PORTÁTILES DE USAR Y TIRAR
El nuevo MacBook Pro es (si cabe) menos reparable y personalizable que sus antecesores
Los renovados ordenadores de Apple son más finos, ligeros y portátiles que nunca, pero el precio que los usuarios tendrán que pagar por esta reducción de tamaño es la dificultad, cada vez mayor, de mejorar o reparar sus equipos.
Publicidad
Si la obsolescencia (programada o no) ya era un problema con cualquier producto de la manzana mordida, y de casi cualquier otro fabricante, con el nuevo MacBook Pro se toca techo en cuanto a la dificultad para reparar los artilugios de Apple se refiere.
En su cruzada por hacer que su portátil sea aún más ligero y delgado, los de Tim Cook también han convertido en un suplicio actualizar el ordenador con nuevos componentes (más RAM cuando ya tenga unos añitos y comience a ir lento, una nueva batería cuando ya se esté gastando demasiado rápido...).
De hecho, las únicas partes que son fácilmente extraíbles, la memoria SSD y el ‘touchpad’, son diseños propietarios de Apple que no se pueden encontrar en cualquier tienda. Es más, la firma de la manzana mordida no los tiene a la venta. Para comprar uno de reemplazo hay que recurrir al mercado gris oscuro casi negro. Y esto no sólo es una mala noticia para los usuarios, que tendrán que reemplazar sus Macs a medida que se vayan quedando viejos, sino también para todo un sector de tiendas y profesionales que se dedican a las reparaciones y que cada vez lo tienen más difícil para sacar adelante su negocio.
Una buena noticia que se acabó
La versión sin pantalla Retina del MacBook Pro de 2012 fue una inesperada alegría en el terreno de las reparaciones y personalizaciones. Se trataba del ordenador más flexible y fácil de desmontar de cuantos Apple ha puesto a la venta en los últimos tiempos. Su memoria RAM no era un modelo exclusivo de la manzana mordida y se podía aumentar; el espacio del lector de CD se podía sustituir por un disco duro adicional y dos piezas clave de la máquina, la pantalla y la batería, se encontraban atornilladas (que no pegadas), de tal forma que podían sustituirse con relativa facilidad sin dañar la carcasa u otros componentes.
La versión del portátil más selecto de los de Cupertino que se ha presentado recientemente es todo lo contrario. Más pequeño, fino y ligero, el nuevo MacBook Pro, al igual que los antiguos modelos con pantalla Retina, es un suplicio para aquellos que pretendan reemplazar alguna de sus piezas.
Sin ser experto en soldadura de componentes electrónicos delicados es imposible, por ejemplo, extraer los módulos de memoria RAM, que forman parte de la placa base. Lo mismo con el chip del wifi. La batería está pegada y tampoco se puede sustituir con garantías salvo que uno sea un auténtico manitas.
Tal vez para la mayoría de usuarios se trate de una preocupación menor, pues los ordenadores de Apple son famosos por su durabilidad. Hasta cuatro o cinco años pueden transcurrir sin que el dueño de un reciente portátil de la manzana mordida sienta la necesidad de reemplazarlo. Para entonces, la compra estará suficientemente amortizada y adquirir un modelo más reciente no será un problema.
Además, hay un par de ventajas en los nuevos MacBook Pro que ya se han podido comprobar gracias a los expertos que han desmontado el aparato. El ‘touchpad’ se puede extraer de forma relativamente sencilla, algo que puede resultar de utilidad si, por ejemplo, se derrama algún líquido sobre el lujoso y caro portátil. Lo mismo sucede con la memoria SSD, aunque en ambos casos las noticias son agridulces. Si bien podrían sustituirse de manera más o menos fácil, lo cierto es que Apple utiliza componentes propios que no están a la venta. En otras palabras: no existen piezas de repuesto.
Usar y tirar
Por eso, y más allá de las necesidades de usuarios concretos, hay todo un sector que sufre de manera especial con los problemas para actualizar los MacBook. Numerosas tiendas de reparaciones y negocios similares reparan ordenadores de la manzana mordida para venderlos de segunda mano, bastante más baratos, a los numerosos compradores que no pueden permitirse un portátil nuevo.
Para estos profesionales del reacondicionamiento hay una traba particularmente gravosa. Cuando un antiguo propietario decide deshacerse de su ordenador, si es consciente del valor de los datos personales que han pasado por el equipo, lo hará retirando el almacenamiento SSD (lo que antes se llamaba disco duro) o dejándolo inutilizable.
Como Apple no vende reemplazos para la memoria SSD ni se pueden adquirir a un precio razonable de terceros (ni siquiera chinos), los expertos que se dedican a poner en circulación equipos supuestamente anticuados se encuentran con un puñado de ladrillos que no pueden revender. En muchos casos, este simple hecho o cualquier fallo en los componentes más difíciles de retirar se convierte en una sentencia de muerte para el MacBook.
Según los expertos, las entrañas del nuevo MacBook Pro son el último paso de una senda que Apple lleva tiempo recorriendo: la de los productos de usar y tirar. Mejorar los ordenadores de la manzana mordida para que funcionen siempre como recién sacados de la caja o repararlos cuando dan algún problema son opciones cada vez más inviables.
Publicidad