NO APTO PARA MANAZAS
Este robot conquista el origami: sabe cómo doblar un papel para darle cualquier forma que imagines
Investigadores del MIT han desarrollado un algoritmo que es capaz de generar el patrón para crear cualquier forma que a uno se le ocurra con origami . ¿Quieres un adorable conejito? Pídeselo a este 'bot' y te dirá exactamente cómo doblar el papel para obtenerlo.
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Cuando Erik Demaine escribió en 1999 la primera versión de su algoritmo para recrear cualquier objeto mediante origami sólo tenía 18 años, pero ya era un jovencísimo estudiante de doctorado en la Universidad de Waterloo en Canadá. Casi dos décadas después, ahora como profesor del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés), puede decir con orgullo que ha alcanzado su objetivo.
“Es muy impresionante”, ha dicho Robert Lang, pionero de la informática aplicada al origami. “Completa lo que yo describiría como una gesta que empezó hace algo más de 20 años: un método computacional para doblar eficientemente cualquier forma específica a partir de una hoja de papel”.
Hasta el momento, todos los programas de este tipo pecaban de parciales (sólo trabajaban con cierto tipo de formas), ofrecían resultados muy pobres o no planificaban los dobleces de la mejor forma posible. Era, de hecho, lo que sucedía con la antigua versión del algoritmo de Demaine: aunque funcionaba, mucho del papel disponible se desperdiciaba y los objetos resultantes eran endebles, llenos de costuras innecesarias.
“Es eficiente si tu trozo de papel inicial es muy largo y delgado”, detalla el propio Demaine, “pero si vas a empezar con un trozo cuadrado de papel, ese viejo método básicamente doblaría el cuadrado de papel hasta obtener una tira delgada, desperdiciando casi todo el material. El nuevo resultado promete ser mucho más eficiente. Es una estrategia totalmente distinta”.
A grandes rasgos, la principal virtud del nuevo sistema es que respeta los bordes del papel a la hora de trazar los pliegues. Por ejemplo, si se quiere obtener una copa, el borde que se posará sobre los labios coincidirá con los extremos del papel, como parece lógico, en lugar de reducir la hoja a una tira y empezar a doblar desde ahí. El resultado es que la nueva copa se podría utilizar para beber agua y la antigua sería un coladero.
Incluso si se pretende crear una forma cerrada, como por ejemplo una esfera, el nuevo enfoque se comporta mejor. Necesariamente habrá una costura en algún sitio, pues los bordes del papel tendrán que unirse, pero será el propio usuario quien elija dónde.
Lo más impresionante del hallazgo (sí, más que poder crear un conejito con papiroflexia) es que, pese a lo que podría parecer, no se trata de un avance teórico sin aplicación práctica. “El gran impacto está en la fabricación: las hojas son un material abundante y relativamente barato, y el origami ofrece una forma de usarlo para fabricar superficies en 3D”, afirma Demaine. “Esto puede permitir un prototipado mucho más rápido que las impresoras 3D tradicionales, y también es muy bueno para crear estructuras livianas”.
De hecho, esta forma de usar el origami está de moda. Desde los diminutos robots de origami del MIT que se cuelan en tu organismo para realizar microcirugías hasta los drones de cartón que llevarán medicinas a zonas de conflicto y se descompondrán después sin dejar rastro, por citar tan solo un par de ejemplos. Lo cierto es que los potenciales usos son casi infinitos.
Demaine y su colega Tomohiro Tachi trabajan ahora para incorporar el nuevo método en la herramienta libre Origamizer, que permitirá a cualquier usuario introducir objetos para recibir indicaciones de montaje. Además, van a presentar el algoritmo en el Simposio de Geometría Computacional que se está celebrando en Brisbane (Australia), el mismo sitio donde demostró en 1999 que su sueño era posible. Ahora, casi dos décadas después, se ha hecho realidad.
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