas o linces les ha privado de la abundancia de un recurso fácil que les ha dejado reducidos a la mínima expresión.

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