LA TECNOLOGÍA MÁS COTIDIANA
Supermercados, bares, gimnasios... Así serán en el futuro los sitios que visitas a diario
Tal como lo vemos en el cine y la televisión, o tal como nos lo describen a menudo, el futuro va a estar lleno de inteligencia artificial, coches sin conductor, pagos sin dinero físico, medicamentos personalizados e incluso inteligentes... Seguro que ya has oído hablar de todo esto. Paradójicamente, el futuro es el pan de cada día.
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Probablemente no te habrás parado a pensar, o nadie te habrá dicho, en cómo afecta la inteligencia artificial de manera directa, práctica, a tu vida. Los cambios reales que te encontrarás cuando vayas a hacer la compra, a llevar a tus hijos al colegio, a cargar tu coche a la gasolinera o a cortarte el pelo.
Y lo cierto es que ya podemos hacernos una idea bastante aproximada. El restaurante del futuro, el gimnasio del futuro, el supermercado del futuro, la gasolinera del futuro… ya existen, ya podemos encontrarlos hoy en diferentes puntos del globo, así que vamos a hacer una visita a los lugares más futuristas del presente para ver cómo serán los sitios que visitaremos a diario el día de mañana.
Cafeterías, bares, restaurantes
Con más de 250.000 establecimientos, España es el país con más bares del mundo. Tenemos aproximadamente un bar por cada 175 personas, así que si hay un sitio cotidiano cuya evolución nos interesa es, sin duda, aquel al que acudimos a comer y beber en buena compañía. Y seguro que las tascas y tabernas más tradicionales tienen cuerda para rato, pero los locales futuristas que ya están abriendo en otros puntos del mundo acabarán llegando aquí tarde o temprano.
En el Gadget Studio de Moscú las tabletas ya reconocen a los parroquianos y les preguntan si van a tomar lo de siempre. En el Wow Bao de Chicago, casi todo es automático: pides la comida en una pantalla y, cuando está lista, la recoges de una especie de taquilla (aunque detrás, entre bambalinas, todavía son humanos los que la preparan, tú no llegas a verlos en ningún momento). En el Tipsy Robot de Las Vegas, brazos robóticos son los encargados de preparar tus cócteles. En Boston, un grupo de ingenieros del MIT ha abierto un restaurante en el que un ejército de chefs robóticos preparan tu comida en 3 minutos.
Gimnasios
En un mundo en el que las pulseras y relojes inteligentes ya nos toman el pulso y se han convertido en compañeros indispensables de los ‘runners’, los gimnasios no tienen más remedio que subirse a la ola de los ‘wearables’ y la monitorización si quieren seguir siendo relevantes. Las máquinas tienen que sincronizarse con nuestros móviles, pulseras y relojes para mandar los resultados de nuestro entrenamiento, con un nivel de detalle cada vez más increíble (históricos y evolución, todo tipo de parámetros en función del ejercicio -pedaleo en ‘spinning’, golpeo en ‘fitboxing’, etc.-, metas…) y fomentando la experiencia social competitiva mediante gamificación (es decir, comparando tus marcas con las del resto de amantes del deporte y montando clasificaciones, ligas, torneos…)
Todo esto ya está empezando a suceder en muchas cadenas de gimnasios, pero todavía faltan detalles que incorporar: reconocimiento facial que sepa quién eres nada más entrar por la puerta, realidad virtual o aumentada para mejorar las sesiones de entrenamiento, inteligencia artificial que no solo te recomienda los mejores ejercicios, sino que también te da consejos de nutrición, de relajación, etc. En definitiva, todo un despliegue tecnológico para que ponerte en forma sea cada vez más fácil y entretenido.
Supermercados
Con la apertura de su primera tienda futurista Amazon Go en Seattle, la firma de comercio electrónico mostró al mundo cómo pueden ser los supermercados en los que hagamos la compra dentro de unos años. Entras, coges todo lo que necesitas y te vas. Si colas, sin pasar por caja. Todo lo aburrido sucede en una ‘app’ instalada en ese móvil que siempre llevas en el bolsillo, que se encarga de reconocer los productos que has ido cogiendo y de cobrarte la factura cuando sales de la tienda, sin que tengas que hacer nada.
