NIÑOS QUE CRECEN JUNTO A ALEXA, GOOGLE HOME O HOMEPOD
¿Cómo poner límites a un niño cuando un asistente de voz le concede todos sus deseos?
Los pediatras recomiendan poner límites reconocibles a los niños, pero la tecnología que llega –asistentes virtuales domésticos- parece chocar con esos parámetros de crianza sensata.
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Creo que fue José Antonio Marina quien rescató ese proverbio africano que dice que para educar a un niño no se necesita solo una madre y un padre, sino más bien una tribu completa.
Tiene razón. Para mí, es difícil explicarle a mi hijo de cuatro años que solo puede cruzar un paso de cebra cuando en el semáforo se ilumina ‘el señor verde’. Mientras, ve con enfado cómo el resto de peatones cruza en rojo entre los coches.
Imagino entonces qué límites tendría un niño, como él, ante un asistente de voz como Google Home, Alexa (Amazon) o Homepod (Apple). Y, luego, atisbo la respuesta correcta.
Es un debate intenso en EE UU, un país en el que casi la mitad de la población interactúa con uno de estos mayordomos virtuales, según datos de eMarketer. Muchos niños y adolescentes están conviviendo con estos gadgets en casa, llegando a tener situaciones, a menudo, surrealistas.
No en vano, quien no conozca cómo funcionan puede pensar en su uso como abandonar a un menor delante de la lámpara de Aladino, que frote una y otra vez y que el genio no le conceda solo tres deseos, sino el infinito y más allá.
O todo lo contrario. Que el asistente no responda por incapacidad y genere picos de frustración continua entre los niños que reclaman un imposible a la máquina con voz.
Los pediatras nos recomiendan a los padres –los maestros también- que pongamos límites reconocibles a los nenes entre tres y cuatro años. Es para que comprendan lo que está bien o mal, lo que es –o no- socialmente aceptable, correcto o peligroso.
Sin embargo, la tecnología que llega, la que se está implantando en los hogares americanos –los asistentes virtuales domésticos aún no han pisado España-, comienza a chocar con esos parámetros de crianza sensata.
Si un niño es capaz de acostumbrarse a pedir de viva voz cosas a estos gadgets domésticos, interactuar con ellos como un objeto de apego más, recibir todo lo que se solicita (una canción, cuéntame un cuento, cómo nacemos las personas, cuándo se morirá mamá), cómo van a comprender que la vida no es otra cosa que pedir y recibir sin esfuerzo.
Ése es el debate abierto en EE UU.
Sinceramente, no soy partidario de criminalizar una tecnología, sino más bien su uso inadecuado. Un niño puede crecer en un hogar con este tipo de gadgets bajo tutela adulta y su relación será sana respecto a ellos (¿no lo es ya con la tele o la tablet o el móvil de mamá o papá?).
Es decir, quizás no se trate tanto de soltar pestes sobre dichos asistentes virtuales (internet es malo, malísimo dijeron en los noventa los apocalípticos), sino más bien concienciar a los padres que ellos, como progenitores, también deberían educarse tecnológicamente antes de adoptar esa tecnología.
Aquí, creo, el mejor control parental no es una clave de acceso, sino como en cualquier situación de peligro, que papá y mamá guarden una distancia de supervisión frente a sus hijos cuando estén charlando con las voces mecánicas y serviciales de Google, Amazon o Apple.
Porque las grandes tecnológicas comienzan a pensar en los niños como la siguiente frontera, la mejor inversión de futuro. Quieren que nuestros hijos sean 'early adopters', y lo serán.
Hay ya en EE UU unos 36 millones de usuarios con un asistente virtual en casa; y éstos son más populares entre personas de 25 a 34 años; es decir, ya están en hogares donde viven familias con hijos o en los que tendrán descendencia pronto.
Si hoy eres madre y padre y tu década maravillosa fueron los ochenta, piensa en esto. Si tu hijo, como en la peli de Joe Dante, se llevara un gremlin bueno a casa y por descuido se moja, ¿de quién es la culpa?, ¿de tu hijo o tuya por no saber en qué aventuras está metido tu hijo?
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