CORONAVIRUS
¿Por qué nos cuesta tanto dejar de tocarnos la cara?
Llevar las manos al rostro, un hábito que se consolida con la edad, es un signo de que somos conscientes de nosotros mismos y contribuye a regular el estrés.
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Además del lavado de manos y la reducción de la interacción social, uno de los principales consejos otorgados por los expertos para prevenir el contagio de la COVID-19 es evitar tocar los ojos, la nariz y la boca con las manos. El objetivo es evitar que el virus penetre en el organismo y comience a extenderse causando estragos que pueden llegar a ser muy graves, dependiendo del caso.
Aunque es una indicación aparentemente sencilla, puede que a muchos les resulte más difícil de lo que podría parecer en un principio. Llevarnos las manos a la cara es en realidad un hábito que cumple diferentes funciones tanto de relación con el entorno como de control de nuestro cuerpo.
Con este gesto indicamos a quienes nos rodean que somos conscientes de nosotros mismos y por eso lo utilizamos sin darnos cuenta durante las interacciones sociales. Además, un estudio de investigadores alemanes, que monitorizaron la actividad cerebral de los participantes en su ensayo, sugiere que tocarnos el rostro nos ayuda a regular las emociones y a controlar el estrés. Es decir, nos tranquiliza. Además, contribuye a la formación de recuerdos.
Al constituir una forma de apaciguarnos y de relacionarnos con los demás, los humanos comenzamos a palparnos diferentes partes la cara desde muy pequeños. Con los años, el gesto se acaba convirtiendo en un hábito y lo hacemos inconscientemente, de ahí que nos resulte tan difícil controlarlo incluso cuando nuestra salud está en juego.
¿Cómo podemos evitarlo?
Según los expertos, la mayoría no relacionamos, en principio, el gesto de tocarnos el rostro con un agente infeccioso ni con la transmisión de una enfermedad. Además, tenemos una falsa sensación de control respecto a nuestras rutinas diarias, por lo que no las consideramos asociadas a los consejos sanitarios.
Si nos esforzamos en evitarlo, es posible que consigamos hacerlo menos habitualmente. Pero el psicólogo estadounidense Kevin Chapman, del Centro para la Ansiedad y Trastornos Relacionados de Kentucky (Estados Unidos), advierte que ser demasiado estrictos con nosotros mismos no va a servirnos de mucho.
Por muy atentos que intentemos estar, se trata de un gesto inconsciente, por lo que será difícil que logremos evitarlo por completo. Más que pensar en no nos tocaremos la cara en el próximo mes, Chapman aconseja que tomemos una postura más flexible y nos propongamos, de inicio, ser más conscientes de este acto que todos repetimos a menudo. Así podremos reducir el número de veces que lo llevamos a cabo.
Si bien es complicado controlar los gestos que hacemos con las manos, este experto asegura que existen algunas estrategias que pueden ayudarnos en la tarea y ponernos las cosas más fáciles.
Una de estas alternativas es mantenerlas ocupadas. La investigadora en ciencias cognitivas Denise Cummins, especializada en toma de decisiones, sugiere que podemos sostener una bola antiestrés o algún otro objeto, por ejemplo, o cruzar los brazos para no tener la posibilidad de mover las manos.
Otra posibilidad, según Chapman, es poner diferentes alarmas en el móvil a lo largo del día para que nos recuerden la necesidad de estar atentos a nuestros gestos. A fin de cuentas, aunque cueste, podemos cambiar de hábitos.
No obstante, a estas alturas, es muy importante tomarse en serio otras medias preventivas como lavarse las manos con agua y jabón o rociarlas con algún desinfectante, permanecer en casa el mayor tiempo posible y reducir el contacto con otras personas. Y estar atento a las novedades y nuevas recomendaciones de fuentes oficiales.
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