SEGÚN UN ESTUDIO

La forma de tu cerebro indica las posibilidades de convertirte en un adicto

"Comprender la interacción entre los factores que contribuyen al consumo de drogas es crucial para la prevención y el apoyo a aquellos que pueden ser más vulnerables", señala el estudio.

Cerebro humano

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La realidad de las adicciones es mucho más cercana de lo que suponemos. De acuerdo con cifras oficiales, el 73,9% de los estudiantes de entre 14 y 18 años ha probado alguna vez sustancias psicoactivas. La edad media de inicio en el consumo continúa situándose en los 14 años.

Con esto en mente, un reciente estudio publicado en Jama, analizó las conductas de casi 10.000 adolescentes ha identificado diferencias distintivas en las estructuras cerebrales de aquellos que consumieron sustancias antes de los 15 años en comparación con aquellos que no las consumieron. Muchas de estas diferencias estructurales cerebrales parecían existir en la infancia antes del consumo de cualquier sustancia, lo que sugiere que pueden desempeñar un papel en el riesgo de iniciar el consumo de sustancias más adelante en la vida, junto con factores genéticos, ambientales y otros factores neurológicos.

“Esto se suma a algunas pruebas emergentes de que la estructura cerebral, junto con su genética, exposiciones ambientales y las interacciones entre estos factores, pueden afectar su nivel de riesgo y resiliencia para el consumo de sustancias y la adicción – explica Nora Volkow, líder del estudio -. Comprender la compleja interacción entre los factores que contribuyen y protegen contra el consumo de drogas es crucial para informar intervenciones de prevención efectivas y brindar apoyo a aquellos que pueden ser más vulnerables”.

Los resultados mostraron que, entre los 3.460 adolescentes que iniciaron el consumo de sustancias antes de los 15 años, la mayoría (90,2%) afirmó haber probado el alcohol, con una superposición considerable con el consumo de nicotina y/o cannabis; el 61,5% y el 52,4% de los niños que iniciaron el consumo de nicotina y cannabis, respectivamente, también se iniciaron en el consumo de alcohol.

Ambas conductas se asociaron con una variedad de diferencias estructurales a nivel global del cerebro, así como con diferencias estructurales más específicas que involucraban principalmente la corteza. Si bien estos datos podrían algún día ayudar a informar las estrategias de prevención clínica, el equipo de Volkow enfatiza que la estructura cerebral por sí sola no puede predecir el consumo de sustancias durante la adolescencia, y que estos datos no deben usarse como una herramienta de diagnóstico.

El estudio analizó imágenes por resonancia magnética realizadas a 9.804 niños de todo Estados Unidos cuando tenían entre 9 y 11 años y siguieron a los participantes durante tres años para determinar si ciertos aspectos de la estructura cerebral capturados en las imágenes se vinculaban con el inicio temprano en el consumo de sustancias.

Luego compararon las imágenes por resonancia magnética de los más de 3.400 participantes que confirmaron haberse iniciado el consumo de sustancias antes

de los 15 años. Estas cifras, a pesar de que las respuestas eran anónimas, pueden ser más altas debido a que no todos los participantes pueden sentirse a gusto o con la confianza suficiente como para señalar que han consumido sustancias prohibidas.

Luego, el equipo de Volkow, evaluó las diferencias tanto globales como regionales en la estructura cerebral, observando medidas como el volumen, el grosor, la profundidad de los pliegues cerebrales y la superficie, principalmente en la corteza cerebral. La corteza es la capa más externa del cerebro, densamente poblada de neuronas y responsable de muchos procesos de nivel superior, como el aprendizaje, la sensación, la memoria, el lenguaje, la emoción y la toma de decisiones.

Los resultados mostraron cinco diferencias estructurales cerebrales a nivel global entre quienes informaron haber consumido sustancias antes de los 15 años y quienes no lo hicieron. Estas diferencias incluían un mayor volumen cerebral total y un mayor volumen subcortical en quienes indicaron haber consumido sustancias. En total se identificaron otras 39 diferencias estructurales cerebrales a nivel regional. Lo sorprendente es que algunas de ellas también parecían exclusivas del tipo de sustancia consumida.

"Nuestra esperanza – concluye Alex Miller, coautor del estudio - es que este tipo de avances, junto con otros datos sobre exposiciones ambientales y riesgo genético, puedan ayudar a cambiar la forma en que pensamos sobre el desarrollo de los trastornos por consumo de sustancias e informar modelos más precisos de adicción en el futuro".

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