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UN 'SECRETO' BIEN GUARDADO

¿Por qué no se ven crías de palomas en las ciudades?

Las palomas están omnipresentes en todas las plazas, aceras y parques urbanos, pero se afanan en custodiar a sus bebés bien alejados de nuestros ojos

Dos crías de palomas torcaces

Dos crías de palomas torcaces nottsexminer en Flickr bajo licencia CC

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Las palomas son, junto los gorriones, las aves más comunes en los entornos urbanos. Comen todo lo que pillan a su paso, resisten la competencia de especies invasoras como las cotorras argentinas y son bastante dañinas con el patrimonio histórico.

Pese a pasearse con suma confianza cerca nuestro, tienen un secreto bien guardado -o, al menos, mejor guardado que otras especies-: sus crías. Colocan sus nidos en lugares muy altos y poco accesibles a simple vista para los humanos y, además, sus bebés se independizan como los jóvenes españoles: bastante tarde.

Así, es imposible observar palomas pequeñas revoloteando por ahí porque se quedan en el nido materno hasta que parecen adultas, con su cuerpo cubierto con un plumaje espeso.

Este período dura normalmente entre cuatro y tres semanas. Es bastante largo comparado con el de otros pájaros de ciudad, como el gorrión, que deja el nido a las dos semanas y se vuelve independiente antes de un mes. Cuando estos pequeños ya están alegrando con sus cantos la desnaturalizada vida de la ciudad, los bebés de paloma siguen bajo las faldas de los padres.

Encontrar nidos de polluelos de otras especies es difícil, pero resulta más complicado en el caso de las palomas, ya que tienen a estar fuera de la vista hasta que se empluman. Se resguardan, por ejemplo, en tejados o lugares de los edificios poco accesibles a nuestra mirada. Allí son mantenidas por sus padres con un alimento regurjitado rico en proteínas y grasas.

A la caza de las jóvenes

Para identificar a las palomas bravías -así se llama una de las especies más comunes que habitan nuestras ciudades- que acaban de abandonar el nido hay que observarlas detenidamente.

Los ejemplares más jóvenes tienen los ojos oscuros, mientra que los adultos los tienen de un color entre rojo y anaranjado. Al no haber mudado todavía, cuentan aún con sus primeras plumas cónicas, diferentes en aspecto y color a la de los adultos, y que son visibles en pleno vuelo debajo de sus alas.

Otro pequeño detalle para distinguir a las más jóvenes es el color de la parte superior del pico, ya que los pichones tienen una especie de cera grisácea que va cambiando a blanco conforme va creciendo y superando mudas.

Además, según 'BBC Earth', la gran mayoría de las palomas jóvenes no tendrán todavía los colores púrpuras y verdes brillantes alrededor de su cuello.

En definitiva, tenemos tres detalles que delatan a las recién descendidas del nido, pero a pesar de la gran densidad de población de estas aves, la gran mayoría no tendremos nunca la oportunidad de ver a sus bebés.

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