DEPRESIÓN Y COVID
El miedo a la COVID-19, antes de contagiarse, incrementa las posibilidades de que sea persistente
El efecto es más notorio en ciertos sectores de la población.
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De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) , a lo largo del primer año de la pandemia, la prevalencia global de ansiedad y depresión aumentó en un 25 %. El informe de la OMS también destaca quién se ha visto más afectado basándose en las estimaciones del estudio Global Burden of Disease. En este apartado, los más vulnerables han sido los jóvenes, que corren un riesgo desproporcionado de conductas suicidas y autolesivas, pero también las mujeres que se han visto más afectadas que los hombres y que las personas con condiciones de salud física preexistentes, como asma, cáncer y enfermedades cardíacas. Ellas tenían más probabilidades de desarrollar síntomas de trastornos mentales según el mencionado estudio.
De hecho son varios losestudiosque afirman que las mujeres sufren con mayor frecuencia la COVID persistente que los hombres, tanto que hasta los patrones clínicos son diferentes. Para llegar a esta conclusión, los autores del estudio analizaron más de 50 informes científicos que abarcaban un total de 1,3 millones de pacientes y las conclusiones muestran que las posibilidades de COVID persistente son un 25% mayores para ellas.
¿Por qué es importante la relación entre quienes sufrieron más la pandemia y quienes se ven más afectados por COVID persistente?
Vamos por pasos. La COVID persistente ha sido definida como experimentar síntomas relacionados con COVID-19, como fatiga, confusión mental o problemas respiratorios, cardíacos, síntomas neurológicos o digestivos durante más de cuatro semanas después de la infección. Según los Centros para el Control de Enfermedades de EE. UU. (CDC), aproximadamente el 20 % de los adultos que han tenido COVID-19 continuaron o continúan experimentando los síntomas aún después de las cuatro semanas. En España, las cifras hablan de cerca de un millón de personas.
La relación entre la salud mental y la COVID persistente es lo que analiza un reciente estudio realizado por expertos de la Universidad de Harvard liderados por Siwen Wang. El informe, publicado en JAMA Psychiatry, explica que si bien aquellas personas con trastornos mentales preexistentes no presentan una mayor vulnerabilidad al COVID, cuando se infectan, es más probable que sufran hospitalización o enfermedades graves en comparación con las personas sin trastornos mentales. Más aún: las personas con trastornos mentales más graves, como psicosis, y los jóvenes con trastornos mentales, corren un riesgo especial. Volvemos al inicio: jóvenes y mujeres son los más afectados por problemas de salud mental y eso redunda en la posibilidad de mantener los síntomas durante más de cuatro semanas, disminuyendo en mayor medida su calidad de vida. Y esto resulta determinante ya que se sabe muy poco sobre los rasgos vinculados a esta "variante" persistente o cuánto tiempo puede durar.
De acuerdo con los autores, el aumento del riesgo era independiente del tabaquismo, el asma y otros comportamientos de salud o condiciones de salud física.
"Nos sorprendió la fuerza con la que la angustia psicológica antes de una infección por COVID-19 se podía asociar con un mayor riesgo de COVID persostente – explica Wang en un comunicado – . La angustia se asoció más fuertemente con el desarrollo de COVID prolongado que los factores de riesgo para la salud física como la obesidad, el asma y la hipertensión".
Para determinar los efectos de la angustia psicológica antes de la infección en el desarrollo de COVID persistente, el equipo de Wang realizó un seguimiento sobre más de 54.000 voluntarios desde abril de 2020. Al comienzo del estudio, los investigadores preguntaron a los participantes sobre su angustia psicológica. Aquellas personas que contrajeron el virus fueron estudiadas para determinar la gravedad de la enfermedad y la duración de los síntomas.
Después de analizar las respuestas y comparar con el grupo que no contrajo la enfermedad, los resultados mostraron que la angustia antes de la infección, incluida la depresión, la ansiedad, la preocupación, el estrés percibido y la soledad, se asociaba con entre un 32 y un 46% mayor de riesgo de COVID persistente. Estos tipos de angustia psicológica también se asociaron con un riesgo entre un 15 % y un 51 % mayor de deterioro de la vida diaria. Y, como era de esperar, las mujeres jóvenes eran las más vulnerables.
"Hasta donde sabemos, este es el primer estudio prospectivo que muestra que una amplia gama de factores sociales y psicológicos son factores de riesgo para la larga duración de la COVID – concluye Andrea Roberts, coautora del estudio –. Necesitamos considerar la salud psicológica además de la salud física como factores de riesgo de COVID-19 persistente. Estos resultados también refuerzan la necesidad de aumentar la conciencia pública sobre la importancia de la salud mental y de brindar atención de salud mental a las personas que la necesitan, lo que incluye aumentar la oferta de médicos de salud mental y mejorar el acceso a la atención".
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