Medicina molecular
Así actúa la medicina molecular
En la guerra contra la enfermedad no sólo combaten de nuestro lado las máquinas, también la radiactividad: así actúan los marcadores para localizar y describir nuestras dolencias.
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A nadie en su sano juicio se le ocurriría inyectarse un compuesto radiactivo. Pero tampoco se le ocurriría inyectarse algo que mata células sanas. Sin embargo los caminos de la salud son inescrutables y en la lucha contra la enfermedad, particularmente el cáncer, a veces es la única forma de ganar la batalla.
El segundo caso sería el de la quimioterapia, un mal menor para intentar combatir la enfermedad: nos inyectamos una especie de veneno que mata células, sanas y enfermas, con la esperanza de que aplaque la multiplicación anómala que forma los tumores y que, en miles de ocasiones, acaba con la vida del enfermo. Es el momento de pasar a la acción cuando la enfermedad está en marcha. En un estadio anterior, el de la detección, entra el primer supuesto imposible: el de inyectarse un componente radiactivo.
Hay muchos compuestos diferentes, cada uno con una función. De hecho, muchos medicamentos se fabrican gracias a la alteración mediante radiactividad de sus componentes. Los ciclotrones, donde se fabrican estos productos, se configuran en base a unos elementos con los que trabajan y, en función de los elementos químicos que alteren, tienen unos u otros usos.
Por ejemplo, es el caso de determinados ciclotrones que se programan para trabajar con flúor. Según el proceso que se haga con él se obtiene un producto como la F-Colina, útil en tratamientos prostáticos, AV45, para la lucha contra el Alzheimer, o fluorodesoxiglucosa (FDG), glucosa radiactiva que se emplea para la detección tumoral.
Las máquinas como aliadas
Porque esta guerra contra el cáncer no se libra sola: en el ejército también puede intervenir maquinaria pesada de distinto tipo. Por ejemplo, las máquinas de rayos X a distintas intensidades -para hacer radiografías o TACs-, o las máquinas que hacen resonancias magnéticas para detección preventiva y que funcionan con imanes con una intensidad de campo determinada que hacen 'vibrar' la parte acuosa de las células, volviéndose 'visible' para sus sensores.
Pero en el caso de la medicina molecular, el armamento indicado son las máquinas PET que, a diferencia de los TAC -Tomografías Axiales Computerizadas- son Tomografías por emisión de positrones. Funcionan por tanto detectando en una zona del cuerpo un haz de positrones, elementos de idéntica masa y carga que el electrón, pero de signo contrario, que la máquina visualiza con gamas de colores para mostrar nuestra actividad metabólica.
La explicación médica del funcionamiento de la FDG es que las células que empiezan a reproducirse de forma anómala al formarse el tumor, como todas las células, se alimentan de azúcar, por lo tanto habrá un mayor consumo de azúcar donde haya más células y esté la probable localización del tumor. La FDG lo que hace es enviar una 'baliza' a las máquinas tipo PET que permite ver no sólo dónde está, sino lo rápido que es el consumo de esa glucosa marcada radiactivamente y, por tanto, lo virulento que es el tumor.
Por diferenciar los procesos mecánicos, en una máquina de rayos X el emisor -la fuente- y el detector son externos al paciente. En una máquina PET la máquina hace de detector, el emisor es el propio paciente y la fuente es el medicamento radiactivo que se le injecta y se fija en las célulares tumorales.
Con los ejércitos dispuestos ahora todo queda en manos del tiempo. Por una parte, el tiempo que tarda el compuesto en llegar al hospital antes de perder sus propiedades es vital, ya que un retraso al hacer la prueba produce peores en la prueba de detección, o precisará de más tiempo para obtenerlos. Por otra, el tiempo transcurrido desde que la enfermedad se haya puesto en marcha. Y precisamente por eso estas técnicas de diagnóstico y seguimiento pueden decantar la batalla en favor de la vida.
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