CÓMO MEJORAR NUESTRA CIENCIA
Cómo hacer de España un país de inventores
Científicos, políticos y empresarios buscan la fórmula para que Europa recupere su papel de líder mundial de innovación.
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Antes de 1925, Europa era un hervidero de cerebros brillantes. Por aquel entonces, más del 80% de los inventores e innovadores líderes del mundo estaban en este continente. Entre ellos, (Alfred) Nobel, (André) Citroën, (Ernst Werner von) Siemens, (Paul) Reuter. Hoy la pintura ha cambiado por completo y el lugar de origen de los innovadores más exitosos, también: (Mark) Zuckerberg, (Bill) Gates, (Herbert) Boyer… La invención se ha repartido más por todo el mundo y hace décadas que el líder es EEUU, que aglutina a más del 20% de los innovadores de mayor éxito y los que generan más beneficios. Europa ya sólo concentra el 2%. Tal vez tenga que ver en ello que unos 400.000 investigadores europeos trabajan en EEUU sin intención de regresar en el corto plazo.
¿Se puede dar la vuelta a la tortilla? ¿Puede Europa, y más concretamente España, convertirse en el nuevo hervidero de cerebros mundial, en el hogar de los inventores que más ideas y dinero generen a mediados del siglo XXI? La respuesta es incierta, pero no el camino para conseguirlo: hay que buscar jóvenes con ideas radicales y reformar la universidad, según algunos expertos. En otras palabras, crear “universidades emprendedoras” en las que se pueda “utilizar fondos públicos para generar beneficios personales y corporativos”. Así lo expresó ayer el microbiólogo César Nombela, rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
Entre ayer y hoy, un grupo de empresarios, científicos y gestores políticos se han reunido en Santander para analizar el estado de la colaboración entre la investigación, principalmente pública, en España, y las empresas españolas, cuyo principal objetivo, claro, es obtener más beneficios. En el fondo del debate había varios retos que los científicos españoles van a tener que afrontar más pronto que tarde: un giro tanto nacional como europeo hacia la investigación orientada a objetivos. Una ciencia que responda a los problemas a los que se enfrenta la sociedad, desde la seguridad alimentaria al cambio climático o la búsqueda de un envejecimiento saludable con nuevos fármacos y tratamientos. Está claro que eso es lo que la ciencia, de una manera más o menos dirigida, ha hecho siempre, pero ahora la voluntad de dirigir el proceso de la investigación es más clara y decidida que en años anteriores.
Los objetivos mencionados son algunos de los temas a los que la Unión Europea va a dedicar unos 70.000 millones de euros dentro del programa Horizonte 2020, que centrará las prioridades de investigación entre 2014 y 2020. En España, en uno de los momentos más bajos de los últimos años en cuanto a financiación pública de la ciencia, el Gobierno cifra en esos fondos europeos la posibilidad de mantener el tipo o evitar un descalabro mayor del sistema de I+D. Jean Claude Burgelman, uno de los responsables del programa Horizonte 2020 en la Comisión Europea, explicó ayer que España no está sola en ese empeño. “Casi en todos los países de la UE han bajado los recursos dedicados a I+D, por lo que la competencia va a ser mucho más feroz que en programas anteriores”, señaló. “España tiene un nivel científico muy bueno, no le falta capacidad para aumentar la cantidad de recursos que puede obtener”, detalló, añadiendo que lograr ese aumento “es difícil pero no imposible”. Uno de los trucos, dice, es elegir a qué se apuesta, “no se puede ser bueno en todo”.
Una de las medidas más recientes del actual Ejecutivoha sido reorganizar el Plan Nacional de I+D para dotar nuevos fondos a proyectos de investigación orientados a esos retos de la sociedad. Otros programas pretenden fomentar la colaboración público-privada, que sigue siendo un sector en el que España aún va rezagada, aunque mejorando. El giro a la “ciencia de mercado” ha sido criticado por científicos españoles en prestigiosas tribunas, incluida la revista Science, una de las más prestigiosas a nivel internacional.
