SEGÚN UN ESTUDIO

Químicos domésticos que dañan nuestro cerebro

Afectan directamente a unas células responsables de proteger nuestras neuronas.

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De acuerdo con datos de la Sociedad Española de Neurología, las enfermedades neurológicas son la primera causa de discapacidad y la segunda causa de mortalidad en el mundo. En nuestro país afectan a más de 7 millones de personas. Uno de los problemas a la hora de investigar este tipo de dolencias es que solo una fracción de los casos puede atribuirse únicamente a la genética, lo que indica que factores ambientales desconocidos contribuyen de manera importante.

Ahora, un equipo de científicos de la Universidad Case Western Reserve ha descubierto los peligros que algunos productos químicos domésticos comunes suponen para la salud del cerebro. Las conclusiones, publicadas en Nature Neuroscience, sugieren que las sustancias químicas que se encuentran en una amplia gama de productos que usamos habitualmente, desde muebles hasta productos para el cabello, pueden estar relacionados con enfermedades neurológicas como la esclerosis múltiple y los trastornos del espectro autista.

Los autores, liderados por Paul Tesar, señalan que algunos químicos domésticos comunes afectan específicamente a los oligodendrocitos del cerebro, un tipo de célula especializada que genera el aislamiento protector alrededor de las células nerviosas, la mielina. Sus funciones principales son proporcionar soporte y aislamiento a los axones, las "autopistas" por las que viaja la información en el cerebro. El deterioro de la mielina está detrás de dolencias como la esclerosis múltiple, el Alzheimer o el Parkinson.

"La pérdida de oligodendrocitos es la base de la esclerosis múltiple y otras enfermedades neurológicas – confirma Tesar en un comunicado -. Con este estudio hemos demostrado que sustancias químicas específicas en productos de consumo pueden dañar directamente los oligodendrocitos, lo que representa un factor de riesgo de enfermedades neurológicas no reconocido anteriormente".

Partiendo de la premisa de que no se han realizado suficientes investigaciones exhaustivas sobre el impacto de las sustancias químicas en la salud del cerebro, el equipo de Tesar analizó más de 1.800 sustancias químicas a las que pueden estar expuestos los humanos. Identificaron sustancias químicas que dañaban selectivamente los oligodendrocitos y pertenecen a dos clases: retardantes de llama organofosforados y compuestos de amonio cuaternario.

Dado que los compuestos de amonio cuaternario están presentes en muchos productos de cuidado personal y desinfectantes, que se utilizan con mayor frecuencia desde que comenzó la pandemia de COVID-19, los seres humanos estamos expuestos regularmente a estos químicos. Y muchos productos electrónicos y muebles incluyen retardantes organofosforados.

El equipo de Tesar usó otras técnicas también para confirmar las conclusiones. Por ejemplo, recurrieron a sistemas celulares y organoides de laboratorio para demostrar que los compuestos de amonio cuaternario provocan la muerte de los oligodendrocitos, mientras que los retardantes de llama organofosforados impedían la maduración de los oligodendrocitos.

También demostraron cómo los mismos químicos dañan los oligodendrocitos en los cerebros en desarrollo de los ratones. Por si esto fuera poco, también vincularon la exposición a una de las sustancias químicas con malos resultados neurológicos en los niños a nivel nacional.

"Descubrimos que los oligodendrocitos, más que otras células cerebrales, son sorprendentemente vulnerables a los compuestos de amonio cuaternario y a los retardantes de llama organofosforados – señala Erin Cohn, coautora del estudio en un comunicado -. Comprender la exposición humana a estas sustancias químicas puede ayudar a explicar un eslabón perdido en cómo surgen algunas enfermedades neurológicas".

Hay que destacar que, por ahora, la asociación entre la exposición humana a estas sustancias químicas y los efectos sobre la salud del cerebro requiere más investigación. El próximo paso es rastrear los niveles químicos en el cerebro de adultos y niños para determinar la cantidad y duración de la exposición necesaria para causar o empeorar la enfermedad.

"Nuestros hallazgos sugieren que es necesario un escrutinio más exhaustivo de los impactos de estos químicos domésticos comunes en la salud del cerebro – concluye Tesar -. Esperamos que nuestro trabajo contribuya a tomar decisiones informadas sobre medidas regulatorias o intervenciones conductuales para minimizar la exposición a sustancias químicas y proteger la salud humana".

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