EL RUIDO ES UN CONTAMINANTE MÁS
¿Qué ruidos de los que producimos los humanos contaminan más?
Un equipo de científicos asegura que el ruido debería tratarse como uno de los contaminantes más graves del planeta, pues afecta, además de a las personas, a numerosas especies de animales tanto acuáticas como terrestres.
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Las aves urbanas cambian la duración de sus cantos o el momento del día y el lugar en que los entonan. Los delfines huyen de sus hogares habituales en las costas. Los insectos y las arañas se las ven y se las desean para detectar a sus presas o encontrar a un compañero para reproducirse.
Las anteriores son solo algunas de las consecuencias que el exceso de ruido producido por los humanos tiene en especies de todo el planeta. Aunque el problema no es nuevo, un equipo de científicos ha alertado en un reciente estudio sobre el enorme impacto que la contaminación acústica tiene en el medio ambiente.
Se trata de un metaanálisis, lo que significa que estos expertos han tenido en cuenta otros trabajos existentes sobre la materia para obtener resultados a gran escala. Así, han comprobado no son solo unos pocos organismos especialmente sensibles los afectados por el ruido que generamos, sino que tiene consecuencias negativas para la mayoría de las especies, por lo que puede considerarse un fenómeno global.
Y no solo eso. Los investigadores advierten que el ruido debería incluirse entre los contaminantes más dañinos del planeta.
Principales fuentes de ruido
Los sonidos producidos por el hombre causan perjuicios a aquellos animales que utilizan señales acústicas para llevar a cabo funciones vitales como localizar su alimento o reproducirse. “Hemos encontrado que el ruido afecta a muchas especies de anfibios, artrópodos, aves, cetáceos, moluscos y reptiles”, aseguran los autores del estudio.
El ruido interfiere, por ejemplo, en los sistemas de detección por ondas que los murciélagos usan para hallar a sus presas. También gracias a la ecolocalización, ballenas, delfines y marsopas emplean ondas para situarse y seguir la ruta adecuada en el océano, además de para comunicarse.
La industria, el tráfico rodado, aéreo, marítimo y ferroviario, así como las ciudades figuran entre las principales fuentes de contaminación acústica. En Europa, los vehículos son el principal problema. En el viejo continente, un 33% del territorio fuera de los núcleos urbanos y un 20% de las áreas protegidas se ven afectadas por este fenómeno, según datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente.
En 2014, la Unión Europea publicó su primer informe sobre el estado de la contaminación acústica, que también tiene importantes efectos en la salud de las personas, como indica la Organización Mundial de la Salud.
Los datos que sirven a este análisis se basan en la Directiva sobre ruido ambiental de 2002, que insta a los estados miembros a publicar cada cinco años mapas de ruido y planes de acción para las grandes ciudades y principales carreteras, vías de tren y aeropuertos con más afluencia.
La Agencia Europea de Medio Ambiente ha publicado, además, una guía para preservar aquellas “áreas silenciosas” que todavía no registran altos niveles de ruido.
¿Qué podemos hacer para reducir la contaminación acústica?
Algunas de las medidas que pueden contribuir a disminuir los niveles de ruido en ciudades son el establecimiento de unos límites máximos nocturnos y diurnos, la instalación de zonas verdes (la vegetación mitiga el ruido) y barreras acústicas, la utilización de materiales de construcción que absorban el sonido y la gestión del tráfico urbano para evitar las aglomeraciones, los excesos de velocidad y la circulación de vehículos excesivamente ruidosos.
Por su parte, los ciudadanos pueden poner su granito de arena con acciones como reducir el uso del coche (sobre todo, en situaciones de congestión del tráfico), emplear neumáticos más sigilosos, respetar los límites de velocidad o utilizar medios de transporte alternativos (cada vez hay más autobuses eléctricos).
En el caso de las carreteras, es posible fabricar su superficie con materiales más silenciosos. Y los gobiernos pueden, además, imponer sanciones y limitaciones, como las aplicadas en Francia a las empresas aeronáuticas cuyos aviones no cumplen con las limitaciones en materia de ruido.
Otra medida efectiva aplicada ya en algunas carreteras es el uso de sistemas inteligentes de cobro a los usuarios en función del momento del día y tipo de vehículo con el objetivo de incentivar el uso del transporte público.
También en el océano pueden aplicarse límites de velocidad para los barcos y limitaciones a las industrias naval, de extracción de gas y petróleo y de construcción, ya que los sistemas de sonar, las prospecciones sísmicas y la instalación de pilotes en el mar pueden provocar niveles excesivos de ruido.
Según los autores del estudio sobre su impacto en la fauna global, su análisis “proporciona las evidencias cuantitativas necesarias para que los cuerpos legislativos regulen este estresor medioambiental de manera más efectiva”, concluyen.
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