DISNEYLANDIA SE CONVIERTE EN ZONA CERO DEL VIRUS
El viejo bulo de que vacunar a los niños causa autismo resucita el sarampión
Une la moda de lo natural con la charlatanería. Convence a una actriz famosa. Lanza el mensaje por la tele. “Si vacunas a tu bebé, el niño padecerá autismo”. El resultado es que el sarampión infecta Estados Unidos después de que la enfermedad se erradicara hace casi 15 años. Todo comenzó en Disneylandia.
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Sí, todo comenzó en Disneylandia (California). El paraíso artificial que desea visitar cualquier niño se ha convertido en un infierno vírico. Es la zona cero del contagio del sarampión. De los 102 nuevos casos detectados en 14 estados en enero, el 92% procede de ahí.
Imagina a una familia de Colorado, de Oregón, de Utha, otra de Arizona, y otra de Washington. Visitan en California el parque temático de Disney y cuando regresan a casa tienen el sarampión. La enfermedad infecta ya a casi todo el país, afecta sobre todo a niños, y cruza la frontera hacia México.
El sarampión había desaparecido de Estados Unidos allá por el año 2000. El sistema de vacunación había logrado erradicarlo. Sin embargo, las autoridades sanitarias registraron 644 nuevos contagios en 27 de los 50 estados en 2014, el peor dato en 25 años. El brote parte de los 91 infectados de Disneylandia, y se centra en el condado de Orange. ¿Por qué?
Como vemos en el gráfico de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) el sarampión ha resucitado, porque la mayoría de los contagiados no estaban vacunados contra la enfermedad, según esta institución estadounidense.
Desde que muchos padres renunciaron a vacunar a sus hijos de la triple vírica –sarampión, rubeola, paperas- el virus del sarampión no solo no ha vuelto sino que se han disparado los casos en menos de un año.
El motivo es la corriente de ‘ciencia basura’ que intenta convencer a los ciudadanos de que inmunizar de niño a sus hijos es muy peligroso. Los denominados 'anti-vaxxers' incluso han llegado a afirmar que las vacunas causan autismo a los niños.
Sostienen que el timerosal, conservante que se incorporó a las vacunas en los años 70 para mantener libre de bacterias las dosis que se inyectaban a más de un paciente, es tóxico hasta provocar el mencionado autismo.
Este sinsentido ha propiciado que más de la mitad de los estadounidenses descrea de la eficacia de las vacunas. Reputados periodistas de televisión o celebridades como Jenny McCarthy, Robert F. Kennedy, Jr. o la actriz Mayim Bialik (The Big Bang Theory) se han erigido como embajadores de esta nueva histeria antivacuna.
Ningún estudio científico ha confirmado tal teoría. La triple vírica ya no cuenta con el timerosal en su composición en Estados Unidos y las dosis son individuales y de un solo uso para evitar una posible contaminación posterior.
Y los políticos estadounidenses, en lugar de apaciguar a sus ciudadanos, entran en una guerra dialéctica que crea aún más incertidumbre. El presidente Barak Obama mantuvo rifirrafes con el gobernador de Nueva Jersery Chris Christie. Los demócratas defienden el sistema de vacunación infantil como mejor salvaguarda. Los republicanos piden que los padres “puedan decidir sobre la salud de sus hijos”.
Mientras tanto, el condado de Orange, California, se alza con la terrible noticia de que es allí donde el sarampión tiene su nuevo epicentro, debido a que allí viven muchas familias que decidieron –y deciden- no vacunar a sus hijos, aconsejados por esa falsa teoría de los negacionistas.
El sarampión es una enfermedad vírica que produce fiebre, eccemas rojizos en la piel y, en algunos casos puede ser letal por la inflamación de pulmones o del cerebro cuando se complica la situación del paciente.
Los médicos aseguran que una población de niños vacunados es la mejor barrera, presente y futura, para proteger a toda una comunidad, porque se crea un escudo de inmunidad que garantiza que la infección no se contagie fácilmente.
Sin embargo, a 11 minutos en coche de Orange está Disneylandia. Mickey Mouse saluda a más de cinco millones de visitantes al año; muchos de ellos, niños.
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