UN PASAPORTE QUÍMICO
Los pingüinos tienen un GPS natural que registra sus largos viajes, y está en sus plumas
Las plumas de los pingüinos registran su ruta migratoria, conformando una especie de pasaporte químico de los lugares que han pasado.
Publicidad
Los pingüinos barbijos y adelaida viven en las islas de alrededor de la Antártida, donde el frío es tan intenso que los ejemplares adultos realizan larguísimas migraciones en invierno para poder alimentarse copiosamente.
Los investigadores científicos se las ven y se las desean para seguir sus pasos, porque es una tarea complicada e invasiva, ya que implica atraparlos en sus colonias de cría para ponerles geolocalizadores que rastreen sus pasos. Eso supone un coste tecnológico elevado y puede traer problemas a los animales a su regreso.
Ahora, un equipo de universidades británicas y estadounidenses ha encontrado un nuevo modo de seguirles a través de la inmensidad del océano y la respuesta está en el análisis químico de una pluma de su cola, que recoge todos los lugares que ha visitado gracias a las marcas geoquímicas que dejan las proteínas que ingieren en su camino. Podríamos decir, extrapolando el dicho popular, que los pingüinos son lo que comen (y de dónde comen, en este caso).
En un estudio publicado en 'Biological Letters', los investigadores utilizaron el método tradicional de análisis por GPS y también uno nuevo, más barato y menos invasivo, con el objetivo de comparar los datos de ambos: retiraron un trozo de pluma de la cola de cada pingüino que equiparon con un rastreador para analizar su química en laboratorio.
Descubrieron al hacerlo que los resultados eran muy similares. Analizaron las plumas mediante una técnica específica de análisis isotópicos que registra no sólo lo que han comido, sino en lugar en el que lo comieron: el krill del que se alimentan incorpora a los tejidos de los pingüinos una especie de huella química del océano en el que habitan.
Los científicos usaron para su análisis una pluma de la cola porque se pierden después de la cría y vuelve a crecer durante la migración, con lo que en cada viaje es diferente.
Lo positivo es que, según cuentan los autores, esta técnica menos invasiva que la tradicional puede ser extrapolable a otros animales, lo que puede dar pistas de su alimentación y su comportamiento, algo que puede ser vital para estudiar a especies amenazadas.
Publicidad