LA CLAVE ESTÁ EN EL OLFATO
¿Por qué las aves marinas tienen el estómago repleto de plástico?
Los restos de plástico son como la peste para los ecosistemas de todo el mundo. Ahora, un estudio estadounidense analiza por qué muchas aves ingieren trozos de plástico.
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Hace unos años el artista Chris Jordan realizó una serie de fotografías espeluznantes, tomadas en el atolón de islas Midway en el Pacífico Norte, que mostraban cadáveres en descomposición de albatros que habían muerto por una “sobredosis” de pequeños objetos de plástico.
Estas islas están situadas en medio del océano, en el extremo noroccidental del archipiélago de Hawái y las imágenes se tomaron para un documental que ponía de relieve cómo los plásticos no biodegradables y prácticamente indestructibles habían llegado hasta el lugar más recóndito.
Del documental se desprendían una conclusión y una pregunta. La conclusión es que nos estamos cargando el entorno a pasos agigantados y la pregunta es que por qué los albatros comen objetos no comestibles.
Un estudio publicado en 'Science' sostiene que la clave puede estar en el olor y todo comenzó con una simple observación de unos investigadores de la Universidad de California en Davis.
Las aves marinas, como los albatros, hacen grandes recorridos por el océano y suelen tantear la superficie del agua en busca de comida, utilizando su sentido del olfato para detectar su pitanza.
Su señal olfativa favorita es el sulfuro de dimetilo (DMS), que es uno de los componentes de lo que los humanos llamamos “olor a mar” y que señala a las aves los lugares en los que hay comida.
El plástico no contiene DMS, en principio...
Los autores del estudio colocaron pequeñas bolas de plástico en las boyas de la costa californiana durante tres semanas, para luego analizarlas.
Y sí, todas las bolas de poliestireno se llenaron de DMS, debido a que el plástico es un material ideal para lo que en el estudio se define como “contaminación biológica”.
No se come, pero huele a comida y es un cebo fatal para los albatros y otras aves similares.
Los científicos cotejaron esto con más de medio centenar de estudios en veinticinco aves marinas que tragan plástico y comprobaron que cuanto más eran sensibles al DMS más plástico ingerían.
Algunos de estos sugerían la confusión visual con las presas, pero este nuevo estudio señala que el componente olfativo también juega un papel importante.
Ahora queda analizar si las especies marinas sensibles a esta trampa química también están siendo afectadas por el problema.
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