Por ahora, los resultados de colaboración público-privada dejan resultados agridulces. Por ejemplo, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el mayor organismo público de investigación del país, lleva años aumentando el número de contratos y convenios que firma con empresas, según explicó Emilio Lora-Tamayo, presidente del organismo. Sin embargo, la crisis económica ha reducido considerablemente el retorno económico de esos contratos. Si en 2009 el CSIC ingresaba 81 millones de euros por este tipo de convenios público/privados en 2011 la cifra bajó a 68 millones, según los datos compartidos por Lora-Tamayo durante el encuentro, titulado Hacia un compromiso público-privado en investigación y organizado por la Fundación General CSIC y laFundación Cotec.
“Cada vez publicamos más estudios en las mejores revistas científicas, pero [en España] tenemos uno de los peores tránsitos del conocimiento al mercado”, recordó Javier García, un antiguo ejecutivo de la farmacéutica Eli Lilly que ahora es consejero deBioncotech, empresa biotecnológica basada en inventos (mejor dicho descubrimientos de moléculas con potencial contra varios tipos de cáncer) hechos por investigadores españoles. Ahora, Bioncotech dedica parte de su tiempo a rastrear las universidades y centros de I+D españoles en busca de la nueva molécula ganadora desarrollada por equipos que no pueden o no saben, cómo generar una empresa de éxito a su alrededor.
“A mí me decían mis mayores que era mejor tener un amigo en el ministerio o un palco en el Bernabéu que tener buenos científicos en la empresa”, señaló José Domínguez Abascal, secretario general técnico de Abengoa. En cierta medida, esa realidad sigue vigente, a juzgar por el hecho de que la inversión privada en I+D de las empresas no llega al 50% del total nacional, mientras en países con mayor liderazgo en Europa como Alemania, llega a suponer en torno al 70%. En España desde hace décadas los negocios y el desarrollo de nuevos productos se ha hecho de forma diferente y muchas veces ajena a la innovación, por no mencionar los casos en los que supuestospagos de empresas a políticos influyen para obtener favores o concesiones en teoría competitivas.
En la universidad también hay problemas. “Si en ciertos sitios dices que la universidad tiene que ser un medio de producción a muchos se les caerían los pantalones del susto”, dijo Domínguez Abascal, expresando lo que otros ya habían criticado durante el encuentro: la idea de que las universidades deben perseguir sólo el conocimiento por el conocimiento. Para intentar integrar en ellas a esos investigadores que tienen ideas más aplicadas, que pueden dar lugar a inventos dignos de los Citroën, Nobel o Reuter de antaño, es necesario flexibilizar la burocracia universitaria y permitir que un docente pueda dedicar mayor parte de su tiempo a consolidar una empresa, apuntó Nombela.
Europa está empeñada en que los inventores del siglo XXI se queden en el continente. Una de las apuestas más claras ha sido la del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT). Nacido en 2008 con un modesto presupuesto de 300 millones de euros, este organismo ha creado tres Comunidades de Conocimiento e Innovación (KIC) que ya aglutinan a más de 300 miembros, la mayoría empresas, según explicó su director, José Manuel Leceta. De sus tres comunidades han salido 108 nuevas empresas, 404 ideas de negocio o 318 graduados. Su éxito lo demuestra en parte que el programa Horizonte 2020 planea financiar el EIT hasta 2020 con otros 2.711 millones de euros.
Esto servirá para crear otras cinco comunidades innovadoras entre 2014 y 2017 centradas en envejecimiento saludable, materias primas, alimentación, manufactura avanzada y transporte. Leceta, que trabajó en el Centro de Desarrollo Tecnológico Industrial español antes de marcharse al EIT, es el que presentó ayer la iniciativa para buscar a los nuevos Citroën, Siemens o Nobel. “¿Cómo motivar a los chavales para que hagan empresas en un garaje en Europa?”, se preguntaba. La respuesta tardará en llegar aún, ya que sus comunidades innovadoras tienen un horizonte de desarrollo de entre siete y 15 años.
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