Teniendo en cuenta que podremos comprarlo todo desde casa y esperar a que nos lo traigan, toda visita que hagamos el día de mañana a la tienda tendrá que ser así: sencilla y rápida, sin impedimentos. De lo contrario, mejor que las cierren directamente.
Colegios
Con el respaldo de inversores como Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, AltSchool pretende revolucionar la enseñanza y crear un sistema de aprendizaje personalizado que pueda usarse en cada escuela del mundo. Los profesores van asignando las tareas a sus alumnos a través de una ‘playlist’, una suerte de Spotify con todo el catálogo de clases disponibles que permite crear una lista personalizada para cada alumno, adaptada a su nivel, su avance y sus necesidades.
Además, esta escuela futurista hace mucho hincapié en monitorizar el rendimiento del alumno y que los padres puedan comprobar sus avances tanto académicos como a nivel humano, pues su comportamiento en clase también va siendo reflejado en la plataforma.
Peluquerías
Salvo los que sufrimos la inclemente lacra de la alopecia, visitar la peluquería es algo que más o menos todo el mundo hace con cierta frecuencia. Y, aunque no solemos planteárnoslo, lo cierto es que es una de las acciones cotidianas que más margen tiene para evolucionar (porque está bastante estancada, para qué engañarnos). En la peluquería futurista de Schwarzkopf, un dispositivo del tamaño de un ‘smartphone’ ya es capaz de ‘leer’ tu pelo (color, textura, calidad...) para determinar con la ayuda de un algoritmo cuál es, por ejemplo, el champú más adecuado para tu cabello.
Además, y como también están haciendo Marco Aldany o L’Oreal, será posible comprobar cómo nos sienta un posible ‘look’ mediante alguna especie de espejo inteligente o aplicación que nos lo aplique de forma virtual antes de meter la tijera y montar un estropicio.
Gasolineras
Hay tres grandes retos para las estaciones de servicio: el coche eléctrico, que podría forzar su transformación en ‘electrolineras’ donde enchufar los vehículos (sobre todo en carretera para viajes largos, pues la recarga cotidiana podría realizarse en el garaje); el coche autónomo o sin conductor, que no solo ahorra combustible sino que podría aprovechar los ratos en que su dueño no lo necesita para volver a casa y recargarse; y las flotas de transporte compartido, cuyos vehículos (también eléctricos) probablemente se alimentarán en puntos propios de las empresas responsables.
Visto así, las gasolineras tienen poco futuro… Y es por eso que un proyecto de Gensler y Reebook apuesta por convertirlas en una mezcla de centros de ‘fitness’, establecimientos de comida y bebida sana y parques infantiles, perfecta para recargar las pilas de los humanos mientras las máquinas de cuatro ruedas también cogen energías en el enchufe (cuya electricidad, por cierto, se generará con el propio esfuerzo de los deportistas que le den bien duro al ‘spinning’).
Salas de cine
En tiempos de las plataformas VOD, de series y películas a la carta en ‘streaming’, las salas de cine pueden parecer condenadas a una lenta agonía, pero lo cierto es que aún somos muchos los que preferimos ver un estreno en la sala y disfrutar en todo su esplendor de los efectos especiales, el sonido… En definitiva, la experiencia más allá del contenido. No obstante, tanto los locales como el negocio en sí de las salas de cine van a tener que reinventarse si quieren seguir siendo relevantes en las próximas décadas.
Probablemente el cine del futuro, igual que sus competidores digitales, funcionará por suscripción. Ya está sucediendo con proyectos como MoviePass, que ofrece una especie de tarifa plana de visitas al cine (con ciertas restricciones) a cambio de un precio fijo mensual (y a veces un pequeño extra cuando son estrenos muy esperados). Pero no solo la forma de cobrar por la entrada va a cambiar, sino también lo que hallaremos dentro de la sala. Ya está empezando a suceder: realidad aumentada y gamificación se dan la mano en el proyecto Cinevaders, que pone a los cinéfilos a matar marcianitos y recompensa su pericia con jugosos premios. Al fin y al cabo, la butaca es incluso más cómoda que un sillón de ‘gaming’.
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