PREGUNTAS SOBRE ESTE NUEVO SISTEMA
Cinco claves sobre el reconocimiento facial
El iPhone 8 (o como se termine llamando) está a punto de llegar. Le rodean la polémica y las dudas por, según las filtraciones, llegar sin lector dactilar. Le reemplazará un sistema de reconocimiento facial avanzado... y aquí empiezan las preguntas.
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Parece que el próximo iPhone va a venir sin lector de huella dactilar, que será sustituido por un sistema avanzado de reconocimiento facial. Y claro, todo son preguntas: ¿Será igual de cómodo que Touch ID? ¿Será seguro? ¿Qué pasa si tratamos de desbloquearlo a oscuras? ¿Necesitaremos estar en posición frontal al teléfono?
El precedente no es bueno: al Galaxy S8, que incorporaba una tecnología similar, se le engaña con una foto, ¿será la propuesta de Apple más efectiva? Para entenderlo, aquí van algunas claves sobre la biometría en general y el reconocimiento facial en particular.
1. En biometría, siempre ha de escogerse un punto de equilibrio
No importa que hablemos de lectores dactilares, sistema de reconocimiento facial o lectores de iris: cada sistema ha de escoger un punto entre una completa usabilidad (alta tolerancia a desviaciones) o una alta seguridad (sin tolerancia a desviaciones).
Esto implica que si un día tenemos una pequeña herida en el dedo, el sistema debe estar configurado para validarla aunque haya un punto de no-coincidencia si quiere ser más usable (y no un tedio que necesita de varios intentos continuamente), o para no dar por buena la huella si se quiere ser más seguro.
En el caso de los smartphones, se suele apostar más por un nivel de usabilidad alto. Al fin y al cabo, es algo que desbloqueamos decenas de veces cada día y no nos gustaría que siempre hubiera que recurrir a varios intentos porque pasaría de ser una medida de seguridad útil a, simplemente, un coñazo.
Con el reconocimiento facial es casi obligatorio presentar un nivel de tolerancia alto. Al fin y al cabo hay muchos cambios en nuestra cara: nos hacemos mayores, nos sale un grano, nos crece la barba, nos afeitamos, cambiamos de gafas, nos ponemos unas de sol, nos maquillamos, nos hacemos una herida…
2. Puede aprender de nosotros
Teniendo eso claro -que nuestra cara evoluciona, porque podemos ponernos un piercing, cambiarnos las gafas u operarnos la nariz-, el sistema puede ir aprendiendo. Ese aprendizaje puede darse de forma natural y gradual (va aceptando nuestra cara a base de pequeños cambios que va asumiendo), o de forma más abrupta: si el cambio es más grande, siempre puede pedirnos la contraseña para terminar de verificar que somos nosotros, y a partir de ahí memorizar nuestro nuevo aspecto.
3. No todos los sistema de reconocimiento facial son iguales
Y esto es así no sólo en cuanto a implementación del software, sino incluso por el hardware. Lo que hemos visto en el Galaxy S8 y su problema de seguridad (es capaz de desbloquearse con una foto) se remonta al propio Android hace más de cinco años, con idéntico problema. Una de las causas está en que únicamente se basaban en lo que era capaz de ver una cámara frontal, que ve en 2D.
El próximo iPhone, según lo visto en las filtraciones, tendrá un sistema más avanzado, compuesto por un sensor infrarrojo que sirva como luz de apoyo, y una segunda lente. Esto le permitiría 'ver' tridimensionalmente y detectar profundidad. Saltarse el bloqueo con una foto ya no sería posible, y además permtiría poder usarse de noche, a oscuras.
4. Hay sistemas de detección de vida
Si creemos que es fácil engañar a un sistema así recreando un molde en 3D de la cabeza de la persona en cuestión, no lo es tanto. Por lo pronto, habría que ser muy preciso con la recreación a nivel de detalles, distancias, texturas… Que un sistema tenga tolerancia a los cambios no significa que haya puntos clave que no varían, como la proporción entre pómulos y frente, mejillas, ojos, contornos y demás.
Además, algunos sistemas son capaces de detectar si lo que tiene delante es al sujeto real o a un simple impostor de látex, por ejemplo. La luz infrarroja permite detectar la temperatura, las oscilaciones a lo largo de varias zonas, incluso las pulsaciones, o simplemente los movimientos naturales, por leves que sean.
5. No es el final.
El sistema de reconocimiento facial no es la única forma de desbloquear un terminal, o de confirmar pagos a través de él. Siempre nos queda la contraseña de cuatro o seis dígitos habitual.
Así, no hay por qué creer que tendremos que pasar por él siempre... exactamente igual que con los sensores dactilares tan implantados ya hoy.
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