MITOS DE LOS PINGÜINOS
El sorprendente origen de los pingüinos: de frío nada
Si a cualquiera de nosotros se nos pide que hagamos una relación de ideas sobre los pingüinos, casi con toda seguridad acabaremos diciendo que viven en sitios fríos y que son blancos y negros. Sorprendentemente ninguna de estas dos características eran intrínsecas de los pingüinos en su origen.
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A día de hoy se reconocen unas 18 especies de pingüinos, las inconfundibles aves acuáticas altamente especializadas en la natación y la pesca activa que en tierra firme demuestran esa característica torpeza que tanto nos llama la atención.
Estamos acostumbrados a verlos desfilar en colonias situadas en lugares muy fríos, incluso en la Antártida, y no nos sorprende que este linaje de organismos se asocie precisamente a las localizaciones más gélidas del hemisferio austral. Es, en definitiva, un ejemplo excelente para contrastar la situación actual con la información disponible sobre pingüinos fósiles y corroborar que la vida sobre la Tierra nunca ha sido estática.
¿Qué sabemos sobre el origen de los pingüinos? En realidad, bastantes cosas. Esto se debe a que los pingüinos, desde que perdieron la capacidad para volar, han desarrollado unos huesos mucho más densos que los de la mayoría de las aves, huesos que, por lo tanto, fosilizan con bastante facilidad. Además, por el hecho de ser aves marinas, es mucho más frecuente que restos óseos de ejemplares muertos acabaran cayendo a los lechos sedimentarios de los océanos, facilitando su fosilización. El registro fósil, por lo tanto, es relativamente generoso con estas aves, y de hecho el primer pingüino fósil fue reconocido ya en 1859 por Thomas Huxley.
La primera sorpresa que nos dan estos fósiles es que no se originaron en la Antártida ni en las gélidas costas de la Patagonia, sino en Nueva Zelanda. Los restos fósiles de pingüino más antiguos se remontan a unos 60 millones de años y corresponden al género Waimanu, un bicharraco ya con bastante pinta de ser el terror de los peces del lugar.
Conviene recordar que si bien hoy en día Nueva Zelanda disfruta de un clima templado, en el Paleoceno los océanos eran más cálidos que en la actualidad, por lo que estaríamos hablando de un estreno nada friolero de toda la estirpe de los pingüinos.
Durante más de 10 millones de años, y siempre según el registro fósil que conocemos, los pingüinos habitaron únicamente Nueva Zelanda. No fue hasta el Eoceno cuando estas aves empezaron a expandirse a otras costas del hemisferio sur. También en esta época los mares eran aún relativamente cálidos, por lo que no se puede establecer aún esa asociación entre pingüinos y frío, y sin problemas podríamos imaginárnoslos disfrutando del sol en alguna playa tropical.
Gracias a los melanosomas preservados en algunas plumas fósiles, incluso sabemos que algunos de estos pingüinos tenían coloraciones rojas o marrones, desafiando la típica librea blanca y negra que asociamos a ellos.
El salto al pingüino actual
¿Cómo pasaron los pingüinos entonces a ser las aves que conocemos hoy? La historia evolutiva de estos animales quedó marcada para siempre con el ascenso de sus grandes competidores: los pinnípedos (focas y demás parientes) que, además de competir por el mismo tipo de presas, eran a veces depredadores potenciales. Los pingüinos fueron poco a poco quedando relegados a zonas inaccesibles para reducir esa competencia con otros depredadores especializados. Por casualidad, muchas de esas zonas inaccesibles resultaron estar en lugares muy fríos, pero no hay nada intrínseco en los pingüinos en su conjunto que los enlace con estos climas.
De hecho, si lo pensamos un poco, hay mucho de mito en la asociación entre frío y pingüinos: algunos de ellos siguen viviendo en Nueva Zelanda o en regiones templadas del hemisferio sur (como Sudáfrica), e incluso hay dignas excepciones totalmente ecuatoriales, como el pingüino de las islas Galápagos, que confirman que estas aves pueden vivir en todo tipo de climas, tanto ahora, como en el pasado.
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