LAS VOYAGER SON 8.000 VECES MENOS POTENTE QUE TU SMARTPHONE
Desde la medicina hasta el espacio exterior: cosas viejunas que siguen en boga
A veces la innovación no consiste en cambiar un proceso por completo: hay tecnologías antediluvianas y procedimientos del pasado que siguen utilizándose.
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Que la medicina ha progresado una barbaridad es evidente: basta visitar al dentista o entrar a un quirófano para darse cuenta.
Pero vivimos acostumbrados a que la última tecnología inunde todo. Exigimos mejores móviles cada año, ordenadores de enorme potencia en nuestro despacho que jamás llegamos a exprimir, potencias enormes en nuestros coches que nunca llegamos a experimentar por nuestra propia seguridad. Pero los hallazgos de años atrás no contaron con todas esas ventajas… y de hecho, algunos logros de tiempos pasados siguen valiendo hoy en día, a pesar de todos nuestros adelantos.
¿Algunos ejemplos? El Apolo 11, el que llegó a la Luna, tenía en sus ordenadores 72kbs de memoria... una nadería si los comparas ni ya con los dispositivos que tenemos hoy en día, sino con los diskettes de hace décadas.
Incluso hoy en día seguimos viéndonos obligados a usar tecnologías antediluvianas para poder hablar el mismo idioma que una de las creaciones más revolucionarias que hemos hecho jamás: las sondas Voyager, los objetos creados por el hombre que más lejos han llegado jamás, y que siguen viajando a través del espacio interestelar, donde seguirán peregrinando hasta aproximadamente 2036.
La revista Wired recopilaba, con motivo de la salida de ambas naves del área de influencia del Sol, el funcionamiento cotidiano del protocolo que sigue la NASA para comunicarse con ellas: tienen aún menos memoria que el Apollo, concretamente 69,63 kbs cada una, un transmisor de 22,4 vatios y usan como lenguaje de programación un antediluviano Fortran. Para que te hagas una idea: apenas servirían para guardar una imagen del tamaño de la que abre este artículo, tu móvil envía información 8.000 veces más rápido y su señal es tan potente como la bombilla de tu nevera.
Con todo, invierten con suerte cuatro horas al día en recibir información que las Voyager sobrescriben una vez enviada para poder almacenar más, y eso apuntando la mayor antena que existe, de 70 metros de diámetro, a su trayectoria.
Pensarás que claro, las Voyager fueron lanzadas al espacio en 1977: el hecho de que estén a miles de millones de kilómetros de la Tierra hace imposible que se pueda actualizar su software. Eso es así, pero también hay otras disciplinas que sí han podido actualizarse, aunque los procedimientos del pasado siguen siendo válidos.
Es el caso de prácticas brutales como la lobotomía o el electroshock. Vale, ya no se hacen como tal porque se han sustituido por procedimientos quirúrjicos controlados en el primer caso y por farmacopea en el segundo. Lo que persiste hasta nuestros días es el origen de ambas: igual que la lobotomía consiste en cortar las conexiones entre un lóbulo -normalmente el prefrontral- y el resto del cerebro, el procedimiento actual, consistente en una incisión concreta y controlada, busca lo mismo… claro, que en los primeros días lo que hacían era introducir un picahielos a martillazos por la cuenca del ojo, lo que no siempre conseguía su objetivo sin provocar terribles secuelas en el paciente, si no la muerte.
También se han sustituido las descargas eléctricas como remedio clínico a cualquier tipo de dolencia, y prácticas como el ‘destierro médico’, la retirada del “exceso de sangre” en pacientes de toda índole o la estimulación mecánica de la vagina como cura a la ansiedad.
Sin embargo, perviven los efectos beneficiosos de todas las terapias: la saliva de las sanguijuelas ahora se sabe que tiene propiedades que entonces se desconocían -aunque lo de quitar humores o el exceso de sangre sea una sandez-, igual que la vida en el campo es más saludable que en la ciudad para enfermos respiratorios… y que el orgasmo tiene un montón de consecuencias físicas positivas. Eso sí, no sirve para curar las manías psíquicas, como insinuaban. Pero oye, como terapia no está nada mal.
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