CONSERVACIÓN DE ESPECIES EN PELIGRO
La mariposa que se extinguió por exceso de cuidados
Las buenas intenciones no bastan para conservar especies amenazadas: además es necesario conocer bien los detalles de su biología
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Para muchos biólogos estamos en la sexta gran extinción, la causada por la actividad humana sobre la Tierra. Conservar la biodiversidad de nuestro planeta es un acto de responsabilidad que trata de asegurar que el patrimonio vivo que ha llegado hasta nosotros pueda continuar cumpliendo sus roles en los ecosistemas. Las especies son, al igual que las obras de arte o los monumentos, insustituibles, reflejo de la historia (en este caso evolutiva) de un lugar determinado.
La disciplina científica encargada de asegurar que la mayor parte de ese patrimonio continúa entre nosotros es la biología de la conservación, una ciencia que muy a menudo es confundida con simple activismo ambiental, pero que sin embargo va más allá de las buenas intenciones y trata de desenmarañar las complejas interacciones de las que dependen la supervivencia de las especies amenazadas.
Un ejemplo clásico que nos sirve para ilustrar lo delicado y poco intuitivo que puede ser un plan de actuación para evitar que una especie se extinga lo podemos encontrar en la llamada hormiguera de lunares, una mariposa de la familia de los licénidos. Esta familia engloba a miles de especies de mariposas de pequeño tamaño, siendo las europeas normalmente de color azul o marrón.
Entre los licénidos se dan muchas interacciones realmente curiosas que a menudo involucran a especies de hormigas. Es habitual, por ejemplo, que las larvas de muchas de estas mariposas vivan en las inmediaciones de los hormigueros y que las hormigas actúen como una suerte de guardaespaldas de la larva a cambio de las secreciones dulces que produce ésta a través de unas glándulas.
En el caso de la protagonista de esta historia, la hormiguera de lunares, esta relación va un poco más allá, pues la larva de la mariposa pasa su última etapa antes de convertirse en adulto dentro del propio hormiguero. Allí la oruga muda su piel por última vez convirtiéndose en crisálida: ¿qué forma más segura hay de pasar por la fase más vulnerable de la metamorfosis que protegida en el interior de un hormiguero?
Tras unas semanas más en este refugio, la mariposa adulta emerge de la crisálida y, en los pocos minutos que pasan hasta que se le extienden completamente las alas, sale del hormiguero e inicia sus primeros vuelos.
El sofisticado ciclo vital de la hormiguera de lunares se empezó a descubrir en los años '50 del siglo pasado y fascinó a los entomólogos. A la par que esta fascinación llegaron unos datos preocupantes: las poblaciones inglesas de esta mariposa estaban en severo retroceso. Los entomólogos británicos se tomaron en serio la posible desaparición de este insecto tan singular en la isla, pero no pareció servir de mucho y la especie continuó su declive.
En un intento desesperado, una sociedad entomológica compró la última finca donde sobrevivía esta mariposa en toda Gran Bretaña y la valló prohibiendo el acceso de personas y ganado con la esperanza de que al dejar tranquila a la mariposa, sus poblaciones pudieron recuperarse, pero fue inútil y la hormiguera de lunares se extinguió finalmente en todo el país.
En la Europa continental, por suerte, la mariposa seguía viviendo y siguió siendo objeto de estudio. Con el tiempo se descubrió, por ejemplo, cómo era posible que la oruga pudiese sobrevivir en el hormiguero sin ser atacada por las hormigas: gracias a un engaño químico que la hacía pasar desapercibida. Sin embargo, este engaño sólo era efectivo con una especie de hormiga muy concreta y no con otras, y en esto residía la clave de su extinción en Inglaterra.
La hormiga que la mariposa necesitaba era muy sensible a las condiciones ambientales. Cuando los usos tradicionales de los pastos donde se las encontraba cambiaron, esta hormiga era desplazada por otra especie distinta que no caía en el engaño químico de la hormiguera de lunares, y por lo tanto la mariposa no podía completar su ciclo vital.
Resulta irónico que la medida desesperada para su conservación causara la extinción de esta especie en Inglaterra: al vallar la finca y prohibir el acceso de ganado, la hierba creció demasiado, haciendo bajar la temperatura del suelo y expulsando a la hormiga que la mariposa necesitaba. Una estrategia de conservación mucho más adecuada hubiese sido la de mantener el uso tradicional del terreno, pero claro, para ello era necesario conocer detalles de la biología de esta especie que aún no habían sido investigados.
La buena noticia es que la hormiguera de lunares fue recientemente reintroducida en Inglaterra a partir de poblaciones suecas, y parece que no le va mal. Al conocer con exactitud los parámetros de los que depende tanto su biología como la de la hormiga adecuada, se pueden establecer planes de conservación realmente efectivos. En la actualidad, aunque se trata de una especie rara, no se teme por su extinción.
La moraleja de esta historia sobre mariposas está clara: las buenas intenciones son condición necesaria, pero no suficiente, para llevar a cabo planes de conservación. Éstos deben estar siempre basados en un conocimiento científico detallado de las especies en cuestión, ya que las interacciones de las que dependen pueden ser realmente complejas y nada intuitivas.
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