ES POSIBLE DETECTAR LAS SEÑALES DE PELIGRO
Cómo proteger a los menores del peligro de "La Ballena Azul"
En estos últimos días y a consecuencia de la noticia del ingreso hospitalario de una chica de 15 años en Barcelona después de que su entorno detectara que había empezado a jugar a la ‘Ballena azul’, han saltado todas las alarmas. Después de leer todas las noticias e informaciones sobre este fenómeno ¿Qué hay de cierto y qué podemos hacer?
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Antes de escribir sobre ello hace unas semanas, bajo mi mirada escéptica y empírica, decidí documentarme unos días sobre este oscuro fenómeno. Estuve día y noche indagando por noticias, entrevistas, la red social VKontakte (el Facebook ruso) y por foros rusos gracias a la disléxica traducción de Google Translator. Como los caracteres son tan diferentes, tuve que traducirlo todo. Durante esos días revisé con detenimiento cada uno de los perfiles de las víctimas listadas en VKontakte, sus muros, sus publicaciones en la red antes de suicidarse, leí datos y manifestaciones (desagradables) de presuntos testigos circunstanciales, amigos y familiares de las de víctimas hasta el hastío. Antes de publicar algo sobre ello, quería estar segura de lo había leído.
En mi anterior post sobre la ballena azul hubo datos y reflexiones que no publiqué pensando que se hablaría de este fenómeno más tarde de lo que se ha hecho y han pasado solo dos semanas. Por eso, no quiero dejar la oportunidad de contar lo que vi y plasmar algunas reflexiones.
- Los muros de algunas de las víctimas estaban llenos de referencias a la simbología de este juego, la ballena azul, con dibujos, expresiones y fotos inquietantes que podrían haber ayudado a predecir a sus familiares y amigos que algo estaba ocurriendo.
- Había testimonios en medios de prensa de familiares que me llamaron la atención, sobre todo una de ellas que, presuntamente, se había infiltrado en uno de los grupos secretos haciéndose pasar por una menor para ver lo que estaba ocurriendo. Al llegar al final del juego, abandonó, hecho por el que recibió amenazas y coacciones de esos “guías” que presuntamente le iban indicando las pruebas que debía seguir; seguían el patrón del que ya se ha hablado: le amenazan diciéndole que saben dónde vive, que le habían geoposicionado, etc. Tras su salida, no volvió a saber de ellos.
- Según las afirmaciones que leí en algunas declaraciones, algunos testigos manifestaron que antes de que los menores se precipitaran desde algún tejado, habían visto que más personas acompañaban a los menores fallecidos antes de precipitarse. Luego, sus cuerpos inertes aparecían desplazados del lugar donde un precipitado suele aparecer, si se deja caer, simplemente. Esas declaraciones testificales podrían indicar que alguien, llegado el momento y sin que los menores lo desearan y arrepentidos por el miedo, les había empujado. Otros compañeros de clase, manifestaron que antes de dejar sus asientos, habían visto como los menores fallecidos estaban pendientes de sus móviles y que tras leer algún tipo de mensaje, se dirigían a las azoteas. En todo caso, son las autoridades rusas las que disponen de esa información. Por tanto, pudiera ser que no todas las muertes fueran voluntarias ¿Quién haría algo así? ¿Y quién ha dicho que el comportamiento humano no pueda ser cruel?
- Hace más de 10 años que trabajo en esta materia, han llegado a mis manos reportes de ciudadanos asustados que habían llegado a foros donde la gente preguntaba por métodos de suicidio y se hablaba de forma abierta, sobre este tema. También he recibido informes de Fiscalía preguntando por la existencia de estos contenidos, la ilicitud de los mismos y posibilidades de actuación.
Además de poner el grito en el cielo sobre lo cruel que puede llegar a ser la Red con nuestros menores, hay iniciativas que podemos llevar a cabo con nuestros menores y que están a nuestro alcance.
Quién evita la ocasión, evita el peligro. “Prohibir mejor que enseñar”
No debemos evitar una situación a la que tarde o temprano llegarán los menores: el uso de dispositivos informáticos y conexión a la Red. La Red tiene muchos usos, no solo las redes sociales. Los menores son grandes consumidores de YouTube, donde ven vídeos de sus ídolos favoritos, juegos, películas o dibujos animados.
También pueden usar sistemas de mensajería instantánea para mandar mensajes a familiares, compañeros de clase, hacer deberes online, etc. Eso dista mucho de darles barra libre a estar conectados a las 2 de la mañana a redes sociales o a inundar el “Insta” a los once años con fotos personales.
Si los propios términos y condiciones de los menores prohíben los registros de menores de trece años y la Ley de Protección de Datos lo hace hasta los catorce en España ¿Por qué se les deja hacer uso de determinadas redes a edades más tempranas?
No es lícito culpar a las redes sociales de los contenidos que albergan. Dejando de lado el dilema moral y jurídico de si tienen o no responsabilidad, nuestra obligación es cuidar que no se acceda a sus contenidos antes de lo permitido y cuando lo haga, se lleve a cabo con supervisión y control.
Estar pendiente de lo que nuestros hijos publican en las redes
Aunque no todas las víctimas relacionadas con el oscuro juego de la Ballena azul en Rusia, tenían ya sus perfiles activos o hacían alusión a este juego, otras sí que dejaron comentarios y fotos que podrían hacer sospechar de un comportamiento extraño. Este tipo de hechos deben hacernos dar cuenta de lo expuestos que están nuestros menores ante cualquier información. No son solo foros de suicidio, también se publican contenidos con violencia extrema, ejecuciones, blogs pro-anorexia y bulimia.
Esta información puede ser influenciable, sobre todo en jóvenes, y debemos estar pendientes de lo que publican en sus redes. Es muy posible que no tengan valor de hablar con su familia o de contárselo a los padres pero sí lo expresan a través de las redes sociales donde se desahogan y comparten con quien creen sus iguales. La comunicación ha cambiado y hay que estar en estos medios.
La lacra de estos contenidos siempre ha existido y existirá
Gore, ejecuciones, violencia, contenido pornográfico, foros pro-anorexia, y cómo suicidarse, etc. Siempre han estado presentes. La única diferencia es que, en el 2008, no había tantos millones de niños con acceso a Internet y móvil como ahora. Los contenidos se multiplican de forma exponencial y las víctimas potenciales también. Lo que no se multiplica de forma exponencial son las ganas que le ponemos los adultos a conocer lo que existe y a ponernos en acción para estar pendientes de ello y de ellos.
Los menores son muy sugestionables, magnifican lo que viven mucho más que los adultos, se sienten atraídos por nuevas experiencias y el morbo más que un adulto (aunque a veces no sé qué pensar). Para ellos la Red es un gran mundo por explorar y se convierte, en muchos casos, en una vía de escape para expresar sus sentimientos y problemas con otros, lo que les hace estar más expuestos y ser carne de manipulaciones, cazadores y miserables.
Tampoco disponen de tantos recursos personales como un adulto, de modo que cualquier amenaza o coacción se vuelve un mundo para ellos y se aíslan, en vez de buscar ayuda y apoyo en sus más allegados.
Sabiendo esto, debemos tener claro que, por motivos técnicos y jurídicos y la propia idiosincrasia de la Red, es imposible ponerle coto y acabar con este tipo de contenidos o esperar que dejen de existir. A una web o foro que elimines, si se consigue, aparecerá otro en su lugar y, en muchos casos, por moralmente reprochables que nos parezcan, entran dentro de la libertad de expresión.
No hacen falta padres coraje sino que adviertan a tiempo a las autoridades de lo que está ocurriendo
Como comentábamos al inicio del post, hubo algún padre de las víctimas que se infiltró en estos grupos para ver qué estaba ocurriendo. No, por favor. Hay que denunciarlo y dejar la obtención de posibles indicios e indagaciones procedentes a las autoridades, bajo la figura de un agente encubierto. Si nos infiltramos en este tipo de foros por propia iniciativa, podemos tomar decisiones equivocadas, obtener pruebas viciadas y nulas y levantar sospechas.
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